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Reportaje:

El Bocal: la Navarra navegable

Santos Ochandátegui, arquitecto vizcaíno y visionario afincado en Navarra, proyectó a finales del siglo XVIII una carretera que unía Pamplona con San Sebastián por el Leizaran. "Es una idea completamente descabellada", le dijeron en la Diputación del Reino. Ochandátegui, director de Caminos de Navarra entre los años 1780 y 1801, proyectó sobre el papel carreteras "completamente disparatadas" a Logroño -justo por donde hoy pasa la Nacional 111-, a Sangüesa -siguiendo el recorrido actual de la N-240- y a Bayona -por donde ahora se estudia trazar una autopista-. Pero el sueño más descabellado -éste sí- de Santos Ochandátegui fue el de la Navarra navegable. Curiosamente, ese proyecto no fue del todo desdeñado por la Diputación. Las Cortes ya habían considerado en 1775 la posibilidad de unir el Ebro con el Bidasoa. Al respecto, Ochandátegui dijo: "Ése no es el camino". En 1788, el arquitecto vizcaíno soñó sobre el papel que las barcazas ascendían por el Ebro, tomaban el Aragón, se adentraban en el Arga y -ése sí era, a su juicio, el camino-, subiendo por el Arakil hasta Irurzun, remontarían el Larraun para salir por un túnel al Araxes, desde donde ganarían el Oria. En sus sueños imposibles, Ochandátegui había unido el Mediterráneo con el Cantábrico. La Diputación navarra tomó muy en serio su sueño, pero al no ver la manera de financiarlo, éste quedó en dique seco. Del sueño navegable de Santos Ochandátegui, quien mientras tanto construyó canales en Milagro, Puente la Reina y Mendavia, sólo queda un vestigio: el Bocal. Bocal en Navarra y Aragón significa presa. Siete kilómetros al sur de Tudela, en el término de Fontellas, se encuentra la presa que lleva ese nombre. Cuentan las crónicas que en 1528, Carlos V, emperador de Alemania y rey de España, mandó construir en el Ebro, a una legua de Tudela, una presa de piedra de sillería de la que, al año siguiente, a instancias de las autoridades aragonesas, se derivaría un canal llamado Acequia Imperial. Junto a la presa se edificó una casa de compuertas, con vivienda para el gobernador del canal. La vivienda es hoy conocida como Palacio de Carlos V. Al conjunto se le llamó El Bocal del Rey y la obra fue realizada por el arquitecto aragonés Gil Morlanes, quien colocó en el frontispicio del palacio el escudo de armas del Emperador. El Palacio de Carlos V, de estilo aragonés, flanqueado por dos torres cuadrangulares, tiene un primer cuerpo de sillería y dos más de ladrillo, con galerías arqueadas y motivos decorativos de inspiración mudéjar. Posteriormente, a finales del siglo XVIII, se le añadió un jardín circundante y una capilla neoclásica. Más reciente es el poblado de aire racionalista que se encuentra en el entorno del palacio. La Acequia Imperial, cuyas aguas debían adentrarse en Aragón hasta unirse con el río Jalón, apenas si dio para regar las huertas de los términos navarros de Ribaforada, Buñuel y Cortes, llegando a veces débilmente hasta los municipios aragoneses de Mallén y Gallur. Durante los dos primeros tercios del XVIII, las crecidas del Ebro causaron serios deterioros en la acequia y volvieron al secano muchas tierras antes puestas en regadío. La Compañía Badin inició en 1770 obras de restauración de la Acequia Imperial, pero su probada inoperancia, junto a su manifiesto despilfarro del presupuesto, precipitó la resolución del Consejo de Castilla por la que se ordenaba la fulminante paralización de las reformas emprendidas. Fue a finales del siglo XVIII cuando Carlos III concibió el proyecto, fabuloso para la época, de hacer llegar las aguas del Bocal hasta Zaragoza por un canal navegable. Nació entonces el Canal Imperial de Aragón. El ingeniero holandés Cornelius Krayenhof construyó una nueva presa, a unos cientos de metros más arriba de la de Carlos V. De la supervisión del proyecto se ocupó el jesuita e ilustrado aragonés Ramón de Pignatelli. Pignatelli, de quien nos queda un retrato pintado por Goya, mientras Ochandátegui acariciaba su sueño navegable hacia el Cantábrico, dio el primer paso para una navegación fluvial hacia el Mediterráneo. La que hoy es conocida dentro del recinto del Bocal como presa de Pignatelli, tiene una altura de siete metros y una longitud de 232 metros. Peones, soldados y presos En su edificación intervinieron 1.500 peones, soldados de cinco regimientos de Infantería y cerca de medio millar de presidarios. Las aguas del Ebro empezaron a correr por el Canal Imperial en 1780 y diez años después se concluyó el conjunto de la nueva presa, dotada como la anterior de una casa de compuertas y algunas edificaciones anexas. Pignatelli mandó reformar el Palacio de Carlos V y añadió jardines en su entorno. Por esa época, en toda Europa se abrían canales a la navegación que abarataban el tráfico de mercancías, además de aumentar las posibilidades de la agricultura. Pignatelli fue también el encargado de ensanchar el Canal de Tauste, que discurre paralelo al Imperial, bordeando las tierras de las Bardenas Reales. Francia acababa de unir con barcazas el Mediterráneo y el Atlántico y los sueños de Ochandátegui no parecían tan descabellados cuando se hablaba con toda naturalidad de hacer navegable el Bidasoa. El sueño navegable de Ochandátegui quedó definitivamente en dique seco con la llegada del ferrocarril, la nueva y más barata vía de transporte de mercancías. Todavía a principios de este siglo, al de Tauste y al Imperial, se unió el Canal de Lodosa, vecino de los anteriores, pero ya nadie pensaba en singladuras desde Orio hasta Tortosa, sino en la necesidad de poner en regadío las tierras de la Ribera. En la actualidad, en el recinto del Bocal, como vestigios del pasado, se encuentra una barcaza herrumbrosa y algunas barcas en tierra de las que han adueñado los hierbajos. Junto al poblado cercano al palacio y la presa vieja, hay un laberinto natural y unas cuadras donde se alquilan caballos para dar paseos por la zona. En los alrededores de la casa de compuertas de la presa nueva, la de Pignatelli, se ha ubicado un merendero y un pequeño parque infantil. Frente a la casa de compuertas, al otro extremo de la presa, funciona la central eléctrica de Belver. Sorprendentemente, el oasis de olmos, chopos y fresnos que forman las distintas derivaciones canalizadas del Ebro en el Bocal, no se ve por lo regular muy concurrido de visitantes, salvo cuando más aprieta el calor. El Bocal es también un paraíso para muy diversas especies de peces y aves. Los paseos que pueden emprenderse desde la presa vieja recorren las llanuras aluviales de la Ribera tudelana y se proyectan hasta los secanos arcillosos que anuncian los parajes desérticos de las Bardenas.

Datos prácticos

Cómo llegar: Desde Tudela, seguir la N-232 en dirección a Zaragoza. Pasado Fontellas, a unos dos kilómetros a la derecha, se encuentra el desvío al Bocal que cruza la carretera, atraviesa el paso a nivel sobre el ferrocarril, pasa el puente sobre el Canal Imperial y llega hasta el Palacio de Carlos V. Desde allí, por un ramal de carretera de poco más de un kilómetro de longitud, se llega hasta la presa de Pignatelli. Dónde comer: Junto al mismo Palacio de Carlos V y la presa vieja, está el Mesón El Roble (tlfs. 948 410619 y 948 825379). En Fontellas, destaca el restaurante Beethoven (948 825260). En Tudela, se puede citar el restaurante Choko (948 821019). Dónde alojarse: En Ribaforada está el hotel Sancho el Fuerte (948 864025). En Tudela, son aconsejables el Hostal La Parrilla (948 822400) y el Hotel Santamaría (948 821200).

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