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Columna
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Comunismo

De repente, el comunismo (o sus cenizas, o su nostalgia) vuelve a estar de actualidad. El azar o el cálculo han hecho coincidir en el tiempo el 20º aniversario de la caída del muro de Berlín y el XVIII Congreso del Partido Comunista de España, que ha elegido como nuevo secretario general a José Luis Centella. Por una parte, los fastos solemnes, pero sobre todo alegres, festivos, de la conmemoración de Berlín, que supuso el principio del fin del comunismo. Por otra parte, el nuevo líder del PCE, que afirma que el comunismo tiene "presente y futuro", y que no considera que haya que pedir "perdón" por nada. Es más, lamenta que algunos hayan querido hacer pasar por "verdugos" a los comunistas, cuando han sido las "víctimas" de la historia...

Es innegable que, al menos entre nosotros, el comunismo no tiene tan mala prensa como el nazismo. Los regímenes totalitarios de uno u otro signo que nos ha legado el siglo XX no han sido juzgados con la misma severidad. Y eso que desde el punto de vista de la cantidad de víctimas, ganan, y por mucho, los comunistas. El comunismo internacional ha tenido una extensión geográfica mayor (han existido y existen regímenes comunistas en cuatro de los cinco continentes, frente a la concentración en Europa de los regímenes nacionalsocialistas) y ha tenido más tiempo para llevar a cabo su experimento (70 años frente a los 12 del Tercer Reich). El resultado de la comparación parece ser el siguiente: 85-100 millones de víctimas de los comunistas frente a 20-30 millones sacrificados por los nazis (extraigo los datos del muy recomendable libro Crítica de las ideologías, de Rafael del Águila).

Ah, sí, me dirán muchos, pero los ideales que los inspiraban son muy distintos: reprobables los nazis, loables los comunistas; lo que falló fue la aplicación, no la teoría, me dirán. ¿Es eso cierto? Desde el momento en que ambas ideologías sacrifican al individuo en el altar del Ideal, no lo creo. En ambos casos se trata de proyectos de ingeniería social integral, un diseño de la sociedad ideal para el que los individuos reales de rostro y nombre son o bien peones, o bien estorbos. Como resume Del Águila, "los buenos fines sirvieron aquí para justificar la más completa falta de piedad con lo concreto (las personas reales) en vista de lo importante que era lograr lo abstracto".

En el río revuelto de la crisis, la canción de la culpabilidad del "capitalismo" suena con brío renovado. La desorientación de la izquierda se hace notar y es así como la invocación al comunismo puede encontrar su hueco. Sin embargo, si algo hemos aprendido de las feroces cicatrices del siglo XX es que todo intento de reforma y mejora de la sociedad ha de ir de la mano de la reivindicación del valor y la dignidad de los individuos de carne y hueso; es decir, de sus derechos universales. Una inmensa lección que no consta que hayan aprendido los comunistas del siglo XXI.

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