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Columna
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Escisión o incisión

Las ponencias políticas son el otro yo de las pizarras de los entrenadores de fútbol. En éstas, el equipo siempre gana el partido; en aquéllas, el partido siempre gana las elecciones. Las ponencias políticas, sin embargo, tienen un capítulo enternecedor y es la habilidad para encontrar siempre un hueco político, para encontrar culpables ajenos a los errores propios, para endosar a los electores, por su dejadez, desconocimiento, rabia o razones sociológicas de peso, la delgadez de su planteamiento político.

El papel no lo aguanta todo, contra lo que se cree. Aguanta la literatura plomiza de los programas de gobierno, pero no alcanza a la majestuosidad de la literatura jurídica, con sus bastanteos y otrosís, sólo comparable a la literatura taurina.

El desmembramiento de EA no es sino el enésimo ejemplo de la lucha entre el papel y la realidad, entre la realidad y el deseo que Luis Cernuda elevó a la categoría de poema. Nadie como el movimiento comunista históricamente ha demostrado mejor la capacidad de los partidos para escindirse por discrepar de una línea (entiéndase línea como renglón) en el proyecto político. Naturalmente, los cientos de grupos surgidos de las escisiones lo hacían por la unidad del movimiento comunista. Y de tanto unirse en la distancia acabaron escribiendo el bolero de la desaparición que bien lo pudiera haber firmado José Alfredo, el escritor de Chavela Vargas.

A EA le ha pasado un poco de todo eso. Nació como una escisión y eso imprime carácter. Resistió el calor de la generosidad-necesidad de Ibarretxe, vivió sin vivir en sí con el único objetivo de sentirse diferente de la cuna donde nació. Y cuando los electores se equivocaron al no votarle, Patxi López construyó un Gobierno que les echaba del Gobierno, cuando Aralar recogió todo lo que ellos suponían haber sembrado, descubrieron, como escribió Joaquín Sabina, que "los besos no sabían a nada" y unos se agarraron al último mástil de su pequeño Titanic mientras otro cogieron los flotadores y se tiraron al agua.

Euskadi, por su complejidad, ha alardeado siempre de ser capaz de encontrar callejones cada vez más estrechos en la política. Todo cabía allí. Se le llamó transversalidad, pluralidad, a lo que muchas veces no eran sino puros ejercicios particulares. Siempre se puede ser más o menos nacionalista, más o menos socialdemócrata, más o menos independentista, más o menos socialista. Recuerdo aquella vieja escisión de un pequeñísimo partido que se llamó LAIA. Se partió en dos y al menos fue sincero consigo mismo: uno se llamó LAIA Bai y el otro LAIA Ez. Y punto. Olvidémonos del polo soberanista, de posibles reunificaciones. Las razones son más profundas que tácticas. Más humanas. El problema de EA es que siempre sintió frío: dentro y fuera del Gobierno. Irse del Gobierno vasco mandando proyectos y dictámenes al Parlamento por la puerta de atrás sólo demuestra el volumen de su enfermedad.

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