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Columna
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Frescas

He sido tertuliano radiofónico veraniego en un par de ocasiones. No me gustaba. En primer lugar porque no soporto el verano. Y en segundo porque no soporto los medios de comunicación en verano.

En verano, en la prensa escrita, en la radio o en la tele, se dan noticias "refrescantes", "curiosas", "ligeras". Hay una obsesión en los programadores y directores de espacios o suplementos en orientar los temas hacia lo banal. Supongo que todo vendrá de un estudio de marketing que dice que "la gente" (ese concepto tan amplio, ambiguo y uniformador) no quiere noticias sesudas en época estival, que prefiere ver a un mono haciendo esquí acuático o leer acerca de la tortilla de patatas más grande del mundo. En una de esas tertulias de verano que comentaba me hicieron una de las preguntas más absurdas que he escuchado. Comentábamos noticias "veraniegas" y uno de los temas era una plaga de medusas que asolaba la costa mediterránea. La pregunta era: "Plaga de medusas, ¿qué opinas?". Recuerdo que tras muchos titubeos dije un par de tonterías pero mi compañero contertulio dijo lo que yo pensaba de forma prístina: "¿De la plaga de medusas? ¿Qué quieres que diga? De eso no se puede tener opinión.". Ese hombre dio voz a lo que yo era incapaz de reproducir. A la semana siguiente dejó de comentar la actualidad "refrescante" en el programa. Dijo que no tenía opinión acerca de todo. Y que las noticias le parecían una chorrada. Le admiro y sigo admirando.

Quizás odie lo que hacen los medios en verano porque odio el verano en sí. No aguanto bien el calor. No me gusta vestir con ropa veraniega. Prefiero el invierno para disimular mis curvas y no lucir mis pálidas piernas. Tampoco me gustan las terrazas de verano, las de los bares. Me parece absurdo que se llenen las mesas de fuera mientras el interior está vacío y fresquito por el aire acondicionado. Además, los establecimientos hosteleros son capaces de colocar terrazas en los lugares más inhóspitos. Enfrente de mi casa en Madrid está la terraza más absurda del mundo. La acera donde se sitúa es mínima, apenas caben tres peatones. Y aún así han puesto un montón de mesas allí. Por otra parte hay un carril-bus a cinco centímetros de las mesas, por lo que cada dos minutos pasa un autobús a toda pastilla. En esa terraza se sirven menús del día, por el amor de Dios. En esa terraza la gente come mientras un autocar pasa delante de sus narices. Alguno pensará que la terraza de dicho lugar (que por cierto no tiene sombra por la falta de árboles, toldo o sombrillas) estará vacía normalmente. Pues no. Está petada siempre. Y es una cosa que no entiendo. ¿Los que se sientan allí son masoquistas? ¿Les gusta sufrir?

No, les gustan las terrazas, les gusta el verano. Suspiran para que llegue el veranito y las calles se plaguen de mesas, sillas y camareros que te cobran al servir la consumición. No entiendo a esa gente. "Gente". Ay, al final soy como los del estudio de marketing.

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