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Reportaje:

Un pueblo con imaginación

TXiEn Zerain podrían ser autosuficientes: tienen minas, molinos, huertas, prados para su ganadería y, por supuesto, iglesia, bolera y frontón. Además, como curiosidad más que como utilidad, cuentan hasta con una cárcel. Pero, ciertamente, todo esto no sirve para que un pueblo vaya sobreviviendo en estos tiempos industrializados por excelencia.

Y sin embargo, Zerain, en el alto Goiherri guipuzcoano, ha sabido sacar partido de su patrimonio, sus atractivos naturales y la imaginación de sus habitantes para convertirse en un ejemplo de aprovechamiento de lo que quizás no sea tan "competitivo", pero que ha sido el motor vital de esta localidad desde hace siglos.

No en vano, hasta Zerain llegan autobuses desde otras localidades similares del País Vasco, en busca de esa piedra filosofal. Ese secreto que ha permitido que no languidezca ante la inevitable decadencia que abate a la mayor parte de los pequeños pueblos sin industria, alejados de las grandes vías de comunicación y carentes de atractivos turísticos de moda, como el esquí o el surf.

Ubicado a media ladera, sobre la villa de Segura, Zerain era uno de los jalones que salpicaban el camino de San Adrián, sobre la villa de Segura. El cambio en la configuración de las vías que comunicaban el continente con Castilla apartó a la localidad de su papel caminero, pero todavía le quedaban las minas. Ellas dieron vida en los dos últimos siglos a esta población de extraña configuración que mira a Segura, pero que se extiende hacia las montañas de Aizpea, en dirección opuesta, a mitad de camino de Legazpi.

Minas de Aizpea

Pero también les llegó el fin a las minas de Aizpea, como a tantos otros complejos del País Vasco, explotados al límite. Entonces, a mediados del siglo XX, sí que llegó la tristeza al pueblo. Luis Peña Santiago, uno de los mejores visitantes que han tenido los rincones de Euskal Herria, lo refleja con cruda sinceridad en su crónica sobre esta localidad, escrita ya hace unos decenios. Esas tres páginas que hablan sobre Zerain en su obra Guipúzcoa ignorada, desprenden una nostalgia que, afortunadamente, no se puede trasladar a la actualidad.

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Todo comenzó hace algo más de cinco años, cuando la localidad guipuzcoana inicia su participación en el programa Reveil, de ayuda a pequeñas localidades de montaña, financiado por el fondo Feder. Era una iniciativa en la que también participaban la región francesa de Dordogne y la ciudad griega de Xhanti.

¿Qué tenía para ofrecer Zerain? Sus minas de Aizpea, complejo que nunca llegó a desmantelarse y que, por tanto, mantenía en pie los hornos de calcinación, el depósito de mineral, las galerías, la plataforma del tren minero, etcétera.

Pero esto tampoco era suficiente para llamar la atención de los hipotéticos visitantes al pueblo. Así que los de Zerain se pusieron a darle al magín en busca de otros atractivos. No faltaban entre los descendientes del lugar gentes que habían triunfado por su ingenio e imaginación.

Es cierto que los que alcanzaron más fama no habían nacido al pie del Aizkorri, sino sus antepasados. Al respecto, se podría citar a Pablo de Olavide, famoso escritor y economista peruano, amigo de Voltaire y Rousseau, cuyo abuelo era natural de la localidad guipuzcoana, y también a Francisco de Goya, cuyo bisabuelo, del caserío Goietxe o Goia, emigró de allí a la población aragonesa de Fuentes de Illoca para trabajar en su iglesia parroquial.

Pero nadie como José Francisco Tellería, quien sí que nació en Zerain el 1 de octubre de 1774. Conocido como Petriquillo, su habilidad de curandero rayaba lo inverosimil. Las crónicas de la primera guerra carlista dan fe de su eficacia entre los soldados heridos, de tal modo que, como señala el Espasa, fue llamado a Madrid por la corte de Fernando VII. Y, también según los relatos de la época, el éxito de Petriquillo en su estancia en la capital fue notable.

Aunque, habitualmente, su quehacer se ceñía a los pueblos de los alrededores. Montado sobre una mula, Petriquillo visitaba en días fijos las distintas localidades para atender a sus enfermos. Además de la citada a Madrid, raras eran sus salidas fuera de la comarca. La otra conocida es más trágica: el general Zumalacárregui, natural de la vecina villa de Ormaiztegi, tenía tanta fe en Petriquillo que pidió su asistencia tras caer herido en Bilbao. Pero el curandero no fue capaz de sanar al general, que falleció poco tiempo después.

Afortunadamente, la intervención de los vecinos de Zerain por presentar su pueblo con elegancia al forastero ha tenido más éxito que la última actuación del famoso sanador.

De este modo, para complementar la visita a las minas de Aizpea, se abrió un museo etnográfico. Se encuentra en la plaza del pueblo y en él se expone el modo de vida tradicional de Zerain (pastoreo, agricultura, minería) con una muestra de los utensilios que empleaba cada oficio. Muy cerca, un pequeño establecimiento exhibe y vende la artesanía del Goiherri y productos de calidad de la comarca, en lo que son los últimos restos de las actividades que reseña el museo.

Cárcel para los mineros

Y también se puso a la vista del público la cárcel construida en 1711 y que en sus últimos tiempos sirvió para "alojar" a los mineros díscolos, a los que se esposaba con el siniestro cepo de 14 agujeros iguales que todavía se puede ver en la cárcel, una pequeña dependencia de lo que hoy es un restaurante.

Por supuesto, los vecinos de Zerain también contaron -a la hora de ofrecer atractivos a los visitantes- con la serrería hidráulica de Larraondo, a kilometro y medio del centro, y, por supuesto, con el encanto de toda la localidad, muestra urbana de los característicos pueblos del interior guipuzcoano.

Así que, entre la imaginación de sus habitantes y los encantos propios de Zerain, se ha puesto en marcha lo que es un auténtico parque cultural, que mantiene vivos -aunque sea con destino turístico- los oficios y tareas que le dieron vida durante tantos siglos.

Datos prácticos

mo llegar: La localidad guipuzcoana de Zerain se encuentra en pleno Gohierri guipuzcoano, sobre la famosa villa de Segura. Para llegar desde San Sebastián o Vitoria hay que acceder hasta Beasain, desde donde sale la GI-2637 que pasa por la citada población de Segura. Desde aquí sale la carretera de dos kilómetros que lleva a Zerain. Desde Bilbao se puede llegar por la A-8 o la N-634 hasta Éibar. A partir de aquí, por la GI-627, a Bergara. Los siguientes pasos serán Zumárraga, Legazpi y, por fin, tras una sinuosa carretera, Zerain.Alojamiento: El hotel más cercano se encuentra en Beasain, Salbatore (tel. 943 888307) o Urteaga (943 880850). En Olaberria, también hay otro, el Castillo, a la vera de la N-I (943 881958). En cuanto a establecimientos de turismo rural, en el mismo Zerain se puede acudir a Tellerine (943 582031); en Segura, Ondarre Baserria (943 801664); y en Zegama, Arrieta haundi (943 801890).

Comer: El impulso turístico que está viviendo Zerain ha llevado a que cuente con dos restaurantes, Mandio (943 801705) y Ostatu (943 801799), en los que se pueden degustar los platos clásicos de la gastronomía de la zona. Y ya en estas fechas, y durante toda la temporada, está abierta la sidrería Otaza (943 801757). Y en Segura, Imaz (943 801025) y Madalena (943 801005).

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