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Columna
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Gritos y susurros

¿Qué tal, mejor? El puente de la Inmaculada Constitución o de la Inmaculación Constitutiva, que no de la Inconstitución Maculada como dicen los rufianes, es lo que tiene. Pone un poco de atasco de carretera en el lento declinar del año hacia su acabamiento. Hombre, también trae sol y nieve para quienes corren a buscar una u otro, y hace las delicias de los amantes de paraísos lejanos de cuché y cartón piedra que podrán prolongar en la oficina o el tajo sus vivencias exóticas en una estación del año que tan mal se presta a exotismos. Claro que luego viene San Pedro con las rebajas para recordarnos que aún hay que sortear la Navidad con un presupuesto bastante mermado, por no mencionar el inevitable acecho de la depresión que suele esperar agazapada en cuanto apunta en el horizonte un momento entrañable. Por eso no debe extrañarse, querido lector, si oye voces. Le ocurre a cualquiera. Cuando más ricamente se halla uno disfrutando del ojo de puente que haya elegido para solazarse va y aparece una voz que a veces suele ser interior y a veces surge de un electrodoméstico, por más cuidado que se haya puesto en taparle las noticias. De modo que no arruine sus vacaciones por tan poca cosa. Científicos del CSIC han detectado que las voces provienen de los políticos. Se desgañitan tanto que llegan a los lugares más recónditos. Se sabe de una voz con ligero acento catalán que pudo ser detectada en la remotísima isla de la Desesperación. Sólo que los científicos no se ponen de acuerdo en si se trata de un efecto o de una causa, me refiero al desgañitamiento de la clase política.

Pero el mal ya está hecho, porque estamos construidos de tan mala pasta que enseguida nos obsesionamos con las obsesiones de los demás y, aun a riesgo de arruinarnos el ocio y el esparcimiento, nos da por especular sobre que no es lo mismo que un político se desgañite porque no le hace caso toda esa chusma que prefiere largarse a las Chimbambas dejándole anclado en su puesto de político, es decir, de desgañitador, que lo contrario, o sea que haya sido la chusma la que ha pasado de él porque se desgañitaba y se desgañita y prefiera pasárselo de rechupete holgazaneando en tumbonas o rincones agropecuarios con encanto. Desde luego, se dice uno recomponiéndose un ánimo que ya siente por los suelos, todo eso afectará principalmente al político, ya que no podrá utilizar la misma estrategia si el desgañitamiento es causa o efecto, pero, merced a ese sexto sentido que poseemos los contribuyentes, sospechamos que algo nos caerá, bien como causa bien como efecto, porque a los políticos nos les ha debido de sentar nada bien que nadie les prestara atención durante un puente que por lo largo y evanescente más parecía gaseoducto, habida cuenta de que, si no gas ciudad, circuló por él mucho gas ciudadano.

Y en ésas están, quiero decir, echando humo puesto que lo que más teme el político es que el votante le coja gusto a pasar de él, se desgañite como causa o se desgañite como efecto, y se instale en unas vacaciones políticas para todo el año. Y, sobre todo, teniendo en cuenta que la chusma está aprendiendo mañas incluso para no oír voces interiores una vez se ha dado cuenta de que los electrodomésticos no sólo arruinan el ocio con una programación insoportable, sino que te pueden colar subrepticiamente avances informativos cuyo único cometido es presentar al político desgañitándose aunque su desgañitamiento adopte la sofisticada forma de la sonrisa. Con el agravante además de que se abre un calendario político tan pobre en elecciones que, por no contemplar, no contempla ni la elección de Miss y Míster Barrio Sésamo, quiero decir, Barrio Nación. ¿Cómo no se van a desgañitar los políticos ante tamaña travesía del desierto? Ya los veo apuntándose a talleres de risoterapia porque, desdichadamente, parecen negados para la seducción. Para la seducción del votante, ese desagradecido que además de cogerse vacaciones de ellos intenta pasárselo bien, el muy desgañitante.

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