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Reportaje:BCC Basque Culinary Center

Hacerse con el gorro de cocinero

Los 56 alumnos viven con intensidad las dos primeras semanas de curso

Visten de blanco impoluto, gorro de cocinero y armados con un maletín de cuchillos que les dieron el primer día como principal herramienta de trabajo. Aún no tienen el nombre bordado en la bata porque saben que queda mucho camino por recorrer en los próximos cuatro años.

Los 56 alumnos de la nueva Facultad de Ciencias Gastro-nómicas y Artes Culinarias de Mondragon Unibertsitatea llevan dos semanas inmersos en el curso que arrancó el pasado 3 de octubre, y al que se sumarán a mitad de año otros 14 alumnos más procedentes de escuelas de hostelería.

Sufren ya el cansancio de horas de pie en la cocina y en la sala donde les enseñan a servir. Pero están sobradamente motivados. "Si tuviera que destacar algo es la ilusión y las ganas con las que han venido", resalta Alex Beitia, director académico.

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Han dejado atrás las pruebas de selección en las que participaron 320 jóvenes procedentes de países de todo el mundo. La motivación que debían de transmitir en unos trabajos fue uno de los requisitos principales para entrar. La mayoría han pagado los 8.000 euros que cuesta la matrícula y algunos han podido obtener las becas que ofrece el centro universitario.

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La facultad es un hervidero de platos que van y vienen, olores que traspasan la cocina y prácticas de maitre en la cafetería donde los alumnos han empezado a tantear la profesión. En los próximos días, los alumnos -23 vascos, 27 de otras comunidades y seis extranjeros-, cocinarán y servirán en la cafetería abierta al público.

Compartir información. A modo de consigna, el centro potenciará, casi como una asignatura más de las siete que tienen en el primer semestre, la cooperación entre los alumnos siguiendo la estela de los grandes chefs vascos que enarbolan la bandera de que no hay secretos en los fogones. Aunque alguno habrá.

Entre los futuros cocineros predomina la apertura de miras en una facultad donde uno de los valores añadidos será la I+D y su repercusión en las empresas del entorno. "Es una carrera nueva con un montón de competencias y conocimientos. Estoy convencido de que van a inventar profesiones, le van a dar un empujón fuerte al sector", apunta Beitia.

La mayoría de los estudiantes han venido con una idea preconcebida de lo que es la gastronomía y bajo el influjo de los grandes cocineros españoles que hacen historia. "Cuando uno inicia una carrera siempre quiere parecerse a alguien que admira. En eso te tienes que fijar, son tus sueños, tus aspiraciones. Pero además, estos alumnos tienen una mentalidad abierta y están dispuestos a dejarse influir por nuevas tentativas", indica el máximo responsable de estudios. Muchos de ellos han descubierto estos días, que además de la cocina, existen otras vertientes en el sector como la investigación, la industria o el trabajo en las salas.

Alejandro Martínez, uno de los 56 alumnos, habla del primer día como el más duro: "Fue muy intenso. Sentimos que era mucho lo que se esperaba de nosotros hasta que te das cuenta de que tienes cuatro años para prepararte y salir como ellos esperan y uno quiere". Son la primera promoción de cocineros con título universitario.

Grupo de estudiantes del BCC que el pasado jueves evaluaron sus primeras experiencias en el centro universitario.
Grupo de estudiantes del BCC que el pasado jueves evaluaron sus primeras experiencias en el centro universitario.JAVIER HERNÁNDEZ

"Esto es un sueño"

A este joven madrileño de 18 años siempre le gustó la cocina. Álvaro Oviedo recuerda jornadas en la cocina junto a su abuela salseando entre las cazuelas. Hace dos años trabajó dos meses de verano en un restaurante y fue cuando descubrió que quería ser cocinero profesional. "Comprobé que la vida de un chef es dura pero sarna con gusto no pica. Disfrutaba con lo que hacía y me compensaba el no salir con los amigos", recuerda.

Estudiando 4º de la ESO leyó en un periódico de su colegio que habían puesto la primera piedra del BCC. Se suscribió al boletín y así pudo informarse de cómo iba la construcción del centro. "Cuando vi lo que costaba la matrícula y que había tanta gente pensé que iba a ser imposible que me cogieran pero al final ha venido rodado y es como un sueño", comenta.

Oviedo está becado y desmitifica que sea una carrera para ricos: "Yo no podría haber entrado si no me hubieran dado facilidades para trabajar y pagar la matrícula". Aún se siente raro con el gorro blanco que "impone y da respeto". De momento, se queda con una frase de Luis Andoni Aduriz: "Que no castremos los sueños, se puede vivir de los sueños y que él está viviendo uno".

"Hay que centrarse"

Belén Castrillo, madrileña con 18 años recién cumplidos, es consciente del revuelo que ha suscitado la inauguración de la nueva facultad gastronómica y por eso insiste en que necesitan "centrarse". Su padre le ayudó a localizar un centro donde formarse para ser cocinera porque "sabía que me apasionaba". No tiene práctica en la cocina más que la que le obligó el tener que hacerse la "cena todos los días porque mis padres no cenaban".

Cuando supo que se abría una nueva facultad con título universitario lo tuvo claro. Reconoce que les ha costado adaptarse a la rutina después de cuatro meses de vacaciones. "El ritmo de horas que hay que meter y el esfuerzo de estar de pie porque muchas clases lo requieren", explica.

Los primeros días han sido intensos; presentaciones, charlas explicativas, primeras prácticas en cocina y sala. Ahora empiezan las clases más teóricas. "Hay días que se hacen más duros pero nos apoyamos unos a otros".

Reconoce que no eran conscientes de las diferentes salidas profesionales: "Pensábamos que se trataba solo de cocinar, porque en casa cocinas pero no sirves, no te imaginas que también hay otras posibilidades".

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