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Ikebana en Algorta

Amor a la naturaleza y comunicación con ella, paz interior, espiritualidad y simplicidad. Todo esto reúne el ancestral arte floral japonés, conocido como ikebana. Eiko Kishi es la vicepresidenta de Ikebana Internacional, una asociación creada en 1991 que cuenta con el respaldo de la embajada de Japón en España. Vive en Madrid desde hace 18 años años, cuando se trasladó siguiendo a su marido, un japonés que se enamoró de España en la luna de miel. Ella aprendió el arte del ikebana en su país natal, como muchas de las mujeres japonesas. Ese es uno de los requisitos para ser una buena esposa, como lo son también saber realizar la laboriosa ceremonia del té, saber cocina japonesa tradicional y baile y, por supuesto, disponer de al menos un kimono de seda auténtica en el ajuar. "El precio medio de cada kimono ronda las 500.000 pesetas. Ahora los hay de poliéster, que valen 10 veces menos, pero no son bien vistos. La mujer japonesa, por regla general, tiene varios kimonos en el armario. Las telas están decoradas con motivos de la naturaleza que reflejan la estación que corresponde", indica Eiko.Su ayudante, Yoko (sorprendentemente rubia), luce un kimono moderno con un estampado de flores de cerezo. La tela de Eiko es simplemente primaveral. Vestidas así y en Espacio Zen Contemporáneo, un local en Algorta (calle Tamarindo, 4; Arrigunaga) donde este fin de semana han impartido un curso de ikebana, se tiene la impresión de haber viajado a Kioto o a cualquier localidad japonesa. Espacio Zen está decorado a semejanza de un hogar japonés. La ilusión es total. Sólo cuando se mira a través de una ventana y se ve la playa de Arrigunaga y el puerto de Bilbao al fondo, los pies descalzos del profano reconocen el suelo que pisan. La fisioterapeuta vasca Rita Lozano, enamorada del Japón, es la artífice de este remanso de paz, donde el tiempo y el espacio disponen de otro sentido y donde se enseña, a través de técnicas milenarias orientales, el conocimiento de uno mismo, la tranquilidad espiritual.

A esta paz se llega también por medio del ikebana, un arte que "refleja la belleza interior de uno mismo", dice Eiko, que es la primera vez que acude a Euskadi para mostrar el arreglo floral japonés.

"Cualquier flor, planta, hoja o rama sirven para realizar el ikebana. También vale cualquier recipiente. Las escuelas más modernas, como la que yo pertenezco, usamos además materiales que no tiene vida, como plásticos, alambres...", comenta Eiko.

Depende para qué situación se realice el centro floral hay que utilizar una u otra planta. "Para recibir a las visitas, se usan flores que no huelan mal o demasiado fuerte. Si son rosas, se les quitan los pinchos, para que la visita no se sienta rechazada", explica Eiko. Mientras, ella y su ayudante Yoko van colocando las plantas con suavidad y precisión. Apenas hablan entre ellas, se comunican con leves gestos. "Es necesario concentrarse, hacer el ikebana en silencio, hablando con las flores", indica Eiko.

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