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Columna
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Inteligencia emocional

Querido lector, querida lectora, es usted inteligente. Ah, no, no se lo digo para darle coba, sino porque lo es. Siga leyendo y verá. En las últimas dos décadas, la idea de que la inteligencia es únicamente eso que miden los test de coeficiente de inteligencia (CI) ha quedado en desuso. Por todas partes aparecen teorías psicológicas, apoyadas en nuevos descubrimientos sobre el funcionamiento del cerebro, que multiplican los tipos de inteligencia que poseemos los -modestamente autodenominados- homo sapiens sapiens.

El psicólogo Howard Gardner y su equipo de la universidad de Harvard, por ejemplo, han identificado hasta el momento nada menos que ocho tipos de inteligencia, distintos e independientes entre sí, y que todos poseemos en una u otra medida: la inteligencia lingüística, la lógico-matemática, la espacial, la musical, la corporal-cinestésica, la intrapersonal, la interpersonal y la naturalista. Lo que entendemos popularmente por inteligencia, lo que miden los test de CI, es la conjunción de las dos primeras, de la lingüística y la lógico-matemática. Pero como todo el mundo sabe, se puede ser un hacha en ese sentido y un zopenco total en otro, careciendo por ejemplo de habilidad social, de la capacidad para ser feliz y hacer felices a las personas que nos rodean. ¿Y qué otra cosa deseamos todos, al fin y al cabo?

Esos últimos conjuntos de habilidades son los que Gardner denominaba inteligencia intrapersonal e interpersonal y que, gracias a los best-seller de Daniel Goleman, la gente va conociendo más sencillamente como inteligencia emocional e inteligencia social. En fin, algo que parece la bomba, novedoso y revolucionario, aunque no sea sino una puesta al día del tratado de Aristóteles sobre las virtudes: "Cualquiera puede enfadarse, eso es algo sencillo. Pero enfadarse con la persona adecuada, en el grado exacto, en el momento oportuno, con el propósito justo y del modo correcto, eso, ciertamente, no resulta tan sencillo".

Imagínese qué éxito está teniendo la teoría de la inteligencia emocional, que hasta Emilio Botín la promociona. Su Fundación acaba de patrocinar el II Congreso Internacional sobre Inteligencia Emocional, que se ha celebrado estos días en Santander, reuniendo a más de 300 expertos en la materia. Se trata, desde luego, de un enfoque muy valioso, especialmente a la hora de educar (en virtudes, como diría Aristóteles) y de forjar el carácter de los jóvenes. Ahora bien, las aplicaciones son múltiples y últimamente abundan las referidas al mundo de la empresa. Que son las que más le interesan, claro, a Botín, quien ha afirmado que la inteligencia emocional ha sido una de las claves del éxito del Banco de Santander, que él preside y que lleva, según sus palabras, aplicándola "desde siempre". Y ahora, dígame, ¿no le enrabieta un poco que los banqueros pretendan ser también paladines de la inteligencia emocional?

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