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Columna
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'Jaiak eta Borroka'

Hace unos diez años escribí que "en el País Vasco la fiesta es una continuación de la política por otros medios", Clausewitz adaptado a nuestras circunstancias, y lo malo es que en 2007 sigue siendo válido. Peor aún: llevamos tres décadas con el acoso "festivo" de la batasunía, que tiene a gala enseñorearse de la fiesta, condicionarla, maltratarla, pasear chulesca por sus espacios, al modo de fascistillas luciendo su camisa negra. Es mucho tiempo. Cualquier persona de mediana edad no ha conocido en el País Vasco otros festejos que los que acosa el radicalismo abertzale, con la prepotencia de quien se cree dueño de la verdad y con derecho de agresión simbólica -o de otro tipo - al que discrepe de sus alucinaciones.

A veces las escenas más queridas de los grupos batasunos las podemos encontrar en el programa oficial de fiestas
Durante años las 'txoznas' parecían una "zona liberada", ocupada por HB, no apta para discrepantes del fascismo radical

A medida que se van abriendo "todos los frentes de lucha" - no todos se cerraron durante la tregua 'permanente'-las fuerzas revolucionarias caen sobre las fiestas con los ímpetus de antaño. De momento: kale borroka en San Sebastián, autobús quemado, ataque al batzoki; manifestación donostiarra "homenaje a la ikurriña" al grito "la solución está en nuestras manos, ikurriña sí, española no", no fue delictivo pero ya me dirán qué tendrá que ver; convocatoria de manifestación para el día grande de las fiestas de Bilbao reivindicando "un proceso democrático" (lo que hay que oír).

A veces las escenas más queridas de los grupos batasunos las podemos encontrar en el programa oficial de fiestas. Algunos ejemplos, no excepcionales. Gernika, 16 de agosto, San Roque, 21.00: "Pasacalles en reivindicación de los derechos de los presos vascos y los refugiados políticos". Aclaración: por supuesto, no hay solidaridad con los vascos perseguidos por el terrorismo, hasta ahí podíamos llegar. Lo mismo en lo que sigue. 30 de julio, Pasajes, Sanferminak`2007, 5 de julio: "A las 20:30, Brindis a favor de los presos y refugiados", Santiagos`2007: "Día del Preso y del refugiado"; a las 24.00, "Homenaje a los presos y refugiados y aurresku en la plaza". "Jaiak eta Borroka" (Fiestas y Lucha) llaman Segi y Askatasuna a su programa alternativo en Etxarri Aranaz. En Llodio hay una "Coordinadora Jaiak" que está cabreada por la negativa del PNV a sus "fiestas populares" - debe de ser que no les dejan hacer todo lo que quieren- y montan un programa alternativo que se anuncia agresivo; en las kalejiras llevarán pancartas y quieren que el personal vaya menos a los otros actos. Y así sucesivamente. ¿Es la guerra? La política por otros medios. Quien gana la fiesta gana el símbolo, algo crucial en el País de las quimeras. Y hace la pascua a los demás, que o traga -y le empiezan a gustar estas mamarrachadas o hasta le parecen normales- o se sentirá extraño, de otro mundo. De eso se trata.

Uno de los grandes fracasos que se produjo en la transición en el País Vasco, aún no solventado, fue lo que sucedió con las fiestas. Tuvo consecuencias graves. Así como, en general, en España las fiestas se democratizaron y alcanzaron un saludable alcance popular del que carecieran durante el franquismo, en el País Vasco no sucedió esto. Los grupos y sectores populares siguieron -y siguen- relegados en buena parte de las fiestas vascas; hace unos veinte años, en casi todas. Se presentó como "conquista popular" del espacio festivo su entrega a la abertzalía radical, que sustituyó a las autoridades franquistas en la tarea de privar al pueblo de fiestas y esparcimientos colectivos. Sus grupos -en algunos sitios, la mayoría de las comparsas- se hicieron dueños y señores de buena parte del espacio festivo, en el que impusieron su estética, sus gustos, sus lenguajes, su agresividad política, la limpieza ideológica... Durante años -en algunos sitios así siguen- las txoznas parecían "zona liberada", un territorio comanche ocupado por HB, no apto para discrepantes del fascismo radical. En los años en los que el terrorismo acosaba con saña a la sociedad vasca fotos de terroristas los enaltecían en tales locales. Proliferaron los pregones que enaltecían las barbaridades, se solidarizaban con los pistoleros que habían caído presos y les presentaban como avanzadillas de la liberación vasca, un sarcasmo que se reproducía en poblaciones donde habían sido asesinados vecinos y se sucedían los desmanes. Buscaban ganar la fiesta, hacerla suya e imponérsela a los demás, construyendo así el paraíso futuro donde camparán a sus anchas, el movimiento se demuestra andando. Da bastante recordar los años en que se paseaban altaneros por las fiestas, sin miramientos ni reparos ante la pasividad general, pues eran suyas, y parecía que también la política.

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La hegemonía festiva de Batasuna ha remitido, pero, como muestran los ejemplos, pervive en muchas localidades y continúa su ocupación de espacios festivos, físicos o temporales. El retorno de la kale borroka y las convocatorias de manifestaciones confirman que no están dispuestos a perder el dominio de la fiesta y de sus ámbitos simbólicos, de resonancia colectiva. Conviene retener su mensaje. Pese a sus demagogias populistas, nunca ha querido la abertzalía unas fiestas en las que todos estén a gusto, sino lo contrario: que quienes no comulguen con sus agresividades se sientan incómodos, en otro mundo. Extranjeros en su pueblo.

Conviene preguntarse además por qué su conquista de la fiesta llegó a tener tanto éxito. La respuesta es clara. Primero, por su agresividad, pues en esta materia echaban el resto. Segundo, porque los demás -especialmente los nacionalistas, pero no sólo ellos- miraron hacia otro lado, como si tener la fiesta en paz consistiese en hacer la vista gorda ante ilegalidades y en confiar en que no hubiese agresiones, a cambio de ceder a glorificaciones del terrorismo, carteles amenazantes, pancartas con insultos y el etcétera consabido, sin parar en mientes de que así se cedía a quienes excluían de la fiesta a los demás y hacían de ella una batalla.

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