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Columna
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Quién mueve el árbol

El nacionalismo radical ha comprendido desde hace tiempo, ayudado por las detenciones de la Guardia Civil, que la cuestión del futuro del pueblo vasco, como a ellos les gusta llamarnos, residía no solo en mover el árbol, sino en recoger también sus frutos. Hasta la fecha, las nueces electorales se iban al capazo del PNV. Descubrieron los radicales que eso era hacer el primo y han decidido que ellos van a ser los que lo muevan y recolecten. Pero para ello necesitan que el árbol sobreviva.

Nos van a decir, a nosotros los vascos, cómo hacer aguantar a un árbol. Hasta fosilizado hemos tenido al viejo sagrado tronco del de Gernika con el nada baladí efecto de que los españoles se crean el cuento de nuestra identidad y particularismo y nos otorguen un Cupo que no se lo salta un gitano. Mucho más fácil es mantener fosilizada a ETA, y seguir meneándola para recibir nuestro agradecido voto, pues a través de Amaiur nos traen en pequeñas dosis bien administradas la paz. De paso, le damos un voto a la cosa más antisistema y surrealista que hay, que es eso de votar a una formación que va de progre con nombre de castillo medieval navarro, defensor del feudalismo más francés que había en España, y que los castellanos -incluidos los vascos y muchos navarros- no querían. Amaiur, con toda su aureola de cuento chino, nos permite darnos el gustazo de votarles, vista la falta de seriedad de los partidos serios.

Por eso falta mucho tiempo para que ETA diga se acabó. Diga, a cara descubierta, que se disuelve, porque antes tiene que engrosar el capazo electoral de los que nos traen la paz. Los partidos democráticos ni siquiera han sido capaces de capitalizar mínimamente el cese de lo que llaman lucha armada. El lehendakari ha fracasado en el intento de un acto conjunto; algunos lo han querido hacer por su cuenta, esperando ingenuos capitalizar algo, cuando eso sólo lo capitaliza los antiguos vicarios de la santa orden del terror. Aquí los únicos designados para sacar algo son los de Amaiur. No sabía el Constitucional lo que hacía soltándoles en el gallinero electoral: desquiciarlo todo aún más y que el fin de ETA esté aún más lejos porque hay que menearla.

Y se nos ha animado tanto a la alegría por lo del cese que ahora uno se siente, una vez más, decepcionado, aunque ya lo estuviera de antes. ¿Pero no sabiáis que era esto lo que iba a pasar? ¿Os habéis puesto a contar cuántas planas les habéis dado con todo este proceso, el número de amables calificativos que le habéis otorgado? Si les habéis hecho la campaña... Y luego va uno y exclama que no le debemos nada a ETA. ¡Pero si es al revés! Os lo deben todo a vosotros y a vuestras temerarias ganas de que esto acabe, para que finalmente, aunque amortajada, los de Amaiur la cimbreen porque les está saliendo todo a las mil maravillas. Jamás árbol tan muerto diera tanto fruto.

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