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La esperanza de vida de los vascos crecerá dos años en la próxima década

Los hombres superarán en 2015 la simbólica barrera de los 80 años de media

El análisis demográfico de Euskadi se enfrenta a una gran paradoja. Sus ciudadanos disfrutan de una de las mayores esperanzas de vida del mundo, lo que se supone que es bueno porque la vida es cada vez más larga, pero, sin embargo, no resulta tan bueno el fenómeno que lleva aparejado, el aumento de las personas mayores y de sus necesidades. En otras palabras, una sociedad cada vez más envejecida. Uno de los últimos estudios del Eustat, que recoge las proyecciones de esperanza de vida de la población de la comunidad autónoma hasta 2020, concluye que las mujeres vascas ganarán en la próxima década 1,5 años de vida (pasando de los actuales 85,5 a 87,1) y los hombres 2,25 años (de 78,7 a 81,05). Las mujeres se mantienen en el primer puesto del mundo en cuanto a longevidad, compartido con las japonesas. Según esas proyecciones, los mayores de 65 años representarán el 22% de la población de Euskadi en el año 2020.

Para 2015 se prevé una relación de 2,8 personas activas por cada anciano

Las razones que explican esta longevidad son múltiples, resalta Unai Martín, profesor de Demografía de la Universidad del País Vasco (UPV). "Está claro que contar con un sistema sanitario de acceso universal y de calidad es uno de los factores, pero hay que tener en cuenta otros aspectos como los hábitos de vida, entre los que la dieta mediterránea es clave; las condiciones de vida, como la vivienda y el trabajo, y, sobre todo, la desigualdad social que existe en un país".

En este punto, Martín resalta que, aunque la esperanza de vida en la comunidad autónoma se encuentra entre las más altas del mundo, no lo es la de aquellas personas que viven en determinadas zonas o la de las clases sociales más desfavorecidas. En estos casos, esa esperanza de vida se asemeja "a la del conjunto de la población hace décadas y es, igualmente, más baja que la de los países de nuestro entorno".

En las proyecciones de población que realiza el Eustat se ha supuesto que la esperanza de vida al nacimiento alcanzará 80,15 años para los hombres y 86,90 años para las mujeres en 2015, precisa Martín González, demógrafo y responsable de ese área en el Instituto Vasco de Estadística. Extrapolando la tendencia hasta 2050, se estima que en ese año la esperanza de vida de los hombres alcanzará los 88,25 años y la de las mujeres 92,25, partiendo de los 76,43 y 83,73 años, respectivamente, en 2001. La población joven ha disminuido drásticamente por la reducción de nacimientos.

¿Cuáles son las consecuencias de tener una población cada vez más envejecida? Entre otras, la forma de financiar esa vejez. El indicador más adecuado es el que relaciona personas mayores y activos, es decir, la población de entre 20 y 64 años. En la comunidad autónoma, se contabilizaban en 1975 casi siete individuos potencialmente activos por cada anciano. En el año 2000, esa relación era de 3,7 activos por anciano. Y para el año 2015 se prevé que sea de 2,8.

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El peso soportado por cada ciudadano potencialmente activo resulta creciente a lo largo de este periodo, lo que confirmaría la cada vez mayor preocupación sobre la sostenibilidad del sistema y la financiación del envejecimiento. Sin embargo, puntualiza Martín González, hay que tener en consideración dos elementos. En primer lugar, "se está asimilando de una forma errónea entre activos que realmente cotizan y población potencialmente activa, cuando estas dos poblaciones no resultan comparables".

Y, por otra parte, "no se tiene en cuenta el hecho de que, si bien ha aumentado el peso de las personas mayores, simultáneamente ha disminuido el de los jóvenes, lo cual debería haber permitido, de algún modo, una transferencia y una compensación entre los gastos de los tipos de dependientes soportado por los activos".

Así, el indicador más adecuado para el demógrafo del Eustat, es el denominado Índice de Dependencia, que relaciona las personas dependientes (la población formada por jóvenes y ancianos que no pueden valerse por sí mismos) y los activos. Desde este punto de vista, el índice muestra una evolución "menos dramática". Expresado en relaciones de personas, en 2015 habría 1,5 ciudadanos independientes por cada dependiente, mientras que en 2008 se alcanzó la cifra de 1,8. En 1975, esa relación era de 1,2 y "en esa época se consideraba que no existía envejecimiento", apostilla.

Tres ancianos toman el sol en la plaza Nueva de Bilbao.
Tres ancianos toman el sol en la plaza Nueva de Bilbao.FERNANDO DOMINGO-ALDAMA

"Hay que repensar la estructura social"

Lo que resulta indudable es que el aumento de la esperanza de vida ha traído y traerá multitud de cambios sociales. "Se produce una redefinición social de las edades y de las fases de la vida. Estos cambios provocan que las estructuras sociales pensadas para situaciones anteriores deban repensarse", explica el profesor de Demografía de la UPV Unai Martín.

En el caso del sistema sanitario, el aumento de la esperanza de vida traerá consigo un mayor número de ancianos que motivará un crecimiento de los cuidados. "Han crecido y crecerán en importancia las enfermedades crónicas. Esto requiere el refuerzo del sistema socio-sanitario de cuidados, en fase de desarrollo en la comunidad autónoma", añade.

En la actualidad, el sistema sanitario hace frente a las necesidades que se deberían responder desde otro tipo de instituciones sociales, con el apoyo de la Administración, "lo que mejoraría la atención y supondría un ahorro de recursos". "Y en nuestro país", prosigue Martín, "son principalmente las familias y, sobre todo, las mujeres, las que están manteniendo un sistema que está condicionando su propio desarrollo personal y profesional".

Considera que la ley de la Dependencia es una de las respuestas posibles, pero hace falta que ésta sea desarrollada y financiada de manera adecuada. Además del sistema sanitario, casi todas las instituciones y sectores deben adaptarse a los cambios que están por llegar. Por ejemplo, el mercado inmobiliario. El envejecimiento provoca el aumento de familias de una sola persona a las que el actual parque de viviendas no se encuentra adaptado.

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