_
_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

La gran normalidad

La ideología dominante es la ideología de la clase dominante, y descendiendo de lo general a lo particular, como mandan los cánones de la ortodoxia, la ideología dominante de aquí es la ideología de los que han constituido este proyecto de Estado nacional-corporativo que nos permite aguantar como verdades lo que no son más que construcciones de un discurso para pastorear a las masas. Tan pretenciosa y cursi introducción no es más que para considerar exageradas las sorpresas y las albricias que ha generado la visita de Antonio Basagoiti a Euskaltzaindia, pues hay quienes la consideran como algo ajeno a la derecha vasca. Pues no; la derecha tradicionalista ha jugado un largo y fundamental papel para que esta institución de todos los vascos, y parte del extranjero, exista. Y, por el contrario, recordar que no es tan nacionalista como se cree, que en la redacción del Estatuto, Euskaltzaindia "es institución consultiva oficial en lo referente al euskera", y no "la" institución consultiva oficial porque el PNV se opuso, pues estaba pensando en otras instituciones también. No es pues tan nacionalista una institución que debe ser de todos, y es normal que en esta etapa de normalidad propiciada por el actual Gobierno vasco el líder del PP se acerque a Euskaltzaindia.

Y, una vez dicho esto, considerar que será otro hito para la normalidad que la Vuelta Ciclista a España pase por Euskadi este año que viene, y así, hito sobre hito, es posible que acabemos siendo normales. Pero lo que no es tan normal es el campo de batalla en que han convertido los abertzales Euskal Telebista, precisamente para sabotear la normalidad que, cual mancha de aceite, se está extendiendo en este nuestro oasis vasco.

Todo se mueve en ese sentido, incluida la gran normalidad de que ETA desaparezca para siempre. Y está desapareciendo de tal manera que el esperado manifiesto, que nada nuevo dirá, y al que los comentaristas y mediadores volverán a descubrirle aspectos positivos, tampoco ha aparecido este fin de semana. Y digo que nada nuevo dirá, porque la estrategia de ETA y de todo ese mundo que le acompaña, demasiado verde todavía para asumir la democracia, es concebir la negociación como el llevar el cántaro a la fuente tantas veces para romper al final la fuente. Que es para lo que está el mediador Brian Currin, cuya experiencia fundamental como negociador fue en su país, Sudáfrica, donde la solución pasaba, como no podía ser de otra manera, por cargarse al Estado. Lo que ocurre es que el Estado español no es precisamente un Estado racista y antidemocrático. Es decir, que en este caso no colaría destrozar la fuente, sino romper el cántaro de una vez, pues el cántaro de ETA es el antidemocrático. Lo normal será que no haya manifiesto de ETA que diga que se acabó, porque no hay en ese mundo quien se atreva a asumir los asesinatos que han cometido para acabar cerrando la barraca sin pena ni gloria.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_