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Columna
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La hidra dormida

Pues esto fue todo, amigos. Esta noche arderá la última cera que nos queda. Una vez más, al unísono, hemos vuelto ratificar, sonora, alborozadamente, la Declaración de Derechos del Hombre y del Ciudadano: libertad, fraternidad, igualdad... Laicismo no tanto, pero es que con Dios y los devotos de san Josemaría en la cocina, eso se nos complica un pelín. ¡Pelines a la mar! La hidra festiva de un millón de cabezas se hizo carne apasionada y derrochó alegría entre nosotros. ¡Qué derroche de generosidad y de energías!

Dormido el monstruo de un millón de cabezas, por aquí intentaremos seguir vendiendo sanas energías, más que nada eólicas, a los visitantes que nos han abrumado con su amabilidad. En los EE UU hemos abierto delegación y vamos a la conquista del Medio Oeste. Con los americanos hay buen feeling. Ellos, como nosotros, saben de conducciones míticas del ganado, a través de desfiladeros infernales, pese a los asaltos de espontáneos y cuatreros. En Oriente, estamos peleando como gigantes para introducir los molinos de viento. Los océanos de incomprensión son insondables por tan remotos parajes, pero como Francisco de Javier, tenemos un pie puesto en el Imperio del Sol Naciente y otro a las puertas de la Gran Muralla. Más tensas vienen siendo nuestras relaciones diplomáticas con los aguerridos germanos, por lo demás capaces de tumbar en la ingesta festiva de abismales cantidades de cerveza al más resistente de los nuestros; pero es que su perenne amenaza de llevarse la Volkswagen a cualquier país del Este, empieza a rayar en el mobbing colectivo. Conque el neoliberalismo era esto. El mobbing colectivo o el síndrome de que nos están comiendo la moral.

La perenne amenaza germana de llevarse la Volkswagen a cualquier país del Este empieza a rayar en el 'mobbing' colectivo

La moral, en sí, la tenemos alta. En concreto, en lo alto de la Estatua de los Fueros. Allá arriba lleva cien años ejerciendo de matrona foral Rosa Oteiza. Rosa posó ante el artista esgrimiendo la Ley Paccionada en una mano, a modo de detentebala, y las cadenas del Reyno en la otra, cual arma defensiva con la que disuadir al enemigo exterior. Más fieles a la matrona que a la nada original teoría bushiana del ataque preventivo, las autoridades regionalistas prefieren hostigar permanentemente al enemigo exterior, aun cuando éste ande a la desbandada, que lamentar agravios.

Pese a lo mucho que debemos a la matrona, en este 2003 ya centenaria, la estatua nunca ha tenido inauguración oficial. Como todos los artistas que los siglos han visto, el escultor puso a la matrona foral el dulce rostro de su amada. El problema es que el rostro de su amada no era el de su amante esposa, sino el de una espina que ésta tenía clavada con el nombre de Rosa. Fuera de los sanfermines la bandera de la moral católica ondea alta en Pamplona, incluso cien años después del inaudito escándalo de Rosa.

En materia de escultura urbana, últimamente hemos tenido por aquí el monumento a lo que Rosa Oteiza osó poner en peligro (la familia), los pastiches de un devoto de san Josemaría, la vera efigie de algún querido y muy castizo polígrafo local, y mucho arte de rotonda, variante y autovía. En una variante inauguramos antes de las elecciones el mayor armatoste mundial en su género. No sé de quién es, ni juzgar su valor escultórico, si es que lo tiene: si es algo distinto a mera decoración electoral. No soy de los que se juegan el físico en una variante por amor al arte.

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Pronto inauguraremos un auditorio que doblará en aforo al de las ciudades vecinas. ¿Para qué tanto? Bueno, la mucha guerra que le han estado dando al ministro Arenas, ha impedido por el momento que se nos otorgue el título de gran ciudad, pero las dotaciones ahí están. Ahí queda eso y un tomate urbanístico que cuando vuelvan el año que viene no nos van a conocer. ¡No falten!

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