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Reportaje:GREGORIO ROJO

El hombre autoconstruido

El presidente de la Vital, Gregorio Rojo, estudia sus opciones de cara a la reelección al frente de la entidad

Pedro Gorospe

Todavía le quedan cuatro o cinco vidas, dicen quienes le conocen. El presidente de la Caja Vital, Gregorio Rojo, (Briviesca, 1952) tardó apenas diez minutos en sobreponerse el domingo pasado al batacazo de su plataforma en las elecciones a la Vital. "Tenemos que reflexionar", dijo nada más conocerse los resultados, un tanto nervioso y decepcionado. Aquello ya es historia. Y Rojo no es hombre que abandone. Aunque todavía no ha hecho pública su decisión, el hombre que ha llegado a la cumbre de la principal entidad financiera alavesa desde una familia humilde y sin formación académica, se prepara para la reelección y para afrontar el proyecto de convencer a los más críticos del proyecto más importante de su carrera: la integración de la Vital en un proyecto de caja única que la catapulte a la cabeza del ranking nacional de entidades de ahorro.

"O se le ama o se le odia", coinciden sus amigos y también sus enemigos
Combina las grandes ideas con ese toque de alavés provinciano

Y en ese empeño de convencer nadie conoce sus límites. Quizás por sus propios orígenes, está acostumbrado a hacer posible lo imposible. Hijo de ferroviario -por eso nació en Briviesca, pero vive en Vitoria desde niño- tuvo que abandonar los estudios muy pronto, y ponerse a buscar recursos, mientras sus compañeros seguían hincando los codos. Una tarea a la que también se enfrentó su hermano Javier, el ahora presidente del Senado, y que ha marcado su carácter y su forma de afrontar la vida.

LLegó a la Vital en 1992, como vicepresidente segundo, con un bagaje económico labrado en el mundo del comercio minorista. El origen fue un puesto de pescado y marisco que regentó en la Plaza de Abastos de Vitoria, y que con el tiempo se ha convertido en una empresa de distribución alimentaria que funciona muy bien y que no abandona a pesar de la presidencia de la Caja.

Cuando a las cinco de la mañana, enfundado en su tres cuartos de cuero negro, se dirige escuchando algo de funky, o el último corte de Ortophonk a su empresa, nadie diría que es capaz de anudarse una corbata al cuello, y discutir sobre warrants o tomar decisiones acertadas sobre inversiones estratégicas.

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Sin embargo todos los días se levanta a esa hora y para antes de las seis ya está en su negocio. A la Vital se incorpora un par de horas después.

"O se le ama o se le odia", pero no deja indiferente a nadie, coinciden amigos y enemigos. Directo y sin medias tintas no se caracteriza por ser especialmente diplomático. Tras un almuerzo con lo más granado del mundo empresarial vasco, en 2005, para explicarles el acuerdo al que habían llegado los tres presidentes de las entidades para impulsar el proyecto empresarial de la fusión, les dijo: "Menos aplausos y empezar a mojaros en público".

Pertinaz, y duro, combina su poder de convicción con temibles arranques de mala leche. Combina su afiliación al PSE, con la independencia del partido con la que actúa en muchos asuntos. Y combina grandes ideas como los proyectos Vitalquiler -1.000 viviendas de alquiler para jóvenes- o Krea -toda una infraestructura dedicada a dar rienda suelta a la creatividad de la sociedad alavesa- con ese toque de alavés provinciano que a veces destilan los productos de la tierra.

La constante que equilibra su vida y que pone ese toque de sentido común necesario cuando el universo se descontrola son las tres mujeres que le acompañan pase lo que pase, su esposa, y sus dos hijas Dorleta y Naiara. Bailarinas profesionales de clásico y folclore, que se han curtido y profesionalizado en Madrid, acaban de volver a la capital alavesa para dirigir una escuela de baile, la Danzateria.

"Es auténtica veneración lo que siente por ellas" asegura un amigo de la infancia.

La palabra como contrato y como activo

Cuando en el año 2000 Rojo ganó las elecciones a la Vital con una plataforma formada por ciudadanos y políticos no nacionalistas, le dedicó la victoria a Fernando Buesa. Un día antes de que ETA lo asesinara, se había reunido con su compañero y amigo para confeccionar la lista. No pudo disfrutar de la victoria.

Sin embargo el triunfo fue providencial y marcó el futuro de Rojo en la entidad financiera ya que a partir de esa fecha, como vicepresidente primero y encargado de las relaciones laborales, llevó la paz social a la entidad después de varios años convulsos. Hasta tal punto se ganó la confianza del personal que cuando en 2004 presentó su candidatura a la presidencia, la sacó adelante gracias a los asambleístas de ELA.

"Tiene crédito entre los trabajadores. Nadie cuestionó su capacidad para asumir la presidencia, y nadie cuestiona su gestión que ha llevado la caja a la senda de los beneficios altos", aseguran desde la institución.

También se llevó el gato al agua cuando convenció al presidente del SEA, Juan José Azurmendi, afiliado al PNV, para encabezar su plataforma ante el 17 de febrero, aunque al final el fraccionamiento del voto le perjudicó.

Posiblemente a estas horas está pensando ya en la siguiente batalla, la conformación del nuevo Consejo de Administración, y la elección de presidente dentro de un mes. Seguro que desde alguna de sus dos atalayas ya ha analizado las opciones y ha puesto la maquinaria en marcha. En Vitoria vive desde siempre en Armentia, la zona alta de la capital, la más cara y elitista. Desde allí mira al norte para ver como crece su ciudad. Su otra pasión, el mar, la ejerce en Estepona. Allí mira al sur para perderse en su inmensidad.

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Sobre la firma

Pedro Gorospe
Corresponsal en el País Vasco cubre la actualidad política, social y económica. Licenciado en Ciencias de la Información por la UPV-EHU, perteneció a las redacciones de la nueva Gaceta del Norte, Deia, Gaur Express y como productor la televisión pública vasca EITB antes de llegar a EL PAÍS. Es autor del libro El inconformismo de Koldo Saratxaga.

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