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Reportaje:

El lenguaje de los tocados medievales

Dos vecinas de Artziniega recuperan los modelos que utilizaron las mujeres vascas en la Edad Media para ocultar su cabello

Desde el siglo XII hasta finales del XV las mujeres pudientes no veían la luz del día si no lucían sobre sus cabezas una pieza de hilo, lino o algodón. Cada mañana, las tocaderas de las damas vascas de la Edad Media cosían el tocado a sus señoras y la forma que le daban anunciaba, entre otros detalles, si la doncella estaba casada, en edad de contraer matrimonio o viuda. Con la idea de recuperar los diseños más característicos del País Vasco y Navarra, las alavesas Mariví Canibe y su hija Estíbaliz Santiesteban, ambas apasionadas de la historia, comenzaron hace casi nueve años a recopilar las imágenes de los tocados más representativos de la época, que luego han reproducido sobre tela. Tienen ya una colección de 24 -entre ellos, los típicos de San Sebastián, Vitoria, Pamplona y Bayona- y prometen que continuarán hasta haber confeccionado los modelos originarios de las principales localidades y comarcas vascas. Algunos de estos tocados ya ha sido expuestos al público en Vitoria, en Lesaka y en Arrigorriaga.

El fin último del tocado recuerda al del velo árabe. "Las mujeres de la Edad Media no podían salir sin tocado, porque mantener el pelo a la vista era una especie de provocación", explica Canibe, ama de casa de 50 años. Ella y su hija Estíbaliz, vecinas de Artziniega, comenzaron a interesarse por las vestimentas de la Edad Media cuando se ataviaron con ropas medievales con ocasión del primer mercado de esta época que se celebró en su localidad en 1998. Ninguna de ellas, confiesan, sabían coser siquiera un botón y fue la abuela, Pilar Polancos, modista de 80 años, quien enseñó a su hija y a su nieta a dar las primeras puntadas. "Al principio, nos costó un poco comenzar a coser los tocados, hasta que le cogimos el truco", admite Santiesteban, administrativa de 27 años.

Pero antes de armarse de aguja y dedal pasaron un número "incontable" de horas en las bibliotecas públicas de Bilbao en busca de los modelos que utilizaron las damas vascas para cubrirse. Una de las fuentes más importantes en su investigación ha sido el cuadro Boda en Begoña, que Francisco de Mena pintó en 1607 y que, expuesto en la biblioteca foral, inmortaliza a 40 señoras de clase alta engalanadas para asistir a un enlace nupcial.

Madre e hija afirman que en ocasiones la forma del tocado está relacionada con la orografía del terreno. El de la localidad encartada de Gordexola, por ejemplo, es plano, al igual que sus tierras; las formas onduladas del de Artziniega evocan sus colinas; y el del concejo alavés de Trespuentes tiene forma de pico. En la silueta que se eleva en forma de montaña recortada del tocado de San Sebastián, Santiesteban cree ver el monte Igeldo. También el influjo de la religión marcó estos diseños. El tocado de Orduña tiene influencia de la judería que conservó esta ciudad en la Edad Media. Y la parroquia de Lesaka prohibió en el año 1600 que las mujeres asistieran a misa con tocados coniformes por ser considerada esta imagen, dado su parecido a un falo, una "figura inadecuada y escandalosa", según rezan las crónicas de la época.

Las tocaderas adaptaban las formas características de cada zona a la simbología que declaraba el estado civil de sus señoras. Si estaba casada, las telas ocultaban la nuca y el cuello, partes que quedaban a la vista si se encontraba en edad de merecer. Las niñas preservaban la nuca al descubierto y a las viudas les peinaban un cuerno o, si se casaban de nuevo, las tocaban con dos. La cantidad de tela servía también como un indicativo de estatus. "La gente pobre no llevaba tocado, porque las telas eran caras. Cuantas más varas de hilo o lino llevara, más poder adquisitivo demostraba", señala.

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