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Entrevista:YAYI BAYAME | Activista senegalesa contra la inmigración clandestina

"Si nuestro marido emigra, sólo nos queda depender de otro hombre"

El hijo de Yayi Bayame (Dakar, Senegal, 1958) murió al intentar alcanzar España en una patera. Miles de mujeres viven el mismo drama cada año en África. De hecho, la mayoría de las del pueblo pesquero en que reside perdieron a los suyos en la misma patera. Sin estudios, sueldo ni participación en una sociedad machista, la emigración les arrebata también aquello a lo que han dedicado su vida: la familia. Sin embargo, la historia de Bayame es diferente por cómo reaccionó: reunió en su casa al resto de mujeres para afrontar juntas el duelo. De ese grupo surgió el Colectivo de Mujeres para la Lucha contra la Emigración Clandestina de Senegal, presidido por Bayame y respaldado por la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR). Recientemente, participó en unas jornadas en Bilbao de la ONG Fundeso.

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Pregunta. ¿Cuando los hombres se van, cómo quedan las mujeres?

Respuesta. Por razones culturales, y por tener que cuidar de los hijos, la mayoría no emigran. La mujer gana prestigio si sus parientes logran llegar a Europa, pero queda muy fastidiada. Somos esclavas de nuestra familia, y cuando el marido se va, nos quedamos a cargo también de la suya, y todo el pueblo nos vigila. Como la cultura es polígama, los emigrantes no envían dinero a la esposa, sino al padre. Sin un sueldo, sólo nos queda depender de otro hombre: el padre, un primo,... Las mujeres se derrumban sólo de acercarse al mar, porque recuerdan a los muertos en la patera. Por lo menos, forma parte de nuestra cultura apoyarnos, llorar juntas.

P. ¿Qué opciones propone su colectivo?

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R. Realizamos diferentes proyectos: producir cuscús, pescado, muñecas artesanales, zumos,... Tener trabajo remunerado mejora las condiciones de vida y ayuda a superar el duelo. Les enseñamos a escribir, porque promoviendo la educación no se podrá hablar todavía de igualdad, pero sí de cercanía entre mujeres y hombres. Sensibilizamos a las madres, quienes financian el viaje a sus hijos. El nuestro es un país joven que deben construir los jóvenes.

P. ¿Emigran con una imagen idealizada de lo que les aguarda en Europa?

R. Ese no es el problema. Se van porque no tienen trabajo, sabiendo que pueden morir. Viajan en condiciones atroces, sin GPS, con frío,... Y yo no podría vivir en un lugar como Lavapiés [un barrio de Madrid]: las casas son estrechas y la mía es muy grande, huelen mal... Conocí ahí a 20 personas que vivían en el mismo piso, la mayoría sin trabajo. ¿Por qué no cuentan eso a sus conocidos en África, y sólo dicen lo bueno? Porque perderían prestigio.

P. ¿Cómo debe ayudar Europa a África sin generar dependencias?

R. Hay que impulsar proyectos de codesarrollo de manera directa con las estructuras organizadas de África. La ayuda al desarrollo da más visibilidad a las asociaciones locales que estamos creando.

P. España repatría a los inmigrantes indocumentados.

R. Los repatriados quedan muy afectados psicológicamente, con ganas de suicidarse incluso. Fracasar en el proyecto migratorio les quita prestigio. Me parece normal tener que regular ante un movimiento migratorio excesivo. La solución es que España negocie contratos temporales en el país de origen, a través de las asociaciones locales, para sectores como la agricultura, la construcción o la pesca. La asociación haría un seguimiento del joven emigrante para darle un futuro al terminar el contrato.

P. Trabajan con menores.

R. Participan en nuestros proyectos. Estamos creando con CEAR un orfanato para hijos de muertos en las pateras, y organizamos unas jornadas de lucha deportiva como actividad de sensibilización. Hablamos con los padres de menores en centros de Gran Canaria para que los reagrupen, ofreciéndoles formación en Senegal. Los menores se frustran en España, porque sus padres les presionan para que les envíen dinero, y se encuentran con que no pueden trabajar.

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