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1,3 millones de vascos se asoman a la sequía

Los embalses que abastecen al Gran Bilbao y Vitoria están a menos del 40% de su capacidad

El 90% de la población, la industria y los servicios de Vizcaya y Álava (en conjunto casi 1,3 millones de personas) se abastece de los dos pantanos del Zadorra. Los embalses alaveses de Ullibarri y Santa Engracia, con una capacidad máxima de 192 hectómetros cúbicos, se encuentran en estos días a poco más de un tercio de ese volumen (en concreto un 38,47% de su capacidad total), un nivel que resulta inusual para estas fechas y que se considera técnicamente como de inicio de sequía. Sin embargo, octubre y noviembre han sido meses especialmente secos y, sobre todo, cálidos, lo que ha sumado evaporación a la ausencia de precipitaciones. "Probablemente, desde que se controlan los datos meteorológicos, no se haya registrado un otoño con temperaturas tan altas como este. Con seguridad, octubre y noviembre han sido los más calurosos de los últimos diez años", apunta Santiago Gaztelumendi, del Servicio Vasco de Meteorología-Euskalmet.

El pantano del que beben San Sebastián y su comarca se halla a casi el 60% de su nivel

Así que no extraña que tanto en el Consorcio de Aguas de Bilbao, propietario con Iberdrola de los embalses del sistema del Zadorra, como en Amvisa, la entidad encargada de gestionar el agua en Vitoria, la preocupación sea patente. "Las lluvias de hace una semana sólo han servido para frenar la bajada espectacular que viven los pantanos", señala un portavoz del Consorcio. "Estamos trabajando continuamente con distintos servicios meteorológicos, pero nadie se atreve a decir si lloverá o no", añade.

Gaztelumendi sólo avanza un pronóstico genérico para los próximos cuatro días: descenso de temperaturas, precipitaciones frecuentes, pero débiles, vientos de Oeste y Noroeste y nieve desde 1.500 metros. El sistema que abastece a Bilbao y Vitoria necesita mejores predicciones, pues su mayor fuente de abastecimiento son las nieves del macizo de Gorbea.

Consorcio, Amvisa y la Confederación Hidrográfica trabajan codo con codo en la resolución de la crisis que ha colocado los embalses en nivel de inicio de sequía tras haber pasado el de alerta. Se han puesto en marcha el bombeo desde el Cadagua, las correntías de Arratia y el acuífero de Subijana, sin olvidar la continua llamada al consumo responsable. "Pero, antes que nada, tiene que llover, porque si no esas medidas de traída de agua desde otros lugares no se pueden poner en marcha", apunta José Antonio Zabala, gerente de Amvisa.

Zabala vivió la sequía de 1988 a 1990, que tuvo un inicio muy parecido a la actual situación. Ahora bien, Bilbao consumía entonces un 30% más de agua que hoy y Vitoria, un 15% más. "Y sin olvidar que, tras 40 años de lluvias, no teníamos una memoria histórica que nos explicara cómo afrontar una sequía", recuerda. Ahora, están preparados: "La sequía la salvamos, seguro. El Gobierno está haciendo una labor muy buena por diversificar fuentes de suministro, tarea que llevará muchos años". De todos modos, trabajan como si estuvieran en aquellos años 80.

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En San Sebastián y su comarca, con localidades como Rentaría, Hernani o Lasarte, no se vive una preocupación tan alta. El embalse de Añarbe, que abastece a esta conurbación de 305.000 habitantes, se halla al 59,74% de su capacidad, sólo 13 puntos por debajo de la cota del año pasado. Enrique Noain, gerente de Aguas del Añarbe, reconoce que la única medida tomada ha sido "mantener parada la central hidroeléctrica, que se solía poner en marcha en septiembre".

Otros embalses guipuzcoanos no gozan de tanta fortuna: el de Ibai Eder, del que dependen localidades como Azpeitia, Azkoitia, Zumaia, Getaria o Zarautz, se encuentra al 33,19%; y el de Arriaran, que abastece a Beasain y Ordizia, al 27,1%.

Aquel otoño de 1988

El ingeniero Ángel Silveiro vivió de cerca la sequía de 1988-1990. Trabajaba en el Consorcio de Aguas del Gran Bilbao, que entonces dirigían Beti Duñabeitia y José Miguel Eizaguirre. Con ellos tuvo que bregar para resolver la situación más grave que han vivido Bilbao y Vitoria en el abastecimiento de agua "desde aquella sequía de los años 40, la que motivó la construcción de tantos pantanos", recuerda, "pero los que en 1988 trabajábamos en el Consorcio no la habíamos sufrido".

Y fueron 40 años de lluvia constante, una historia meteorológica extremadamente húmeda que llevó al olvido aquellos años secos. Así que cuando aquel otoño de 1988 no llovió, las alarmas naturales no saltaron. "El verano había sido lluvioso, incluso subió el nivel de los embalses", apunta. Mas llegaron enero, febrero y marzo de 1989 y seguía sin llover. Para cuando el cielo descargó con fuerza en abril ya era tarde: se había roto el ciclo de los embalses, que comienza en octubre.

En mayo de 1989, se empezaron a tomar las primeras medidas que llamaban a un uso responsable del agua. En octubre, llegaron las restricciones. "Fue el primer momento en el que la ciudadanía vasca que había conocido el abastecimiento doméstico tuvo conciencia de la importancia del agua: las fábricas comenzaron a reciclar, los ciudadanos a cerrar los grifos, los ayuntamientos a reparar fugas", concluye Silveiro.

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