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Columna
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Esto se mueve

Esto se mueve y el cambio es real y vertiginoso. Además, el Gobierno que preside López se ha reforzado mientras más piedras han puesto en el camino los adversarios del cambio. Frente a los retos, ante la necesidad de dar con hechos respuestas, desde la huelga general al asesinato del inspector Eduardo Puelles, pasando por algunos durísimos discursos del PNV, en cada reto el Gobierno vasco ha salido reforzado. Esto se mueve en la buena dirección, porque hay algo evidente y obvio que sólo algún profeta de la "transversalidad" se atrevía negar: los que gobernaban antes eran parte del problema; habían preferido enquistar el problema para vivir del conflicto, no salíamos del circulo vicioso. Desaparecidos del centro de la escena, hasta el dolor se convierte en instrumento para luchar por la libertad. Y, además, ya no hay desamparo; hay Estado.

Desde la emoción que producen las palabras de esa viuda valiente con la bandera del féretro de su esposo en su mano, con una sinceridad que reclama a los partidos que dejen hablar a las víctimas, volvámonos inmediatamente a la serenidad, a la reflexión racional y la constancia porque estas escenas ya las vivimos hace años. Las vimos en Ermua cuando asesinaron a Miguel Ángel Blanco. Entonces, Onaindia (optimista siempre él) le dio por llamar a aquellas fechas la revolución democrática de Ermua. Pero luego les dejaron volver a la calle, a aterrorizar en los pequeños pueblos y aldeas, a dominar las conciencias, y pactó la comunidad nacionalista en Estella la exclusión de los demócratas de este país. Después de la emoción volvamos a la razón, a mantener que son delincuentes con los que el Estado, si no quiere caer en el abismo, no puede negociar.

Hemos visto a todos los policías portar el féretro de su compañero asesinado, todos los partidos democráticos juntos, Basagoiti haciendo loas al Gobierno de López que él propició. Ha sido la respuesta adecuada para que los asesinados no caigan gratuitamente, y para crear esperanza, para volver a esperar por enésima vez que en esta ocasión aprendan los que nos mandan, y no volvamos a desandar sobre nuestros pasos.

Pero cuidado con los excesos en la oratoria; no somos como ellos, somos demócratas. La democracia es inclusiva, el nacionalismo segrega. Nosotros no distinguimos en la desgracia ni ante la ley entre los nuestros y los de ellos; no somos un clan feudal. Toda la sociedad es de los nuestros, hasta los dementes, enajenados y fanáticos asesinos, pues toca, a los demócratas, si queremos seguir siéndolo, velar incluso por sus derechos. Nosotros no podemos recrearnos en frases propias de clan medieval. Ya lo hemos dicho, era de los nuestros; lo era, dicho por un lehendakari de todos, para que quede claro que no le abandonamos. Pero nosotros, una vez dicho, tenemos que superar esas viciadas frases de clan nacionalista que en su día puso, quizás sin pensarlo, en sus labios Sudupe. Ellos también forman parte de esta sociedad para la que tenemos que conquistar la libertad.

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