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Reportaje:

Un museo para la boina

La centenaria fábrica de La Encartada de Balmaseda abre sus puertas como museo textil

El Museo de la Boina, situado en las antiguas instalaciones de La Encartada, en el barrio de El Peñueco de Balmaseda, abre sus puertas el miércoles. Este museo de industria textil recoge los primitivos sistemas de lavado de la lana: el primer cardado e hilatura, el tejido de la boina, su remallado y posterior batanado. Pero la boina, una prenda no genuinamente vasca, ha tenido una influencia mucho más importante en la historia reciente del País Vasco que la derivada de su producción industrial.

Parece históricamente probado que Bilbao se salvó del asedio en la primera guerra carlista gracias a una boina, la que cubría la cabeza del general Tomás de Zumalacárregui y que le identificaba como oficial. El de Ormaiztegi había puesto sitio a la capital vizcaína el 10 de junio de 1835, pero, en su empeño por reconocer personalmente las posiciones, el día 15 subió al balcón de un edificio de Begoña y resultó alcanzado en una pierna por la bala disparada por un francotirador del ejército que defendía Bilbao. Zumalacárregui fallecería en Zegama nueve días después.

El asentamiento de la prenda en el País Vasco estuvo asociado a las guerras carlistas

Los historiadores están de acuerdo de que la boina no es, genuinamente, una prenda vasca. Fue introducida, precisamente, por las tropas carlistas durante las guerras de sucesión. Aunque en sus orígenes tuvo estas claras connotaciones bélicas, con el paso del paso del tiempo se fue generalizando su uso entre la población civil a pesar del anatema del general cristino Baldomero Espartero, conde de Luchana. En 1838 decretó que se prohibiese "el uso de la boina a toda clase de personas y estados, así militares como paisanos", porque "solo tiende a la confusión y alarma".

En 1859 se inauguró en Tolosa la Fábrica de Boinas Elósegui y, y treinta y tres años más tarde, la Fábrica de Boinas La Encartada de Balmaseda, auspiciada por Marcos Arenas Bermejillo. La fábrica vizcaína llegó a tener una producción de 300.000 piezas anuales en la década de los sesenta. Actualmente la boina está en claro desuso y su utilización más abundante es en los cuerpos policiales y militares, con lo que vuelve a recuperar sus orígenes bélicos. En la iconografía actual, se identifica con las apariciones de los portavoces de la banda terrorista ETA.

Los vascos adoptaron a la boina, según Miguel de Unamuno, porque era "una prenda niveladora, al ser más cómoda y más barata que otros tocados". La boina, señala la historiadora Olga Macías, no se libró de connotaciones políticas a finales del siglo XIX y principios del XX. Al parecer, los bizkaitarras abogaron por el uso de boinas de vuelo más amplio que las guipuzcoanas, quizá siguiendo la imagen popularizada de Zumalacárregui, aunque en paño azul o negro en vez de rojo. Los tolosarras desaprobaron este tipo de boina bilbaína al estimar que no le sentaba bien a cualquiera. Los ortodoxos del euskera sostienen que la palabra txapela corresponde a sombrero, pero la costumbre hace ley y seguirá siendo sinónimo de boina, como txapeldun lo es de campeón con boina.

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