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Columna
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El perro y el tonto

El perro se llamaba Natividad. El tonto se llamaba y aún se llama Guillermo Vargas. Dice que es un artista conceptual y, por lo visto, hay gente que le cree. Estos días corre por Internet su nombre a causa de un suceso que ocurrió hace unos meses, en agosto del año pasado.

En una galería de arte de Managua (Nicaragua), Vargas expuso un montaje donde el protagonista era Natividad, un perro vagabundo que atrapó, con la ayuda de varios chiquillos, entre las casas de aluminio y cartón de un barrio de la capital nicaragüense. Vargas quería armarla sacrificando al perro por el arte (por el arte de hacerse famoso sacrificando perros). Se lo llevó a la galería de arte, lo amarró a la pared con una cuerda corta y en la pared de enfrente, escrito con comida para perros, escribió la siguiente leyenda: "Eres lo que lees". Mientras tanto, en la sala de exposiciones sonaba al revés el himno sandinista y ardían en un incensario 175 piedras de crack y una onza de marihuana. Ya sólo hacía falta, para que la obra de arte conceptual se cumpliera, que el perro se muriese lentamente de hambre y de sed. Vargas lo consiguió. No era difícil. Tampoco era difícil que Vargas alcanzara su objetivo de llamar la atención y ser seleccionado para participar en la afamada Bienal Centroamericana de Arte, que se celebrará en Honduras este año.

Los vendedores de humo están de enhorabuena desde que el arte es "cosa conceptual"

Ya no hay perro. Podemos afirmarlo aunque no existan pruebas materiales de que Natividad, el desdichado can sacrificado al arte conceptual por un tonto, muriese en esa sala donde podemos todavía verlo en un vídeo colgado en You Tube. Los cornudos del viejo arte moderno se encogerán de hombros. No saben, no contestan. Se limitan a formar largas colas en los parques temáticos del arte, a jugar a la tómbola del arte en las barracas de Arco, por ejemplo, o a ver trajes y motos en el Guggenheim. Ahora van a auditar a la empresa que hace las compras de arte del museo bilbaíno, después de que en la cesta de la compra se abriera un agujero de seis millones de euros debido a una ruinosa operación con dólares. Afortunadamente, la propuesta del PSE en el Parlamento vasco ha salido adelante. Ya que auditar el arte no es posible, auditemos al menos a la empresa que compra obras de arte con nuestro dinero, dado que todo necio, como escribió Antonio Machado, confunde valor y precio.

Hace dos años, se expuso en el Centro Reina Sofía de Madrid un vídeo de 53 minutos en el que se veía matar a martillazos a una vaca. Son las cosas del arte conceptual. Son las cosas de todos los aficionados a genios que fatigan las salas de arte. Los vendedores de humo están de enhorabuena desde que el arte ya no es "cosa mental", sino "cosa conceptual", es decir, cualquier cosa. Ahora todo parece una copia del Centro Pompidou. Una copia a destiempo, sin Cortázar paseando por el Barrio Latino, sin Derrida y sin Barthes a punto de ser atropellado por una camioneta de reparto de leche. Para que te hagan caso hay que matar un perro, aunque Vargas prefiere ser ambiguo y no decirnos dónde y cómo murió Natividad. "Nadie llegó a liberar al perro ni le dio comida o llamó a la policía. Nadie hizo nada", se justifica Vargas. Nadie, en efecto, se atrevió, en el sagrado espacio de la sala de arte, a socorrer al perro moribundo. Nadie pensó que exponer un ser vivo en agonía pueda ser un delito. Sospecho que si nos somos capaces de respetar a un perro, no seremos capaces de respetarnos a nosotros mismos.

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