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Análisis:
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

El privilegio de crear vida

Para bien de la humanidad las mujeres tenemos el privilegio de crear vida y cuando morimos, si hemos tenido hijos/as, estos quedan impresionados al ver que ese cuerpo ya inerme e inútil ha sido su hogar durante el período de gestación. En palabras de P. Auster, "su propia vida como ser sensible... había empezado dentro de ella" (Sunset Park). El privilegio de ser madres biológicas condiciona nuestra vida desde la adolescencia hasta la muerte; los hijos son nuestra mayor dicha y mayor preocupación. Sin embargo, esta facultad de poder crear vida no está suficientemente valorada. No se tiene en cuenta que sólo por la aportación de las mujeres es posible tener una demografía acorde con muchos desarrollos humanos y económicos y que es básicamente la voluntad de las mujeres la que hace que la vida continúe y que el progreso que proporciona la juventud se materialice. No sé muy bien por qué esta riqueza, mujeres en edad fértil y dispuestas a tener hijos, no se contabiliza como un activo en cualquier economía. Debería hacerse.

La maternidad es intangible a efectos de contabilidad nacional y evaluación del PIB
Hemos sido incapaces de hacer de la fertilidad algo favorable al desarrollo integral de las mujeres

La maternidad ha proporcionado inspiración para poemas, odas, páginas de buena literatura y momentos de cine inolvidables. Sin embargo, es, de momento, algo intangible a efectos de contabilidad nacional y de evaluación del PIB. Y esto no es irrelevante si además tenemos en cuenta que algo similar a la "paradoja de la abundancia" o "la maldición de los recursos naturales" que ocurre en muchos países (Venezuela, Bolivia...) nos puede estar pasando a las mujeres.

Sociedades con abundancia en recursos naturales sufren, si no se esmeran en evitarlo, un empobrecimiento a medio y largo plazo; la corrupción se instala, dejan de funcionar los incentivos y ocurre que países cuya naturaleza es más pobre en recursos les ganan en el logro de un bienestar colectivo.

Podríamos pensar que hemos sido incapaces, como sociedad, de hacer de este activo natural, la fertilidad, algo favorable al desarrollo integral, profesional y personal de las mujeres. Una nueva paradoja sobre la que reflexionar.

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Por experiencia propia y por lo que ahora veo entre las jóvenes que se pelean con su trabajo, su maternidad, sus deberes familiares me doy cuenta de que las circunstancias en las que hay que librar esa pelea apenas han cambiado en las últimas décadas. Corrijo, sí que han cambiado, pero no lo suficiente.

Proliferan los hombres jóvenes paseando a bebés, cambiándoles los pañales, jugando con ellos, haciendo la compra, pero hay un pálpito que me dice que si alguien va a quedarse sin hacer un viaje de trabajo que le vendría bien para su promoción o sin llegar a casa tarde por asistir a una reunión ese alguien será la mujer. Y no porque no pueda, ni porque a su pareja le parezca mal, sino porque algo en su subconsciente le dirá que "prefiere" quedarse en casa con sus hijos mientras sean pequeños.

Quizá por todo esto, cuando esta semana he leído que en Irak han ahorcado a una mujer joven por, según las autoridades, tráfico de drogas la noticia, además de espantarme, me ha dejado una impresión duradera. El ahorcamiento ha ido acompañado de un detalle bien cruel. Zahra Bahramí, colgada el sábado 29 enero por poseer 450 gramos de cocaína, 420 gramos de opio y vender 150 gramos de su coca, según las autoridades iraníes, ni siquiera pudo despedirse de su única hija, quien, por cierto, no está en absoluto de acuerdo con la versión del hecho que las autoridades han propagado. (Ángeles Espinosa en EL PAÍS).

Pero también hay alguna buena noticia, aunque aparezca en un contexto del mercado de trabajo francamente duro y penoso para todos y todas. Al finalizar 2010, la tasa de paro era mayor en las mujeres que en los hombres, algo habitual (20,8% frente al 19.9%), pero, y aquí está la noticia, en relación con la situación previa a la crisis la diferencia entre ambas tasas de paro se ha reducido. Además, el ajuste que se suele producir en la población activa, está siendo inferior en las mujeres que en los hombres (1,7% frente a -0.9%), lo que implica que la tasa de actividad femenina ha aumentado. Ya somos más del 50% de las mujeres, entre 16 y más años, las que buscamos activamente empleo o estamos trabajando. Probablemente esto se debe a que muchas mujeres se han tenido que incorporar al mercado para contrarrestar la pérdida de ingresos familiar, triste motivo, pero, aún así, y siendo como es evidente que la emancipación económica es imprescindible para limitar el maltrato o incluso el asesinato de mujeres a manos de sus parejas, el que un 52,6% de las mujeres estemos activas es una señal en la buena dirección.

Ya sé que con esto no basta. Hace falta asegurar que los trabajos estén bien remunerados, con responsabilidad, que desaparezca el techo de cristal y que la compatibilización entre vida laboral y personal no sea una quimera. Pero, ¿se acuerdan de la idea peregrina (a comienzos de la década de los noventa) cuando se mencionaba que la mujer, si había más de un sueldo en la familia, debía renunciar a su trabajo para dejar su puesto a los hombres? Nadie ha sugerido algo así en estos años duros. Algo hemos progresado.

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