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Entrevista:MARÍA ELÓSEGUI ITXASO | Autora de un libro sobre 'El Peine del Viento'

"El proyecto se paró unos años por la sensibilidad escasa con el arte actual"

"Fue un trabajo muy riguroso. Todo se hizo previamente en la oficina con cálculos matemáticos"

Hay quien comenta que parece que El Peine del Viento "ha crecido como un árbol entre las rocas", dice María Elósegui Itxaso (San Sebastián, 1957). La colocación del emblemático conjunto escultórico de Eduardo Chillida en un extremo de la bahía donostiarra, a los pies del monte Igeldo, esconde una "entrañable historia colectiva" que ella ha recogido ahora en un libro.

Su trabajo se titula El Peine del Viento de Chillida en San Sebastián. Ingeniería de su colocación por José María Elósegui (1977) y ha sido editado por la Biblioteca Doctor Camino de Kutxa. Elósegui Itxaso, hija del ingeniero, ha recopilado y ordenado los textos, planos y fotografías que guardaba su padre, a los que se unen instantáneas cedidas por el fotógrafo Jesús Uriarte, para acercar al público de forma amena los entresijos de la instalación de los tres grandes brazos de acero que ideó el escultor. "No es para nada una publicación técnica. Es como una novela, como un cortometraje que cualquier persona puede entender", asegura su autora, para añadir que esas imágenes son desconocidas para la mayoría de los donostiarras.

Profesora titular de Filosofía del Derecho en la Universidad de Zaragoza, Elósegui Itxaso rebobina en el tiempo hasta 1968. Ese año, explica, se creó una comisión ciudadana en San Sebastián, a la que ya pertenecía su padre, que pidió a Chillida que diseñase una escultura en homenaje a la ciudad. El escultor ya puso sobre la mesa El Peine del Viento y su actual ubicación.

El proyecto quedó "un poco parado hasta 1976". ¿Por qué se retrasó? "Se ha hablado de posibles razones políticas, pero a nosotros nos parece que fue más bien por la poca sensibilidad que entonces había en España con el arte contemporáneo. Era un arte muy rompedor. Chillida era más conocido en el extranjero", argumenta la autora, quien ha trabajado codo con codo con su padre en la elaboración del libro.

En 1977 se retomó el proyecto y José María Elósegui quedó al cargo de su instalación. Las piezas, con un peso que oscila entre las nueve y las diez toneladas, se colocaron en 15 días, entre el 17 de agosto y el 3 de septiembre de aquel año, después de tres meses de preparativos.

Elósegui Itxaso recuerda algunas anécdotas de esa complicada obra. "Para montar la pasarela de 80 metros que permitió trasladar la escultura del fondo se llevaron unos travesaños de la Renfe de San Sebastián, que luego se devolvieron".

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La cercanía del mar tampoco se lo puso fácil a los trabajadores. "Los protagonistas cuentan que pasaron algo de miedo, aunque a mi padre no le gusta mucho hablar de eso, porque dice que las medidas de seguridad fueron totales. Y es verdad que todo estaba muy medido, nada estaba improvisado. Fue un trabajo muy riguroso, en el sentido de que todo se hizo previamente en la oficina con cálculos matemáticos, de manera que todo encajó perfectamente", insiste Elósegui Itxaso, quien con su libro rinde homenaje no sólo a su padre y a Chillida, sino a todo el equipo de personas que trabajaron con ellos.

El coste de los trabajos de creación y colocación de El Peine del Viento apenas llegó a los nueve millones de las antiguas pesetas, que salieron de las arcas del Ayuntamiento. Y ello fue posible gracias a la solidaridad del propio Chillida, que donó las esculturas, de Elósegui, que no cobró su trabajo, y de Patricio Echeverría, que colaboró en la fundición de las piezas.

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