_
_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

De quita y pon

Ustedes piensan que la cosa no se mueve, pero no. A ustedes les pasa como a aquel pasajero del tren, que creía que el que se movía en la estación era el tren parado de al lado, pero aquí la política, desde el cambio, se está moviendo que es una barbaridad. Miremos sólo dos cuestiones y notarán el movimiento. La primera es el tema del blindaje del Concierto, que como todo tema que agarra el PNV parece que en ello nos va la vida y, sin embargo, es más viejo que la isla. Lo que quieren nuestros jelkides con lo del blindaje es que las normas fiscales de nuestras diputaciones no puedan ser recurridas, como el resto de las normas administrativas, ante los tribuanles de los contencioso y conseguir del Gobierno de Madrid una excepcionalidad que les suponga de hecho el rango de ley.

En la primera legislatura del Parlamento vasco -ya ha llovido desde entonces-, en la tramitación de la Ley de Territorios Históricos se debatió el asunto. A pesar de que tanto el PSE como Euskadiko Ezkerra -los que se opusieron a la ley- advirtieran del problema que iba a acarrear competencia tan importante en manos de instituciones provinciales de régimen local, ofreciendo la solución de que las normas fiscales debieran ser tramitadas o asumidas a posteriori por el Parlamento para darles rango de ley, el PNV siguió fiel a su localismo. Ahora demanda la excepcionalidad a Madrid puenteando al Parlamento vasco, y rechaza la vieja y no excepcional solución al problema desde Euskadi. Sin embargo, sospecho que de gobernar en Ajuria Enea no lo pediría, y veamos por qué.

La bilateralidad, la excepcionalidad, el privilegio son mecanismos muy queridos por el PNV, y, como son propios del Antiguo Régimen, el que disponga de ellos juega con ventaja. Pero, además, fíjense ustedes que se demanda a Madrid en un momento en el que el PNV no controla el Gobierno de Euskadi, pero si las diputaciones; que éstas puedan disponer de normas con rango de ley -igual que el Parlamento- puede significar una carga de profundidad para el Estatuto, un Estatuto declarado por el PNV muerto cuando asumió la estrategia del soberanismo.

¿Y qué me dicen de que el PNV, a pocas fechas de haber peregrinado toda su jerarquía a la cumbre del Gorbea a exorcizar la profanación de su suelo por las botas de los militares españoles, y haberles querido negar la entrada a la Casa de Juntas de Gernika a los uniformados, pida la presencia de soldados españoles en los atuneros vascos? No esperemos que use nuestra lógica. Lo hace con lógica medieval: hoy no me interesa y lo rechazo y mañana todo lo contrario.

Siempre he pensado que con quien se encuentra en el bosque Alicia no es con Humpty Dumpty sino con un miembro del Euskadi Buru Batzar, porque viene a decirle lo que el PNV hace siempre: "Lo importante es saber quién es el que manda". Algo más que el quita y pon, porque a los demás nos llamarían españolazos por resolver en Madrid lo que podemos resolver los vascos.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_