Al rescate de la última mina
El Museo de la Minería quiere evitar que se rellene de escombros una explotación a cielo abierto en Gallarta
Toda la épica del pasado minero de Euskadi se encuentra concentrada allí. Y lo cuenta alguien que vivió las duras jornadas en la mina a cielo abierto Concha II de Gallarta, en la que cada uno de sus 700 mineros tenía que cumplir su cupo de extracción: 15 toneladas de mineral de hierro todos los días. "Los mineros palmaban como chinches entonces", recuerda Carmelo Uriarte, ex minero de esta explotación vizcaína y uno de los fundadores del Museo de la Minería del País Vasco, sito en dicho barrio del Ayuntamiento de Abanto y Ciérvana. Su vida entera ha estado vinculada a la corta de Concha II, cerrada en 1993 tras casi cuatro décadas de explotación.
"Aquí me salieron los dientes y aquí se me cayeron", bromea mientras confía algunos de los secretos sobre lo que se expone en el museo: "En ese carrito de allí llevaban a Franco por las galerías cuando venía de visita". Uriarte también atribuye el origen de la palabra "alirón" a las explotaciones de hierro en Euskadi, aunque la Real Academia Española establece que su etimología es árabe. "Cuando los británicos analizaban los minerales y veían que eran de hierro puro decían "¡It's all iron, all iron!" ["¡Todo hierro!"], añade.
A sus 76 años, el museo es su joya más preciada. "Lo empecé recogiendo clavos. Un día, mi mujer me dijo que o salían los hierros de casa o salía yo, y tuvimos que buscar un local". Tiempo después, consiguió junto al resto de voluntarios que mantienen el museo rehabilitar el antiguo matadero local. Se puede ver de todo: maquinaria pesada de la época dorada de la minería, las camillas de tela sobre las que fallecieron muchos trabajadores o la partida de defunción de un niño de nueve años que murió trabajando en la mina atropellado por un vagón en 1882. Una sala está dedicada a Dolores Uribarri, La Pasionaria (1895-1989), la histórica líder del PCE, nacida en Gallarta.
Las primeras explotaciones de Concha II se realizaban en plena Gallarta. Cuando se agotó el mineral en superficie, se siguió excavando hasta desplazar el pueblo entero a las afueras. "Más del 90% de la minería vasca fue a cielo abierto" asegura Uriarte. "Estábamos a merced de las inclemencias del tiempo. Si llovía, no trabajabas y no cobrabas", rememora el ex minero. Al llegar las nuevas tecnologías, se empezaron a cavar galerías bajo tierra hasta alcanzar los 200 metros de profundidad por debajo del nivel del mar. "En alguna de ellas cabría la mismísima Catedral de Burgos", cuenta Uriarte orgulloso.
Su nueva lucha es lograr que la Sociedad Estatal de Participaciones Industriales (SEPI), dependiente del Ministerio de Economía, retire su proyecto para rellenar la parte baja de la mina. "Nos viene bien que la SEPI construya polígonos para crear empleo, pero rellenar la corta de escombros es como romper un incunable", remacha Uiarte.
El consejero de Vivienda, Javier Madrazo, ya se pronunció contra el proyecto de la SEPI a principios de abril, cuando se puso la primera piedra de la futura ampliación del museo, alegando que "perder este espacio sería perder un importante testigo del pasado". El PP abogó también por no malgastar "el potencial turístico y cultural de la zona". Fuentes de la sociedad estatal argumentaron entonces que el proyecto es necesario para evitar que la mina termine inundada. El Departamento de Medio Ambiente deberá emitir un informe de impacto ambiental sobre el futuro de la última mina de hierro de Euskadi.
Un testimonio del pasado minero
- La mina Concha II comenzó a ser explotada a finales de los años cincuenta. Al agotarse el mineral en la superficie en Gallarta, se optó por desplazar el municipio entero. Fue cerrada en 1993.
- El lugar esconde más de 50 kilómetros de galerías bajo tierra que llegan a unos 200 metros de profundidad bajo el nivel del mar. Unos 700 mineros llegaron a trabajar en su explotación.
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