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Reportaje:

Los servicios de Isabel II

Una leyenda vincula a la reina con el caserío Patxillardegi, el más antiguo de San Sebastián - El inmueble del siglo XVI fue declarado monumento en 1998

La gran mayoría de las ciudades esconden lugares en que las leyendas se funden con la realidad y dan lugar a fabulosas historias que arraigan en los ciudadanos transmitidas por el boca a oreja. Casas, calles, rincones, placas, apellidos o simplemente expresiones, que se adentran en el ideario colectivo y otorgan a cada localidad un legado de incalculable valor.

En el barrio de Loyola, en San Sebastián, un caserío de color blanco desgastado y marcos de madera roja, el más antiguo de la ciudad, convive junto a elevados edificios y observa pasar bajo sus ventanas los coches que circulan por la carretera que lleva a Hernani. En el sótano, aún se pueden ver las maderas que el carpintero José Luis Bengoetxea, fallecido en 2008, empleó tantos años. Su viuda, Juani, sigue viviendo allí, en el caserío Patxillardegi. Aunque este sea su nombre oficial, todos los vecinos del barrio lo conocen como "la casa en la que meó la reina".

Todo el barrio de Loyola conoce el lugar como "la casa en que meó la reina"

Cuenta la leyenda que Isabel II, muy ligada a la capital guipuzcoana desde que fuese en 1833 la primera ciudad en levantar pendón para proclamarla reina, paseaba una calurosa tarde de 1845 por la orilla del Urumea en su landó, cuando sintió un apremio fisiológico que le obligó a entrar en el caserío. Una vez aliviada, se dice que quedó tan satisfecha por el trato que le dispensó la familia Olasagasti, quienes residían entonces en la casa, que firmó una real orden en virtud de la cual quedaban exentos de cumplir el servicio militar todos los varones que naciesen en el caserío. De hecho, se cree que la propia reina entregó a los dueños del edificio una placa que colocaron en el centro de la fachada y que rezaba: "Isabel II, sus augustas madre y hermana. 11 de agosto de 1845". En 1931, la familia Bengoetxea, ya residente en el inmueble, decidió retirarla por miedo a que los republicanos tomasen represalias contra ellos. Hoy en día, en el hueco en el debió de estar, la pintura se ve más clara, como si algo hubiese tapado la zona durante bastante tiempo.

No queda constancia alguna de la existencia de esa placa, pero el hecho es que los hijos de la familia Olasagasti se libraron de hacer la mili. En cambio, la suerte de los tres vástagos de José Luis Bengoetxea no fue la misma. Su padre recurrió en vano en los años ochenta a todas las autoridades militares recordándoles la real orden firmada por Isabel II, pero en los archivos no figuraba ningún documento que acreditase esa concesión. El único premio para Bengotxea fue que uno de sus hijosse hiciera objetor de conciencia, por lo que solo realizó trabajos para la comunidad.

En Loyola, pocos vecinos no conocen el caserío Patxillardegi. Incluso, resulta usual que cuando los residentes en la zona pasan por allí con alguien que no es del barrio le expliquen que en ese caserío la reina Isabel II hizo uso del servicio. "Siempre que vengo con algún amigo que no es de Loyola le digo: "Esta es la casa en la que meó la reina", explica Luismi, un vecino del barrio.

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Lo cierto es que el paso de los años y la renovación urbanística de la zona no han podido con el caserío. Hay quien dice que las anécdotas sobre él han ayudado a que se mantenga en pie y perpetúan su existencia, ya que nadie puede derribar un lugar con tanto simbolismo. El caserío forma parte desde 1998 del patrimonio cultural vasco, con la categoría de monumento, por tratarse de una edificación con una "antigüedad notable" -fue erigido en el siglo XVI- y al estar considerado "el único caserío de ribera que se conserva en la cuenca del Urumea y de los cuales quedan ya escasos testimonios en Guipúzcoa".

En ocasiones, el boca a oreja crea distorsiones. Aunque la versión del paseo de la reina es la más repetida, se cuentan otras historias que ligan a la monarca con el caserío. Algunos creen que un criado de Isabel II enfermó en su caminata; la soberana prestó su landó para que buscaran a un sacerdote y entró en Patxillardegi a esperar. Otra versión apunta que la reina celebró una reunión privada en el edificio para tratar los problemas que causaba la guerra entre carlistas y liberales. Sin embargo, ninguna de ellas desmonta la leyenda de que el caserío Patxillardegi es "la casa en la que meó la reina".

La relación con la ciudad

La relación de la reina Isabel II con la capital guipuzcoana comienza a las 11 de la mañana del 23 de octubre de 1833. Ese día, San Sebastián se convirtió en la primera ciudad que levantó pendón por la nueva monarca. El Ayuntamiento escribió: "Si son precisos nuevos sacrificios, San Sebastián sucumbirá, morirá si fuese necesario, en defensa del trono de Isabel II y de la causa de la Constitución".

Isabel II visitó por primera vez la ciudad en 1845. La comitiva real paseó por Pasajes, Lezo y Hernani y por el Urumea, donde organizó un recorrido en góndola. En La Concha se celebraron diferentes espectáculos, como regatas, y en el Teatro Nuevo de la Calle Mayor la Sociedad Filarmónica ofreció varios conciertos a los que asistió la reina. En la iglesia de Santa María, la monarca ocupó un trono.

La última visita que cursó a la capital guipuzcoana se produjo en 1868, cuando, tras la derrota de Alcolea y la proclamación de la I República, abandonó España. En el palacete de Matehu y Balda, donde ahora se encuentra el Hotel Londres, la reina preguntó a los diputados forales si las provincias vascongadas le defenderían. Le contestaron que no e Isabel II abandonó España tras 35 años de reinado.

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