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El tripartito rompe filas

El 'lehendakari' fracasó en su presión a EA para que mantuviera la unidad y el respaldo de los socios del Gobierno a Miren Azkarate en el 'caso Guggenheim'

El Gobierno ha dejado de tener sus filas compactas y ni siquiera la presión y la intervención directas del lehendakari logran frenar la marcha libre que han emprendido las formaciones del tripartito. Nada que ver con el ordenado fin de mandato en 2005. Esta ve la cosa va mucho más lejos de un razonable o aceptable desmarque preelectoral.

¿Qué puede haber de más grave en un Gobierno que abrir hueco, como ha hecho EA, al votar con la oposición en el caso Guggenheim, y previsiblemente en el caso Balenciaga, dejando al descubierto a uno de sus miembros, que además es su portavoz y goza, por tanto, de la máxima confianza y estima del lehendakari?

La de EA ha sido una rebelión en toda regla frente al propio Ibarretxe, seriamente contrariado por su comportamiento en el Parlamento y volcado con todo su empeño personal en que los tres partidos mantuvieran la unidad y frenaran como fuera ese dictamen de grave reprobación a Azkarate. EA la consumó la semana pasada cuando desatendió la contundente exigencia de Ibarretxe, expresada el martes de la semana pasada en la mesa del Consejo de Gobierno, de que se evitara el duro diagnóstico parlamentario sobre la gestión del Guggenheim. Lejos de reconsiderar su postura, y sólo unas horas después de esa reclamación de Ibarretxe a los dos consejeros de EA presentes en la reunión -Joseba Azkarraga no asistió- que la transmitieron al grupo parlamentario, éste votó junto a la oposición.

Ibarretxe exigió a EA lealtad a la consejera de Cultura horas antes de la votación

Nadie duda de que el Gobierno llegará en su formación actual a las elecciones de marzo, pero en su seno se admite sin tapujos que la alianza tripartita está rota y no se le ve futuro. Cada cual trabaja para sí mismo, aunque el precio sea abrir en la línea defensiva brechas políticas por las que penetra la oposición. Ibarretxe, que ya había realizado otros movimientos cerca de EA en las dos semanas anteriores, sí logró su objetivo en el caso de EB, que se mantuvo junto al PNV en contra del dictamen, aunque luego explicó que está de acuerdo con su contenido.

La rebelión de EA merma la autoridad de Ibarretxe, como añadido a las correcciones a las que le ha sometido últimamente su propio partido: la rebaja a la reacción que él anunció el 1 de septiembre contra la anulación de la consulta o el desmentido sobre la inclusión de ésta en el programa electoral del PNV.

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Ni la implicación personal del lehendakari ha logrado que el tripartito se mantenga unido en las horas bajas de afrontar los dos escándalos que sacuden al Gobierno en el último mes de la legislatura.

La fuerte presión de Ibarretxe no logró apartar a EA de su voluntad de aprovechar esa votación para demostrar con hechos al electorado al que quiere dirigirse que su desmarque del PNV es real y con todas sus consecuencias. La decisión se tomó al máximo nivel y con el aval de su presidente, Unai Ziarreta, aun a costa de dejar una situación de incomodidad a sus tres consejeros, dentro de un Gobierno en el que las relaciones personales son, en general, bastante buenas. El pulso ha durado tres semanas y lo ha perdido Ibarretxe, que lo tomó como cosa propia desde mediados del mes pasado, cuando EA adelantó su postura crítica sobre el caso Guggenheim en la reunión de la comisión de investigación del 19 de noviembre, sin ahorrar en muestras de malestar, preocupación y presión. Las fuentes consultadas señalan que EA ya había comunicado su posición a sus socios una semana antes de que Ibarretxe realizara, el mismo día de la votación del dictamen, ese postrer intento por impedir el desmarque, y usando incluso, afirman, un tono agrio.

EA defiende su lealtad al pacto de Gobierno, pero otra cosa son los escándalos, dijeron a EL PAÍS fuentes autorizadas. "No podemos quemarnos todos a lo bonzo porque el PNV se haya empeñado en defender lo indefendible", añadieron.

Ibarretxe en una comparecencia con el hombre fuerte de EA en el Gobierno, Joseba Azkarraga, y el líder de EB, Javier Madrazo.
Ibarretxe en una comparecencia con el hombre fuerte de EA en el Gobierno, Joseba Azkarraga, y el líder de EB, Javier Madrazo.PRADIP J. PHANSE

Juntos hasta el final

Que un partido socio en un Ejecutivo de coalicción vote junto a toda la oposición un dictamen que supone la censura por falta de control sobre el uso de fondos públicos a un miembro de ese Gobierno sería causa más que suficiente para que la formación en cuestión fuera expulsada de manera fulminante. Por mucho menos -unas mociones sobre la autodeterminación en dos ayuntamientos- echó el PNV a EA del Gobierno en 1991.

Así habría ocurrido con toda seguridad de haberse producido los episodios Guggenheim y Balenciaga en otro momento de la legislatura. Aunque también es casi seguro que EA no habría actuado del modo en que lo ha hecho ahora de haberse llevado a cabo las investigaciones en el inicio del mandato: probablemente habría mantenido prietas las filas. Sin embargo, al Parlamento le quedan veinte días de legislatura y sólo eso explica que un encontronazo tan serio como para merecer la intervención del propio Ibarretxe, vaya a quedar sin castigo. En ese desmarque ha sido clave el hecho de que EA juzgue imposible que las tres formaciones del tripartito puedan sumar los 38 votos que necesitarían para repetir fórmula.

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