Céline y los 'microodios'

No suelo aconsejar sobre lecturas sino sobre marcas de cerveza. Pero me dicen que en este espacio, otros columnistas, como Enric González, suele glosar libros, así que me emplearé en convencerles de mi lectura capital, Viaje al fondo de la noche, de mi héroe literario, el francés Louis-Ferdinand Céline. No está de más advertirles que, si son felices bajo los entándares de la ONU, estructurados familiarmente, con amigos y existencias previsibles, absténganse de abrir las tapas de este libro maldito entre los malditos. No les aportará más que zozobra gratuita. Pero si el resentimiento sin motivo concreto les reconcome, si les ha arruinado la vida un amante o si se sienten gobernados en el trabajo o en sus vidas por estúpidos de baba, corran a leer este tratado divino de la amargura y de la rebeldía.
Cayó en mis manos por casualidad a los 21 años y lo devoré en una madrugada. Nunca después tuve trato con droga alguna que me causara tanta excitación seguido de tal desplome vital. Su estilo es irrepetible. Un monólogo continuo con apariencia de jerga pero trabajado hasta la extenuación, que pareciera escrito a pachas entre Shakespeare y su sepulturero.
Céline fue un airado pacifista. Voluntario en la Gran Guerra, regresó mutilado y humillado. Lanzó un aviso a los parias como él que, al grito de "Nación" (¿les suena?), habían corrido a alistarse y ahora se veían atrapados en las trincheras, ateridos de frío, a mordiscos con las chinches y los obuses, olvidados por todos: "Os lo digo, infelices, jodidos de la vida, vencidos, desollados, siempre empapados de sudor; os lo advierto: cuando los grandes de este mundo empiezan a amarlos es porque van a convertirlos en carne de cañón". Sobrevivió como médico de los arrabales y al término de la II Guerra Mundial, sus compatriotas, que en su mayoría habían convivido plácidamente con los jerarcas nazis durante la ocupación, le condenaron por colaboracionista, y le marcaron con la mácula de la esvástica, que nunca se pudo quitar.
Céline, bendito asocial ("La moral de la Humanidad a mí me la trae floja, como a todo el mundo, por cierto"), enseñó que era posible escribir y engrandecerse odiando. Y no sólo a propósito de los odios genéricos, contra el poder o la guerra, de los que hablan los falsos poetas, sino sobre esos microodios homicidas que sentimos cien veces al día cuando por ejemplo, esperamos en una cola, alguien estornuda o llora un bebe en un avión. Los hizo suyos y nuestros en la mejor novela del siglo XX. Murió solo, loco y rodeado de perros. -
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.
Sobre la firma

Archivado En
Últimas noticias
El Rayo celebra con un festín de goles ante el Drita su pase a octavos de la Conference
Finabien Paisano: las claves del programa dirigido a migrantes que envían remesas
El Valencia Basket, muy incómodo en Israel, cede ante el Maccabi
Estados Unidos sanciona a 29 buques de la “flota fantasma” iraní y endurece la presión sobre Teherán y Venezuela
Lo más visto
- Los hijos de Isak Andic negocian un acuerdo para pagar 27 millones a la pareja del empresario y cerrar el conflicto por el legado
- Irene Escolar: “Si la gente se droga es porque encuentra en ello una anestesia que necesita. Negarlo es absurdo”
- El Supremo condena a ‘Okdiario’ y a Eduardo Inda por intromisión en el honor de Iglesias al acusarle de cobrar de Venezuela
- La población de pumas de la Patagonia se dispara gracias a una presa inesperada: los pingüinos
- La asociación mayoritaria de guardias civiles no está de acuerdo con la DGT en sustituir los triángulos por la baliza V16




























































