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DON DE GENTES | OPINIÓN
Columna
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¿Crisis?, ¿cuál de ellas?

Elvira Lindo

Vendí mis vinilos y ahora mis hijos me lo echan en cara. ¿Quién coño iba a saber que se iban a convertir en objeto de culto? Para mí los cedés fueron un descanso; como siempre he tenido muy mal pulso, en mi casa no me dejaban pinchar los discos. En la familia siempre vives prisionera del sambenito que te han colgado. Yo era la que rallaba los discos. Hacía otras cosas bien, pero todas quedaban aplastadas por esa tara, el temblor del pulso, que ahora me resulta muy chic porque lo padecía Katharine Hepburn. He seguido sus consejos para combatirlo: una copa y el temblor se esfuma. Pero estábamos en los vinilos. Nosotros teníamos vinilos de cantautores y vinilos pop-rockeros; entre estos últimos estaba aquel vinilo (antes elepé) llamado Crisis?, what crisis?, de Supertramp. A mí siempre me sonó un poco blandengue. No comparto el entusiasmo supertrampesco declarado por Zapatero, aunque entiendo que a nuestro capitán el título Crisis?, what crisis? le viene al pelo, dada la resistencia que mostró en aceptar el gran tsunami. Recuerdo una calada a un porro unida a esa música. Por mi mal pulso nunca pude liarme un porro; ahora pienso que tal vez esa pequeña tara fuera providencial: me apartó del camino de las drogas blandas. También me apartó, gracias a Dios, de Supertramp, ya que, perrilla pavloviana, cuando escucho ese disco me vuelve aquel sudor frío. Siempre se habla de las secuelas de las drogas duras, pero suena carca ponerle alguna pega a las blandas. Personalmente, tengo comprobado que los grandes fumadores de porros son pacíficos pero pesados como ellos solos. Tú invitas a un fumador de porros a comer y te hace una sobremesa de cuatro horas. Eso es terrible para una activista furibunda de la siesta como yo. Pero volvamos al vinilo, a Supertramp, a Zapatero y a aquel disco mareante que fue sintonía, por cierto, de Informe semanal. Por esas cosas de los contactos facebookianos, esta semana tomé una caña con un antiguo camarada de porro, vinilo y Supertramp. Este hombre tenía buen pulso y podía haberle ido muy bien en el terreno de la droga blanda, pero fue consciente del efecto secundario de la pesadez en algunos amigos y se retiró a tiempo. Dicho esto con todos mis respetos a todas las asociaciones de amigos del cannabis, que yo estoy a favor de todo y ya firmé el manifiesto. El caso es que a cuentas del pasado, de los hijos, de aquel vinilo y de aquellos porros que trajeron estos lodos nos pusimos a hablar de la crisis. Así es la vida, como este artículo, un sinsentido argumental. Mi amigo me dijo: "¿Crisis?, ¿cuál de ellas?". Mi amigo me explicó que se sentía afectado por cuatro: la crisis global, la crisis típicamente española, la crisis de la construcción (mi amigo es ejecutivo del ramo) y, para terminar y para colmo, la crisis personal: mi amigo se acaba de divorciar y es víctima de una de esas sentencias en que la justicia estima indispensable que la madre siga disfrutando de un casoplón de 400 metros cuadrados y el marido viva en un pisillo alquilado, pagando, además, la hipoteca de esa casa que en teoría es suya hasta que los niños se independicen. O sea, nunca. Mi amigo soporta la crisis universal sobre sus hombros, así que, como es un tío práctico, pidió hora en el psicólogo. Por el seguro, se entiende. Le dieron cita para dentro de un mes. Mi amigo soportó el mes de espera a fuerza de lexatines que le pasó un amigo boticario. El boticario es el mejor amigo del hombre en momentos de crisis. Cuando le llegó el día de la cita pasó la tarde en la sala de espera. Tenía 80 pacientes por delante, lo cual concuerda con esas estadísticas que rezan que las visitas por ansiedad y depresión han aumentado en un 15%. Pero la espera fue de lo más instructiva: charló con una pobre divorciada a la que el marido pasaba una pensión de mierda ("la justicia siempre acierta", pensó mi amigo); habló con un obrero de la construcción en paro y sintió un sudor frío cuando se dio cuenta de que, casi con total seguridad, había sido él mismo el encargado de firmarle el finiquito, y habló con tres pacientes que habían desistido de divorciarse dada su penuria económica. Con trankimazines, actividad física y un poquito de buena voluntad, la falta de amor es más llevadera, le decían. Cuando mi amigo entró en la consulta y vio a aquel hombre impaciente al otro lado de la mesa, fue rápido, por no molestar, y resumió: la crisis global le provocaba una angustia difusa, como lo que sentías de niño cuando pensabas que nos iban a invadir los marcianos; la crisis española le iba directamente al estómago, donde se siente la indignación; la crisis de la construcción le dejaba sin fuerzas, puesto que cada día hacía frente a un despido; en cuanto a la crisis matrimonial, sentía que le había dejado cara de gilipollas. Cuando salió, tiró la receta a la papelera: "Para qué, teniendo a mi amigo boticario". Entró en un bar y se tomó una caña bien fría. Con el comienzo de la primavera comenzaban a verse al fin las piernas de las mujeres. Piernas y más piernas. Le dio un subidón. Debe ser, pensó, que mis cuatro crisis han borrado la crisis que me correspondía por la edad, la de los 50: "La estoy pasando sin sentir".

Entiendo que a nuestro capitán, Zapatero, el título de Supertramp 'Crisis?, what crisis?' le viene al pelo
Tengo comprobado que los grandes fumadores de porros son pacíficos, pero pesados como ellos solos
Imagen de la portada del disco de Supertramp <i>Crisis? what crisis?</i>
Imagen de la portada del disco de Supertramp Crisis? what crisis?

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Sobre la firma

Elvira Lindo
Es escritora y guionista. Trabajó en RNE toda la década de los 80. Ganó el Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil por 'Los Trapos Sucios' y el Biblioteca Breve por 'Una palabra tuya'. Otras novelas suyas son: 'Lo que me queda por vivir' y 'A corazón abierto'. Su último libro es 'En la boca del lobo'. Colabora en EL PAÍS y la Cadena SER.

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