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Crónica:NUESTRA ÉPOCA
Crónica
Texto informativo con interpretación

Hablar en europeo

Timothy Garton Ash

El aspecto más profundo del debate sobre la Constitución para Europa es éste: ¿qué idioma común debería emplear una comunidad política europea? Esta columna revela, en exclusiva, la respuesta.

Hace poco participé en una charla abierta por Internet con el presidente de la Convención Europea, Valéry Giscard d'Estaing, para discutir su proyecto de tratado constitucional. La charla se llevó a cabo en 11 tertulias digitales distintas, una para cada lengua oficial de la UE. Al cabo de media hora, la tertulia en inglés se mostraba impaciente porque el presidente no parecía estar allí en absoluto. 'No nos importaría, por lo menos, una respuesta de VGE', tecleó Foederali. Por fin, Conv_EN1 entró en la discusión. ¿Era el presidente? No, un intérprete: 'Me he unido a vuestra charla porque estoy aburrido. No tengo ningún trabajo'.

Stuart Mill: 'En un pueblo sin sentimiento común y con distintos idiomas no puede existir una opinión pública, necesaria para el sistema representativo'
Hace poco, Giscard participó en una charla por Internet para discutir el proyecto constitucional. Hubo 11 tertulias a la vez, una para cada lengua oficial
Si en 2004 hay 25 Estados en la UE, tendremos alrededor de 20 lenguas, incluyendo el maltés y el eslovaco, pero sin el turco de Chipre. Peor que Babel

Entonces descubrimos que el presidente estaba hablando sin parar en la tertulia francesa. 'Tengo las dos tertulias delante de mí', escribió Angelos (un griego). 'La diferencia es impresionante'. 'Aquí estamos, discutiendo y hablando entre nosotros, mientras el presidente habla con los franceses', gritó Elmo. A los 40 minutos empezamos a recibir, a través de Conv_EN1, algunas respuestas breves del presidente. Al pasar a la tertulia francesa, vimos por qué. Los intérpretes de inglés, holandés y finlandés habían traducido unas cuantas preguntas escogidas al francés, las habían incluido en la tertulia francesa y luego nos estaban transmitiendo las respuestas. Mientras tanto, la gente de la tertulia inglesa hablaba principalmente de cuál debía ser, como dijo uno de ellos, la eurolengua.

El esperanto

Alguien ensalzó, en inglés, las virtudes del esperanto. Otros propusieron el inglés. 'Ante magnum defensorem virtutum patrimoniique communium Europeorum, lingua utar nostra communi', tronó Ivanus, en defensa del latín. Conv_EN1 habló en nombre propio, no del presidente, para comentar, irritado: 'Y por qué no escoger el finlandés? ¿O el húngaro? ¿O el wolof? Por qué una lengua completamente nueva o una lengua muerta?'. Un catalán quiso saber cuándo iba a ser lengua oficial su idioma. 'Quid cum lingua catalannica', secundó Ivanus. 'En esta tertulia', observó Elmo, 'podemos ver las desventajas (¡el caos!) de no tener un segundo idioma común en la UE'.

Por fin llegó una respuesta del propio presidente sobre la cuestión del idioma. 'La Convención no ha debatido sobre la lengua', dijo. En otra respuesta, dada en la tertulia francesa, añadió que la lengua de cada nuevo Estado miembro en la Unión ampliada será lengua oficial de la UE. Estupendas noticias para los intérpretes. La fórmula para determinar el número de posibles permutaciones de interpretación es n2 - n, así que las 11 lenguas actuales producen 110 combinaciones. Si en el año 2004 hay 25 Estados, tendremos alrededor de 20 lenguas, suponiendo que se incluya el maltés, que se haga caso a los eslovacos cuando insisten en que su lengua es muy distinta al checo, pero que Chipre no añada el turco. El resultado será 380 permutaciones. Al lado de eso, Babel no es nada.

Técnicamente, es posible reducir el exponente si se traduce a través del inglés, aunque eso alarga el desfase en los auriculares. Pero éste no es un problema meramente técnico. Es cuestión de orgullo nacional y democracia. A la gente no le gusta que se tomen decisiones importantes sobre su vida en una lengua que no es la suya. No tienen la sensación de estar participando plenamente en esa comunidad política, y pueden rechazar los resultados. 'En un pueblo sin sentimiento común', escribió John Stuart-Mill, 'sobre todo si lee y habla distintos idiomas, no puede existir una opinión pública unida, necesaria para que funcione el Gobierno representativo'. Ésa es la norma cuya excepción pretende ser Europa. ¿Pero cómo?

Pues lo siento, Ivanus, pero el latín no nos sirve, porque no lo habla nadie más que tú. (Sunt lacrimae rerum, ya me entiendes). El esperanto es ridículo. El único candidato serio es el inglés, la nueva lingua franca.

El inglés lo habla, al menos, el 55% de los ciudadanos actuales de la UE. Las reuniones informales y de trabajo en la Unión se realizan ya, sobre todo, en inglés, con bastante cantidad de francés y un poco de otros idiomas. Las conversaciones reales y en directo entre jóvenes europeos son, cada vez más, en inglés. Se podía ver en esta tertulia inglesa, en la que la mitad de los participantes parecían no tener el inglés como lengua materna. Es un inglés de gramática más sencilla y palabras extrañas, pero de una fluidez irresistible.

Problema inglés

Entonces, ¿por qué no el inglés? El problema está en nosotros, los ingleses. Es imposible para el amour propre francés, pero también para otras naciones lingüísticas europeas, aceptar que la lengua materna de una gran potencia que no deja de gruñir sobre la UE -¡la pérfida Albión!- pueda ser la lengua común de Europa. ¿Hay alguna forma de salvar ese escollo? Una solución bastante veraz sería llamar al idioma común de Europa americano. Al fin y al cabo, eso es lo que hablan muchos europeos, en realidad, cuando dicen que hablan inglés. Pero, dado que, para muchos europeos, la mitad del valor de tener una Europa unida es plantar cara a Estados Unidos, escoger el americano como idioma europeo resultaría un poco extraño.

Otra fórmula es la que sugirió en la tertulia Suzanne, de Holanda. (Sé que Suzanne es holandesa por este diálogo que se estableció en Internet: Anfitrión: '¿En qué país estás, Suzanne?'. Suzanne: 'Holanda'. Anfitrión: 'Dag Suzanne, spreek je later'). 'El euroinglés es muy neutral', escribió Suzanne en los intervalos de su diálogo con el anfitrión. 'Tiene muchas diferencias con el inglés nativo'. Conv_CE1 respondió con irritación: 'El euroinglés no es neutral, sólo que no es inglés'.

Pero Suzanne tiene más razón que Conv_E1 (que me da la impresión de que tal vez sea un inglés euroescéptico). Un amigo mío, checo, dice que existen tres clases de inglés: 'El que habla un checo con un español o un italiano con un finlandés. Es un inglés del que se entiende el 100%. El inglés americano; se entiende el 50%. Y el inglés inglés, del que no se entiende nada'. A ese inglés internacional, del que el inglés inglés es un dialecto exótico y a menudo incomprensible, lo han llamado inglés como lingua franca, o ELF.

La lengua común de Europa debería ser el ELF. Pero Europa no lo adoptará nunca formalmente mientras el Reino Unido siga siendo una potencia importante en la Unión Europea. En la charla digital había dos participantes muy insistentes, Milad y Persia, que no dejaron de preguntar a Valéry Giscard d'Estaing: 'Señor presidente, ¿por qué cree que Inglaterra debe formar parte de la UE?'. No hubo ninguna respueta. Conv_EN1 transmitió lo siguiente: 'Para Persia: el Reino Unido es miembro de la UE desde...'. (El mensaje se cortó). Ante una respuesta tan entusiasta del señor Gicard d'Estaing, comprendí de golpe la solución al problema lingüístico de Europa, con la fuerza de una revelación.

Si el Reino Unido quiere verdaderamente ser el catalizador de la formación de una Europa democrática con un idioma común, tenemos que irnos de la UE, cosa que el proyecto de tratado constitucional de Giscard va a permitir legalmente a cualquier Estado miembro, por primera vez. Hagamos como los antiguos héroes romanos y arrojémonos sobre nuestra espada por el bien común. Encabezados por el líder de los conservadores, Iain Duncan Smith. Cada vez más ridículo, deberíamos caminar hacia el océano Atlántico, murmurando -como un famoso héroe británico que salió deliberadamente a la nieve para morir durante la desgraciada expedición de Robert Scott a la Antártida-: 'Voy a salir un rato, puede que tarde'.

Entonces, todos los demás europeos podrán utilizar el inglés como lingua franca.

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