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LA COLUMNA | OPINIÓN
Columna
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Oportunismos e hipocresías

Josep Ramoneda

La campaña de John McCain no acababa de arrancar. ¿Qué mejor que hacerse con los servicios de una apasionada militante de los valores conservadores para que encienda a las bases con la lucha contra el aborto, las fábulas del creacionismo, la cultura del rifle y, consecuencia lógica de todo ello, el orgullo de mandar un hijo a la guerra de Irak? McCain resolvió dos problemas con una sola decisión: silenció las voces que, desde su propio partido, le señalaban como un heterodoxo sospechoso, y consiguió que, por unos días, el desastre económico que Bush le ha dejado como herencia no fuera el tema único de campaña. Un giro en la campaña electoral americana que podría incluso ser interesante si la gente liberal y de izquierdas, contra la que Sarah Palin lanza su cruzada, aceptara el reto y defendiera sus valores sin complejos. Pero a medida que la elección se acerca, Barack Obama pierde frescura y, como otros líderes llamados progresistas, cuando la derecha le ataca saca la conclusión de que tiene que moderarse.

Por los mismos días en que McCain giraba hacia la ideología, el Gobierno socialista acudía al mismo recurso para intentar sacudirse la presión a que la crisis le tiene sometido. Zapatero ha empezado a convertir en actos lo que el Congreso del partido aprobó antes del verano: una modificación del programa electoral, cuatro meses después de las elecciones. Cuestiones como el aborto o el suicidio asistido, que en la campaña electoral había dejado en suspenso para no asustar al personal, se lanzan ahora con estruendo para restar espacio a la crisis en la portada de los diarios. Zapatero tiene la ventaja de tener delante una derecha tan conservadora como la americana, pero más cobarde, que delega la defensa de sus valores ideológicos en la Iglesia católica. Con lo cual, Zapatero provoca a la derecha y se encuentra delante a los señores obispos. Lo que permite cultivar los buenos sentimientos de la gente de izquierdas, que se estremecen porque tienen memoria -aunque algunos se la nieguen- cuando ven a los curas y a la derecha juntos.

Ante la nueva ofensiva del PSOE en materia de moral y costumbres, los únicos argumentos que han salido de la boca del neomoderado Rajoy, que el rayo de la derrota convirtió repentinamente de azote de malvados vendepatrias a pacífico ciudadano a la caza de consensos, han sido dos: que eran cortinas de humo con las que no merecía la pena perder el tiempo y que Zapatero sólo quería dividir a los españoles. Hay una lectura benevolente de la reacción de Rajoy: sabe perfectamente que la situación económica daña a Zapatero y no quiere ningún otro tema que pueda captar la atención de los españoles durante esta legislatura. Si la anterior legislatura fue monotemática (negociación con los terroristas y liquidación de España), ésta también (crisis económica). Con la ventaja de que el papel de Rajoy puede ser más agradecido porque la crisis económica desgasta al Gobierno sin que el líder de la oposición tenga que hacer grandes aspavientos.

Pero hay otra lectura menos bondadosa de la actitud de Rajoy: la derecha está plenamente empapada de la idea de que el dinero es el único criterio de evaluación -y de preocupación- del hombre y que lo demás es acompañamiento. Por oportunista que sea la acción del Gobierno, hay que estar muy cegado por la propia táctica para despachar cuestiones como el aborto o el suicidio asistido con el desprecio que merece lo que es insignificante al lado de los problemas reales del país. Por más que a Rajoy le moleste, hay muchas personas, también en su electorado, que han vivido el drama de un embarazo no deseado o que ven cómo un ser querido está atado a una vida que tiene muy poco de ese nombre, ahogado en un mar de sufrimientos. Rajoy sabe que estas cosas ocurren aunque haya crisis. Pero prefiere que la gente las siga resolviendo a escondidas. Y que los curas vayan repitiendo sus letanías. Eterna hipocresía de la derecha.

Lo que más llama la atención, sin embargo, es la escasa generosidad de los conservadores españoles en la cuestión de la memoria de las víctimas del franquismo. Dicen que el Gobierno rompe el consenso sobre la Guerra Civil. ¿Qué consenso? ¿El que impusieron los vencedores? En España no ha habido ningún consenso sobre la Guerra Civil. Sólo ha habido un pacto de amnistía acompañado de una amnesia motivada por la sana intención de poner en marcha la democracia. Pero ahora la democracia está consolidada. ¿Por qué la derecha se empeña en que los demás no puedan honrar a sus muertos?

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