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Crónica:NUESTRA ÉPOCA
Crónica
Texto informativo con interpretación

Si el Reino Unido desapareciera...

Por qué la independencia de Escocia no sería buena para Inglaterra

Timothy Garton Ash

He estado intentando decidir qué es lo que pienso, como inglés, sobre la independencia de Escocia. Al fin y al cabo, la independencia es el elemento central en el programa del Partido Nacional Escocés. Aunque el 60% de los preguntados en la encuesta Guardian/ICM realizada en Escocia esta semana decía que no cree que vaya a haber una Escocia independiente antes de 25 años, no cabe duda de que la cuestión está sobre el tapete.

Mi primera reacción es decir: es cosa de ellos. Escocia es una nación. Las naciones tienen el derecho a la autodeterminación. Como he presenciado muchas veces en otras partes de Europa, la independencia nacional es un complemento importante de la libertad individual. Lo que vale para los polacos vale para los escoceses. Y estoy seguro de que Escocia se las arreglaría muy bien por su cuenta. Les ha llegado el turno.

Ser británico ha pasado a ser algo que merece la pena preservar, en un mundo de migraciones en el que los pueblos se van a mezclar cada vez más
Llamar 'ellos' a los escoceses suena a falso. Estamos tan entrelazados desde la unión hace 300 años, en la práctica desde mucho antes, que 'ellos' forman parte de 'nosotros'
Culturalmente, Inglaterra resultaría empobrecida, del mismo modo que la República Checa es hoy más pobre por su divorcio suave con Eslovaquia

Si reflexiono un poco, la respuesta es más complicada. En primer lugar, la expresión "es cosa de ellos" no acaba de captar todo lo que son nuestras relaciones. Yo soy, ante todo, inglés, y luego, británico. Me gusta Gran Bretaña, pero amo Inglaterra. La poesía -en el más amplio sentido de la palabra- que mueve mi imaginación es inglesa, no británica. Si tuviera que morir por algo, me gustaría morir por Inglaterra, y morir luchando por una idea de Inglaterra que está inextricablemente ligada a un ideal de libertad. Lo británico me parece un concepto abstracto y artificial, casi una traducción literal del original alemán (britentum).

Y, sin embargo..., llamar ellos a los escoceses también suena a falso. Estamos tan entrelazados -constitucionalmente, desde la ley que creó la Unión hace 300 años; en la práctica, desde mucho antes-, que ellos forman parte de nosotros. Inglaterra ya no sería la misma Inglaterra tras la separación. Tendría que reinventarse. Además, aunque la postura ética está clara -"es cosa de ellos" expresa, en mi opinión, todo lo que hay que decir al respecto-, la realidad política es que también es cosa nuestra. La actitud de los ingleses será un factor decisivo para el resultado. Si el matrimonio es cosa de dos, la separación también. Y podría ocurrir que sea el socio inglés, al final, el que rompa esta relación de tres siglos.

Cada vez oigo más hablar de una situación parecida a la de Eslovaquia. Los lectores recordarán que, tras el final del comunismo en 1989, fueron los eslovacos, agitados por el nacionalista-populista Vladímir Meciar, los que dieron gritos dignos de Braveheart y empezaron a hablar de víctimas, desafíos y deseos populares de independencia. Pero después fue el político thatcheriano checo Vaclav Klaus el que diseñó una situación en la que los eslovacos se encontraron con la independencia, por así decir, sin pararse a pensar si verdaderamente la querían. El análisis de Klaus fue que las tierras checas -hoy la República Checa-, más ricas y extensas, tendrían más posibilidades de prosperar por sí solas.

¿Podría hacer lo mismo, algún día, un líder conservador inglés? Sería, al fin y al cabo, una forma de asegurarse la supremacía en Inglaterra. Si los conservadores vuelven a tener la impresión de que han perdido unas elecciones generales británicas por el voto celta, seguro que hasta el propio David Cameron se siente tentado (podría cambiar su apellido, escocés, por el de Smith). No creo que pase en un futuro próximo, por supuesto, pero no es impensable, ni mucho menos. En cualquier caso, lo que hagan los ingleses, por ejemplo, con los acuerdos económicos para la distribución regional del gasto público influirá sobre las decisiones escocesas.

Los ingleses tenemos que hacernos esta pregunta: ¿sería buena la independencia escocesa para Inglaterra? En conjunto, mi respuesta es no. No estoy de acuerdo con la idea de que la separación despertaría necesariamente al repugnante y racista león dormido del nacionalismo inglés. Esas voces seguirían siendo minoritarias. Tampoco creo que la ligera pérdida de poder e influencia internacional que sufriría Inglaterra después de dividir el Reino Unido sea un factor muy importante. Lo que sí creo es que la separación empobrecería a Inglaterra desde el punto de vista cultural, del mismo modo que, en mi experiencia, la República Checa es hoy culturalmente más pobre, menos policroma y menos interesante como consecuencia de su divorcio de terciopelo de Eslovaquia.

Intelectuales escoceses

Puedo citar casi sin pensar una larga lista de escoceses que animan y enriquecen los campos en los que yo trabajo, la historia, la política y el periodismo. Seguramente muchos, incluso la mayoría, seguirían activos en la vida intelectual, cultural y -al menos, al principio- política de Inglaterra (más en concreto, de Londres), igual que algunos eslovacos siguen trabajando en Praga; pero, con los años y las generaciones, se produciría un alejamiento gradual. Y el resultado sería una Inglaterra más gris.

Detrás de este argumento existe otro más general. En sus orígenes, ser británico es, sin ninguna duda, una identidad imperial. Esta identidad creció con lo que el historiador John Seeley llamó la expansión de Inglaterra. Primero fue Gran Bretaña, el imperio dentro de las islas Británicas. A principios del siglo XVII, el rey Jacobo VI de Escocia y I de Inglaterra se llamaba "Emperador de toda la isla de Bretaña". Después llegó lo que Seeley denominó la Más Grande Bretaña, el imperio de ultramar, en el que los escoceses desempeñaron un papel muy importante. El nacionalismo escocés reapareció como fuerza política, está claro que no por casualidad, al final de ese imperio de ultramar. En su libro The Day Britain Died (El día en que murió Gran Bretaña), Andrew Marr hace esta proyección: "El imperio hizo a Gran Bretaña. Pero su desaparición puede significar el final de Gran Bretaña".

Las cosas y los orígenes

Un momento, un momento: ¿por qué va a ser así? Al fin y al cabo, mis padres me hicieron a mí, pero es de esperar que su desaparición (que espero que tarde aún muchos años) no signifique la mía. Las cosas sobreviven a sus orígenes. Las cosas cambian. Y ser británico se ha convertido en algo que merece la pena preservar, sobre todo en un mundo de migraciones en el que los pueblos se van a mezclar cada vez más. A medida que ha aumentado el número de hombres y mujeres de distintas partes del antiguo Imperio Británico que han venido a vivir aquí, la identidad posimperial se ha convertido, irónicamente pero no por casualidad, en la más liberal, cívica e incluyente.

Por casualidad, más que por designio, hemos creado algo bastante especial: una nación de cuatro naciones, una nación multinacional con la gloriosa institución deportiva de los partidos internacionales nacionales entre Escocia e Inglaterra o Escocia y Gales. En esas ocasiones deportivas, las burlas humorísticas que vuelan en el programa Today de la BBC entre el presentador escocés James Naughtie, el presentador galés John Humphrys y el presentador inglés Edward Stourton son un modelo del tipo de patriotismo civilizado, ligeramente irónico y posnacionalista que tanto necesitamos en el mundo mezclado de hoy. Si todas nuestras diferencias de identidad -entre laicos, cristianos y musulmanes, por ejemplo- pudieran organizarse y domesticarse de esta forma, el mundo sería un lugar mejor. Así que ¿por qué dar marcha atrás en un camino por el que el mundo necesita ir hacia delante?ir hacia adelante?

www.timothygartonash.com Traducción de María Luisa Rodríguez Tapia

El líder del Partido Nacional Escocés, Alex Salmond, sale del colegio electoral en donde votó el pasado jueves.
El líder del Partido Nacional Escocés, Alex Salmond, sale del colegio electoral en donde votó el pasado jueves.REUTERS

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