_
_
_
_
_
OPINIÓN
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

El distraído

Mariano Rajoy tiene el aire del distraído; eso no es ofensivo, Einstein era distraído.

Einstein era tan distraído que fue una vez a ver cómo funcionaban unos estudios de Hollywood y creyó que el dueño era Fernando Lamas, un actor cuya inteligencia no era equivalente a su guapura. Así que el creador de la teoría de la relatividad habló con Lamas todo el rato.

Cuando acabó esa conversación, todos se acercaron a Lamas. "¿Qué te dijo el sabio?". "Estaba maravillado; el viejecito es encantador. Me dijo que debe ser fantástico trabajar en un sitio como éste". "¿Y qué le dijiste?". "Le dije que todo es relativo".

Rajoy no es tan guapo como Lamas, pero es tan distraído como Lamas y como Einstein. A su lado han pasado cosas que él manifiesta que no ha visto, y cuando le han dicho que existen, ha hecho como que no se lo cree. Distracción pura. En esto del tesorero del PP se lo han dicho los suyos, se lo dijo un juez, se lo han dicho en gallego, y él ha respondido con la expresión "inocente (mientras no se demuestre lo contrario)" como si eso formara parte del prontuario que le ponen al amanecer.

Pero Rajoy a veces se fija mucho. Un día después de las elecciones del año 2000, que su partido ganó por goleada, me lo encontré en un restaurante de Madrid, se estaba fumando un puro, feliz. Le pregunté cómo hizo la campaña, que era de su creación, y me la explicó paso a paso, con el detenimiento de un boticario. Y al final me dijo: "Podría haber pasado, de todos modos, cualquier cosa, porque en la política todo es relativo".

En esto de fijarse, Mariano Rajoy tiene a veces el síndrome que experimentaba Ricardo de la Cierva. Cuando a éste lo hizo Adolfo Suárez ministro de Cultura (meses después de que escribiera en este periódico su célebre artículo sobre el nombramiento de Suárez: Qué error, qué inmenso error), se paseó por todas las entrevistas respondiendo preguntas circunstanciales. Si le decían: "Qué piensa de Benjamín Palencia" (pintor que murió ese día), él decía: "Lo primero que hice esta mañana fue llamar a la familia de Benjamín Palencia..."; y si le preguntabas por Dalí, lo primero que hizo esa mañana fue llamar a Cadaqués, y así sucesivamente. Pues eso hizo Rajoy el otro día en Tengo una pregunta para usted: cuando tocaba, se sabía al dedillo los milagros y la vida de los pueblos de los que procedían sus interlocutores. Pero cuando éstos le proponían cuestiones duras (Trillo, espías, corrupción), se hacía el distraído, seguramente porque para él todo, todo es relativo.

gcruz@elpais.es

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_