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UN ASUNTO MARGINAL | OPINIÓN
Columna
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'Ya sé que estoy piantao'

Enric González

Cuesta imaginar algo más libre que el tango, ni más mestizo. Nació en la periferia urbana, hijo del bandoneón alemán y de la melodía napolitana. Habló en español, en lombardo y en calé. Bailó con sinuosidad andaluza y fiebre africana. Fue despreciado por los intelectuales y condenado por el Vaticano. ¿Se les ocurre algo más libre y mestizo? Y, sin embargo, incluso el tango cayó en la esclerosis. Surgieron sumos sacerdotes, guardianes de la tradición, cánones inalterables. Hubo que echar mano de la locura, la misma locura fundacional, para renovar el invento. Eso hizo alguien hace 40 años, en 1969. Alguien que escuchó en su cabeza una frase sencilla: "Ya sé que estoy piantao".

A veces se confunde al piantao, o piantado, con el loco. Cuidado con eso. Julio Cortázar, en un pasaje de La vuelta al día en 80 mundos, subrayó la diferencia: "Para entender a un loco conviene ser psiquiatra, aunque nunca alcanza; para entender a un piantado basta con el sentido del humor".

Con una simple canción, 'Balada para un loco', el tango escapó del desengaño y la amargura

La frase "Ya sé que estoy piantao" se le ocurrió a Horacio Ferrer de camino a casa de Astor Piazzolla. El maestro Piazzolla, medio neoyorquino, llevaba algún tiempo coqueteando con la heterodoxia. Su obra maestra, el tango instrumental Adiós, Nonino, ya había fruncido cejas y arrugado narices entre el sacerdocio tanguero. Horacio Ferrer le dijo su frase a Piazzolla y en una semana estaba hecha la revolución, con el título Balada para un loco: "Ya sé que estoy piantao, piantao, piantao, no ves que va la luna rodando por Callao, que un corso de astronautas y niños, con un vals, me baila alrededor...". Y eso era, supuestamente, una letra tanguera. El tango, nacido de la frustración erótica de los inmigrantes solitarios, empapado de putas y machismo, topaba con un piantao que hablaba con dulzura, y a ritmo de vals, de niños y astronautas. El colmo de los colmos.

Piazzolla y Ferrer presentaron poco después su obra, cantada por Amelia Baltar (la mujer de Piazzolla), en el Festival de Buenos Aires de la Canción y la Danza. El jurado, en el que figuraban personajes como Vinicius de Moraes (La chica de Ipanema) o Chabuca Granda (La flor de la canela), dio el mayor número de votos a Balada para un loco. Ante esa subversión del canon, la organización, entre un escándalo fenomenal, cambió las normas y otorgó el premio al segundo clasificado.

Fue un esfuerzo inútil, porque en unos días la canción estaba en disco, y en unos días más, cinco para ser exactos, se habían vendido 200.000 ejemplares. Poca cosa, teniendo en cuenta lo que ocurrió luego. En el Festival de Buenos Aires estaba Roberto Polaco Goyeneche, que había cantado en la orquesta de Aníbal Troilo y venía a ser, a esas alturas, como el patrón-oro del asunto: tango era lo que salía de Goyeneche, y punto. El Polaco, que poco antes había causado alarma con un disco en el que versioneaba clásicos como Volver con ciertos dejes de jazz, se puso del lado de la subversión: también él grabó Balada para un loco, y con ese gesto no sólo pudo declararse oficialmente renovado el tango, sino que se estableció un peculiar vínculo entre el tango y el naciente rock argentino de Nebbia, Spinetta y otros.

Goyeneche cantó Balada para un loco hasta el final de su vida. Hasta su maravillosa versión a dúo con Adriana Varela, cuando tenía la voz de pura arena, el hígado hecho polvo y necesitaba aspirar oxígeno entre frase y frase. Hasta que cerró su carrera en un gran concierto de rock con gente como Moris, Baglietto y el propio Nebbia.

Horacio Ferrer, en cuya cabeza sonó por primera vez "ya sé que estoy piantao", aún vive. Piazzolla falleció en 1992. El Polaco Goyeneche murió dos años después, en 1994.

Por favor, escuchen otra vez Balada para un loco. Con esta simple canción, tan sencilla, "quereme así, piantao, piantao, piantao, trepate a esta ternura de locos que hay en mí, ponete esta peluca de alondras y volá...", el tango escapó del desengaño y la amargura. Y dio el salto definitivo hacia la libertad. -

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