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UN ASUNTO MARGINAL | OPINIÓN
Columna
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El hombre que era Barcelona

Enric González

Las ciudades antiguas producen, de vez en cuando, una perla humana, un ser cargado con un destino fatigoso: encarnar los rasgos profundos de la comunidad, su lenguaje, sus obsesiones, sus miserias. Hacen reír aunque no quieran. Poseen un talento inmenso e inmanejable porque no les pertenece a ellos, sino a la comunidad. Suelen ser payasos tristes, genios ásperos, tipos incómodos. Llevan dentro del estómago, como un tumor, la geografía espiritual de la ciudad.

Roma produjo a Alberto Sordi. ¿Le recuerdan? Si no han nacido en Roma, si no han mantenido con ella relaciones sentimentales, no intenten comprender la grandeza de Albertone. Nació en el corazón de la ostra, el Trastevere; fue conservador, católico, avaro, mezquino, solitario. Vivió siempre con sus hermanas. Albertone, que quizá fue homosexual, o quizá no, permaneció soltero. Cuando le preguntaban por qué no se había casado, se defendía con una respuesta definitiva: "¿Cómo? ¿Meter a una extraña en mi casa?".

Capri, antipático y tacaño, depresivo e hipocondriaco, funcionaba mejor sin textos

Barcelona, ciudad ciclotímica y ensimismada, tuvo a Joan Capri. Es menos conocido que Albertone, probablemente porque Barcelona no es Roma y porque, a fin de cuentas, Barcelona nunca ha tenido mucho interés ni en saber qué es ni en mostrarse. De haber encarnado otra ciudad, Capri sería un símbolo. Como Capri era Barcelona, fue un tótem discreto, un delicado asunto interno.

Joan Camprubí, Joan Capri para el mundo, nació en 1917 en la calle de Mercaders, la Barcelona más vieja. Vivió toda su vida en el mismo barrio, el costillar intramuros de la Rambla. Su familia era muy católica, abundante en curas y monjas. Según su propia definición, "rezábamos y comíamos, rezábamos y comíamos". Fue un mal estudiante y un distraído dependiente en una tienda de marroquinería. Empezó a hacer teatro como aficionado, debutó como profesional a los 33 años y desarrolló una discreta carrera como actor, con algunos éxitos teatrales y unas cuantas películas pésimas. El dramaturgo Josep Maria de Sagarra le identificó como la perla de la ostra barcelonesa, y adaptó para Capri varios clásicos; se lo toleraba todo: el catalán mestizo, las improvisaciones, el genio agrio.

Capri, antipático y tacaño, depresivo e hipocondriaco, funcionaba mejor sin textos. En uno de sus muchos días negros se negó a ir al teatro, y un amigo y su mujer le llevaron a la fuerza hasta el escenario. Capri se sentó en una silla y, a telón alzado, permaneció varios minutos en silencio. Luego empezó a contar lo que le pasaba. Algo así: "Miren, yo no quería venir. No me encuentro bien. Estoy aquí porque mi mujer me ha obligado y, caray...". El público se murió de risa. Poseía la capacidad de expresar, con un surrealismo natural, el oscuro spleen de Barcelona. El crítico Marcos Ordóñez intentó definir sus monólogos: "Era Jordi Pujol después de tomarse un ácido". Josep Pla le incluyó entre sus Homenots.

Su depresión se hizo permanente desde 1982, y aguda desde 1992, cuando murió su esposa. Murió en 2000. Su entierro no fue como el de Sordi. No acudió medio millón de personas.

Su herencia se repartió en migajas. Algo había de ella en el Senyor Casamajor que hacía Sardá; algo hay en Buenafuente. En los últimos tiempos, una expresión ha obtenido cierto éxito en la prensa catalana: "el català emprenyat", el catalán cabreado; se trata de un mensaje en código, una apelación póstuma a Joan Capri.

Cuesta entender Barcelona. Es una ciudad que sufre apagones colosales, colapsos ferroviarios, motines en las pistas del aeropuerto, hundimientos del subsuelo. Ahora se dispone a pasar sed. Barcelona es desconfiada. El temor al túnel bajo la Sagrada Familia refleja su convicción de que si puede ocurrir un desastre, ocurrirá. Es una ciudad con la depresión interiorizada. Esta ciudad es Capri. En el peor momento, con el frío dentro, asfixiada por la angustia, abre la boca y, en lugar de soltar un alarido, dice "caray". Siempre queda gracioso. -

Homenots, cuarta serie. Obra completa de Josep Pla. Editorial Destino.

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