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OPINIÓN
Columna
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El sainete bórico

La Audiencia Provincial de Madrid ha pinchado esta semana otro de los globos inflados por el diario El Mundo y la Radio de los Obispos durante la instrucción del proceso del 11-M con el propósito de apoyar la versión del PP sobre la autoría intelectual (la inducción) y la colaboración material de ETA en su ejecución. Porque el sainete del ácido bórico formó parte de esa manipulación informativa, junto a la furgoneta vacía dejada como cebo y rellenada después por la policía, la cinta de la Orquesta Mondragón, la mochila introducida de matute en la comisaría de Vallecas o los falsos suicidas de Leganés.

En las escuelas de periodismo se estudiará probablemente en el futuro la estrategia de intoxicación, desinformación y engaño montada por esos medios de comunicación para negar la responsabilidad del yihadismo en la matanza de los trenes de la muerte (idéntica en sus pautas a otros atentados del terrorismo islamista) y para atribuir el crimen a una conjura secreta dirigida por ETA con ayuda de inmigrantes magrebíes, traficantes de droga y explosivos, espías españoles y extranjeros, confidentes policiales, mandos de los cuerpos de seguridad y dirigentes del PSOE.

Una sentencia de la Audiencia Provincial pincha el último globo sobre la participación de ETA en el 11-M

El Mundo y la Radio de los Obispos saltaron sobre una noticia difundida por el último director de la Policía de Aznar en septiembre de 2006 acerca de las especulaciones de un perito del laboratorio de la Comisaría de Policía Científica a quien sus jefes habían encargado el análisis de una sustancia intervenida en diciembre de 2004 en Lanzarote a Hassan El Haski (imputado por el atentado de Casablanca y condenado por el 11-M). La respuesta del experto fue que se trataba de ácido bórico, añadiendo como arriesgada "observación" no solicitada -en la creencia de que "daría una alegría a sus jefes y a la autoridad judicial" (sic)- que el hallazgo tres años antes de ese producto de limpieza en un piso franco de ETA en Salamanca abría la posibilidad de que El Haski y los etarras estuvieran relacionados, tuviesen un mismo tipo de formación o fuesen autores de los mismos hechos terroristas.

El periodismo de investigación patrocinado por el director del diario El Mundo y el locutor matinal de la Radio de los Obispos canonizó la peregrina conjetura del perito -la Audiencia subraya que el laboratorio policial nunca había encontrado ácido bórico en los explosivos, "después de cientos de informes químicos"- como prueba de la implicación de ETA en el 11-M. La circunstancia de que los jefes del perito emplearan escasos miramientos formales -aun actuando dentro de sus competencias al hacerlo- para borrar la observación del informe definitivo transformaba a criterio de Ramírez y Jiménez la fantasiosa hipótesis en certeza. Pero el rechazo por la sentencia de esos "datos y argumentos especulativos carentes de rigor en un informe químico" resulta inútil: ese dueto periodístico, tan semejante por su estilo de trabajo informativo a la pareja detectivesca de Tintín, seguirá en la brecha. -

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