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OPINIÓN
Columna
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El salto adelante

Joaquín Estefanía

¿En qué momento se decidió pasar de las ayudas al sistema financiero (circuito sanguíneo del aparato productivo, sin el cual este último no puede funcionar) a otros sectores productivos, intensivos en mano de obra, como el del automóvil? Da igual cuándo, lo importante es el cómo. En una reciente entrevista, el presidente electo de EE UU, Barack Obama, manifestaba sus críticas a la forma de actuar de las grandes compañías automovilísticas, pero concluía: su colapso "no es una opción".

El acuerdo conceptual al que han llegado la Casa Blanca, los integrantes de la Cámara de Representantes y los altos directivos de General Motors (GM), Chrysler y Ford supone un salto cualitativo en la naturaleza de los planes de rescate. El marco teórico del mismo es el siguiente: créditos blandos por valor de 15.000 millones de dólares (la mitad de lo que pedía el sector con distinta intensidad; GM y Chrysler, acuciados por la urgencia de evitar la suspensión de pagos, y Ford, como una línea de crédito por si la coyuntura se estropea aún más), que saldrán de un programa concebido para el desarrollo de vehículos eficientes ecológicamente. Con este dinero tendrán que lidiar en el corto plazo hasta el final del primer trimestre de 2009, momento en el que habrán de presentar su plan de viabilidad definitivo.

La intervención de la industria del automóvil en EE UU puede ser el primer paso hacia su nacionalización

Lo novedoso es el estricto régimen de tutelaje que a partir de ahora tendrá Washington sobre la industria de Detroit, en algunos casos similar a la que existiría en el caso de suspensión de pagos. Un administrador nombrado por el presidente controlará sus operaciones, entre las que destacan el control de las retribuciones de los ejecutivos (los máximos responsables se han reducido sus salarios a un simbólico dólar), la eliminación del dividendo y las garantías de que el dinero prestado será devuelto, so pena de ejercer las opciones de compra de acciones (warrants) a favor del Gobierno, con lo que la industria automovilística quedaría parcialmente nacionalizada, como segundo paso de la intervención. Si el administrador -que tendrá funciones equivalentes a un supervisor judicial- considerase que los planes de viabilidad son insuficientes, podrá forzar a las empresas en cuestión a que se declaren en expediente concursal.

Las dificultades de la industria de automoción americana, que son extensibles en parte a las de casi todo el planeta, revelan que más allá de los problemas coyunturales relacionados con la recesión (un exceso de capacidad productiva, motivada por la caída del consumo) hay otros que tienen que ver con las nuevas exigencias medioambientales, con estructuras y estrategias desfasadas y con la competencia derivada de la globalización (los costes de producir en EE UU son muy superiores a los de otras zonas del planeta). Los analistas del largo plazo describen una concentración de compañías y marcas que dejaría al medio centenar de fabricantes que hay en el mundo en alrededor de media docena de grupos. Como mucho.

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