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Reportaje:NUESTRA ÉPOCA

La superpotencia secreta

Al Yazira, Oxford y el poder de los medios

Timothy Garton Ash

Tal vez no se den cuenta, pero en este momento tienen ante sus ojos un arma más poderosa que la mayoría de las que posee el Ejército de EE UU. Una bomba de racimo puede matar o mutilar a miles de personas, pero esta arma puede hacer que millones de personas autoricen a sus gobernantes a iniciar guerras. Se llama periódico. Aunque es verdad que, hoy en día, gran parte de su impacto es fruto de su difusión electrónica. Y junto a él, en el nuevo arsenal, figuran la radio, la televisión, los blogs, las difusiones por Internet y los mensajes de texto.

El aumento del poder de los medios es uno de los rasgos fundamentales de nuestra época. Tradicionalmente, los periodistas se han considerado un instrumento de vigilancia del poder, fuera político, militar o económico. Ahora ellos tienen más poder que muchos de los que solían tenerlo. En un repaso de su famosa Anatomy of Britain (Anatomía de Gran Bretaña), 40 años después de que se publicara en 1962, el periodista Anthony Sampson llegaba a la conclusión de que "ningún sector ha aumentado su poder en Gran Bretaña tan rápidamente como los medios de comunicación". Y no sólo en Gran Bretaña. En todo el mundo, gobiernos, terroristas, empresas y ONG consideran absolutamente prioritario transmitir su mensaje a través de los medios.

Gran parte del impacto de la prensa es fruto de su difusión electrónica. En el nuevo arsenal están los 'blogs", Internet y los mensajes de texto
Los periodistas deben cantar las verdades a los poderosos, pero cuando ellos se han convertido en un poder, también hay que cantárselas a ellos
Tanto en el periodismo como en la guerra, las nuevas tecnologías ofrecen unas posibilidades sin precedentes y unos riesgos equiparables

El 11 de septiembre de 2001, los terroristas de Al Qaeda utilizaron el poder de los medios para multiplicar de manera incalculable el efecto de su terrible acción. El 11-S sólo se convirtió en el 11-S porque la mitad de la humanidad pudo contemplar el derrumbe de las Torres Gemelas en las pantallas de sus televisores y muchos pudieron volver a verlo en sus ordenadores, gracias a que unos medios globalizados y presentes en distintas plataformas lo repitieron durante 24 horas al día y siete días a la semana. Eso fue lo que creó el 11-S. Lo mismo pasó con la guerra de Irak. Muchos de los que estaban convencidos de que Sadam Husein tenía armas de destrucción masiva lo creían sólo por las armas de engaño masivo desplegadas por los gobiernos de Washington y Londres; es decir, la transmisión o "manipulación" de informaciones distorsionadas a través de The New York Times y otros medios establecidos y normalmente creíbles, que hicieron pensar a la gente que una cosa que era falsa era verdad.

El motor de este aumento del poder de los medios, como el del poder militar, son las transformaciones tecnológicas. Tanto en el periodismo como en la guerra, las nuevas tecnologías ofrecen unas posibilidades sin precedentes y unos riesgos equiparables. Cuando empecé a escribir informaciones en un Berlín dividido, hace casi 30 años, tenía una pluma, un cuaderno y una máquina de escribir manual. Para enviar mi crónica tenía que ir a una oficina de télex, picar o pedir que me picaran físicamente el mensaje e introducirlo en una máquina que funcionaba a trompicones. Las oportunidades de que hubiera retrasos, malas comunicaciones y censura local eran inmensas. Hoy, los nuevos reporteros multimedia de The Guardian o la BBC pueden enviar imágenes de vídeo digital sin censurar y de forma casi instantánea desde las alturas del Hindu Kush prácticamente hasta nuestras pantallas, gracias a los ordenadores portátiles y a los teléfonos vía satélite. Hay métodos para informar de manera inmediata y precisa desde primera línea que en otro tiempo eran impensables para un corresponsal.

Por otro lado, con esa misma facilidad pueden difundirse también noticias falsas o exageradas e imágenes alteradas digitalmente. Existen medios para manipular, distorsionar e incitar que no había hace 30 años. No hay más que ver el papel de las páginas web yihadistas en el reclutamiento de terroristas en diversos países europeos.

Por eso, lo que importa más que nunca es de qué manera se emplean estas herramientas tan extraordinariamente poderosas -como armas de información masiva, de engaño masivo o de provocación masiva-, y eso depende de los valores en los que se inspiren los periodistas que las utilizan. Por lo que respecta a los valores, esta semana se han producido dos acontecimientos prometedores. Para abreviar, los llamaré Al Yazira y Oxford. Tal vez les desconcierte la yuxtaposición de estos dos nombres -como si uniera, por ejemplo, el semtex y el jerez-, pero es seguramente porque tienen una imagen anticuada y distorsionada de ambos, porque Al Yazira evoca a Al Qaeda y Oxford significa torres de marfil y profesores que beben oporto. (¿Quién perpetúa esas imágenes? Venga, échenle la culpa a los medios...).

'Aljazeera english'

El miércoles pasado, a mediodía, me senté a ver la primera hora de noticias del nuevo canal en inglés de Al Yazira, que se llama así, Aljazeera English. Hace ya tiempo que, por la calidad de los periodistas que Al Yazira ha logrado arrebatar a BBC, ITN, CNN, Sky, Reuters y otras empresas, se ve claramente que tiene intención de derrotar a los principales medios occidentales en su propio terreno. Su código ético, publicado en la página web, está salpicado de palabras tranquilizadoras y propias de la BBC: "Imparcialidad, equilibrio, independencia, credibilidad", "objetivo y exacto", diferencia entre información y opinión, etcétera. Pero también la Unión Soviética nació llena de nobles promesas. Habrá que esperar a ver los resultados.

Esta primera muestra resultó positiva. El deseo expreso de Al Yazira de "establecer las prioridades informativas" se reflejó en la elección y ordenación de las noticias, no en que se les diera un tratamiento sesgado: primero, la franja de Gaza; segundo, Darfur; tercero, Irán; cuarto, Zimbabue. En otras palabras, se trata de llamar sistemáticamente nuestra atención sobre los sufrimientos y experiencias de los países en vías de desarrollo y, en especial, de Oriente Próximo. El estilo era más parecido al de BBC World que al de Fox News o, menos aún, el de otra propaganda más burda. La noticia del propio lanzamiento de la cadena la dio el veterano corresponsal británico Mike Hanna, y también se oyeron otras voces conocidas en esa primera hora de programa (incluso la información del tiempo la dio una dinámica y simpática mujer británica que prometió sol en Oriente Próximo). El informativo cargó las tintas a propósito de los sufrimientos palestinos en la franja de Gaza, pero es cierto que hay mucho sobre lo que cargar las tintas; y, mientras tanto, la cinta de texto de la parte inferior de la pantalla contaba, para ser imparcial: "Una mujer israelí muere alcanzada por un cohete palestino".

En resumen, fue un comienzo excelente; una de las cosas más prometedoras que han salido de Oriente Próximo desde hace tiempo. Pero la prueba de fuego la constituirán las noticias que se den cuando haya, por ejemplo, disturbios en Arabia Saudí, como las informaciones diarias sobre el descontento en otros regímenes árabes. Un examen paciente, desapasionado y analítico de la labor de Al Yazira, que la compare sin temores ni favoritismos con otras cadenas internacionales, será la única forma de determinar si está a la altura de sus grandes aspiraciones.

Y aquí llegamos a Oxford. El próximo lunes se pone en marcha el nuevo Instituto Reuters para el Estudio del Periodismo en la Universidad de Oxford, con un acto que reunirá al director ejecutivo de The Washington Post, al jefe de informativos de la BBC y al director general de Al Yazira para hablar del periodismo después de Irak. Lo que pretendemos hacer en el Instituto (y digo "pretendemos" porque tengo cierta participación en el asunto) es precisamente someter a ese tipo de examen paciente, desapasionado y analítico a la que podríamos llamar la superpotencia menos analizada del mundo. El nuevo Instituto de Oxford quiere superar las barreras tradicionales de vaga desconfianza entre el mundo académico y los medios de comunicación con el fin de estudiar lo que hacen los periodistas en distintos medios y distintos países, de forma rigurosa y con una comparación internacional constante.

Como profesor y como periodista, creo que el deber de "cantar las verdades a los poderosos" tiene que seguir siendo parte importante de la misión de la prensa. Pero cuando el propio periodismo se ha convertido en un poder semejante, también necesita que le canten las verdades a él. La forma más segura de hallar esas verdades es combinar los mejores elementos del mundo académico y del periodismo. Y entonces Al Yazira podrá venir a decirnos qué cree que estamos haciendo mal.

Traducción de M. L. Rodríguez Tapia

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