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Reportaje:LA LEY DE LA CALLE

Ángeles del Infierno

Quino Petit

Irrumpe en la conciencia como un latigazo cuando Chevi aprieta el puño del gas a su burra. Es una implacable y maldita sensación de libertad.

Son las dos de la tarde de un sábado de verano. La columna motorizada se abre paso por el carril derecho de la C-55 rumbo a una concentración con otros clubes de bikers cerca de Manresa. El viento corta hasta la respiración. Desde el asiento de atrás de la Harley-Davidson Fat Boy de Chevi, un prospect o aspirante del capítulo de Barcelona, se divisan las calaveras aladas en las chupas de los miembros oficiales que nos preceden. Nando, otro prospect, avanza entre la formación al más puro estilo old school (vieja escuela). Los neumáticos de su flamante chopper se deslizan por el asfalto como una bola negra de billar rodando sobre un pavimento de hormigón recién pulido. Vigila la marcha y realiza indicaciones con el brazo izquierdo levantado. Símbolos. Códigos de carretera. Nuestra única guarda hoy son los Ángeles del Infierno.

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¿Por qué demonios será tan complicado que dejen de retumbar en el casco todas las guitarras empapadas en ácido de los sesenta y setenta? Parece imposible escapar de los ecos de Hunter S. Thompson: "Ángeles del Infierno, como Gengis Khan a lomos de caballos de hierro". El rugido de sus tubos de escape despierta hoy las viejas leyendas, hace temblar a los biempensantes y pone en guardia a las fuerzas de la ley. No son moteros de fin de semana. Nada que ver. Viven por y para su club. Hermandad antes que asociación. Miembros dispuestos a dar la vida por los suyos sin importar la causa, siempre partidarios de hacerse notar y cabrear al personal. Organizados en más de 250 capítulos que se extienden por una treintena de países. La mala fama les persigue desde su fundación hace seis décadas en la Costa Oeste de Estados Unidos. Sólo atienden a sus propias leyes. Como resume Álex Constante, de 38 años, presidente del capítulo madre de los Ángeles del Infierno en España: "Un mundo dentro del jodido mundo".

Para conocer su génesis en España resulta imprescindible aparcar las motos y compartir un botellín glacial de cerveza con Banan's. A sus 44 años, es uno de los Ángeles del Infierno más veteranos de este país. "Primero fundamos Centuriones en 1982. Cinco o seis mensajeros de Barcelona nos juntamos para crear un motoclub al estilo americano. Luego crecimos por Castellón, Valencia, Madrid, Alicante??. Se empezaba a hablar de tribus urbanas a principios de los ochenta cuando entraron en escena aquellos moteros que se posicionaban contra todo y contra todos. "Nos reuníamos en bares, talleres. Fueron años muy salvajes, muy anarquistas. Había peleas, desmadre. Al principio les caíamos bien a los maderos. A veces les dábamos alguna paliza a los punkis, o a quien nos parecía. Teníamos 19 o 20 años. Y vivíamos al límite".

Por aquellos tiempos, cuando las diferencias se resolvían a mamporros en los bares, Álex era un boxeador que rondaba la veintena. Una noche se vio rodeado de varios centuriones de Barcelona. Como en las mejores canciones de rock and roll, había un chica de por medio y la banda sonora era el chasquido de estiletes abriéndose. El muchacho no se amilanó y el corro de motoristas dejó que se largase en su Guzzi ocho y medio. Con el tiempo, Álex llegó a convertirse en uno de ellos y en 1992 fue nombrado presidente nacional de la organización. "Esto era una cosa de tíos duros. Y se entraba por la vía del enfrentamiento", apostilla Banan's.

Los Centuriones prosiguieron sus andanzas barriobajeras hasta que la policía detuvo de una tacada en 1996 a los 34 miembros del capítulo de Barcelona. Catorce de ellos fueron acusados de tráfico de drogas y armas y asociación ilícita. La Audiencia de Barcelona desestimó el cargo de asociación ilícita y condenó a título individual a algunos de los acusados por tenencia de armas y narcotráfico, con penas máximas de cuatro años. ?El mes que pasamos en prisión preventiva nos unió más todavía. En realidad deberíamos agradecerles eso a las autoridades que llevaron a cabo aquel intento de acusarnos conjuntamente por delitos que eran individuales?, reflexiona hoy Álex. Una vez libres, se cierra el círculo de Centuriones. Su ex presidente nacional y varios miembros deciden convertirse en Ángeles del Infierno.

Así nació Hells Angels Motorcycle Club en España. El número 21 de la calle Fluvia de Barcelona acoge su primera sede desde 1996. La organización cuenta hoy con otras tantas secciones en Madrid, Valencia, Costa Blanca, Murcia y Costa del Sol, además del capítulo Nomads y el Prospect de Canarias. "En 1987 yo ya visitaba con frecuencia a los Hells Angels de Holanda", recuerda Banan's. ?Ellos nos observaban. En los noventa empezamos a acudir a las concentraciones Free Wheels de Francia y establecimos contacto con ellos. Nuestra transición duró cinco o seis años. El mundo de los Ángeles del Infierno era entonces muy cerrado?.

Y sigue siéndolo en muchos aspectos. Como la entrada restringida al local de la calle Fluvia, una antigua fábrica de dos plantas en el Poblenou barcelonés. El primer contacto para realizar este reportaje se lleva a cabo en su interior con Álex, el presidente, tras el consentimiento de los demás miembros a pactar ciertas condiciones. "Te contaremos hasta donde te podamos contar. Estamos muy escarmentados con la prensa, ¿sabes? Más aún desde el episodio policial de finales del año pasado".

El episodio en cuestión tuvo lugar el 18 de diciembre de 2007, cuando miembros de los Mossos d?Esquadra y el Grupo Especial de Intervención realizaron detenciones en 10 locales y domicilios de los Ángeles del Infierno de Barcelona. Ocho miembros fueron acusados de los mismos delitos que se imputaron a los Centuriones en 1996, además del de extorsión. Todos fueron puestos en libertad con cargos poco después salvo dos de ellos, que han permanecido en prisión preventiva hasta finales de julio.

"Ahora estamos a la espera de juicio", explica Álex, también detenido en la operación y puesto en libertad a los dos días. "Pero la policía ya se encargó de emitir un comunicado a los medios asegurando haber desarticulado una banda que traficaba con drogas y extorsionaba. Y así salió publicado en todos sitios. Sabemos que cuando volvamos a ser declarados inocentes la prensa no se apresurará tanto a comunicarlo. Eso no vende. Poco después, el día de Reyes, estábamos otra vez montando nuestras máquinas de camino al hospital Vall d'Hebron de Barcelona con varios responsables del centro disfrazados de reyes magos para regalar a los niños enfermos juguetes que otros motoclubes nos entregan en navidades. Es el Toy Run, un evento que realizamos desde hace ocho años. Pero, claro, esas cosas no se cuentan. Y no nos importa. Lo único que nos importa es la libertad".

Mantener encontronazos con las fuerzas del orden va aparejado al destino de los Ángeles del Infierno prácticamente desde su fundación. El estadounidense Sonny Barger, su miembro más emblemático, ha resumido en el libro La vida y andanzas de Sonny Barger y el club de motos Los Ángeles del Infierno: ?Si algo he aprendido a lo largo de 40 años en el club, es que la libertad no es gratis?. No en vano ostenta un extenso historial criminal ilustrado en las citadas memorias. Muchos ven en su carisma al responsable de haber convertido aquel pequeño motoclub nacido en San Bernardino (California) allá por 1948 en la organización internacional que conocemos hoy.

Todo empezó durante los años posteriores a la II Guerra Mundial, cuando muchos de los ex combatientes estadounidenses regresaron a casa con mucha adrenalina en las venas tras sus vuelos de ataque en bombarderos B-52. Aquellos veteranos se reagruparon en pequeñas asociaciones con el ánimo de zumbar en motocicleta por las carreteras y emborracharse. La Asociación de Motoristas Americanos (AMA) no tardó mucho en emitir un comunicado considerando a grupúsculos como Bastardos Cabreados o Peleones Mamados como el 1% de proscritos que provocaron los afamados y violentos incidentes de Hollister en 1947. El 99% de moteros restantes, según la AMA, era gente respetable. Un año más tarde, una escisión de Bastardos Cabreados fundó el primer capítulo de Ángeles del Infierno en San Bernardino, al que siguió el de San Francisco. Fue entonces cuando decidieron identificarse con aquel 1%. Una década después, Sonny Barger se convertía en presidente del recién nacido capítulo de Oakland, logrando uno de sus verdaderos sueños. ?Yo necesitaba un club de tíos unidos que pudieran saltar sobre sus motos, conducir a través de todo el país si les daba la gana, y no guiarse ni por reglas ni por horarios?, confiesa en sus memorias.

Los beatniks, los hippies y hasta Hollywood coquetearon con ellos en los sesenta atraídos por su imagen rebelde. Pero pronto dejaron claro que no se casaban con nadie. Como en 1969, cuando los Rolling Stones solicitaron sus servicios para mantener la seguridad durante su concierto en Altamont y un joven afroamericano que sacó una pistola acabó cosido a navajazos supuestamente a manos de los Ángeles del Infierno. Otro episodio oscuro nunca aclarado por completo, del que llegó a decirse que formaba parte de una conspiración para asesinar a Mick Jagger. La historia del club siguió creciendo por el mundo rodeada de mitos y problemas con la justicia. Pero ¿qué queda hoy de aquel espíritu del 1% de moteros proscritos?

"Nuestros comienzos se parecieron a los de los Hells Angels de los sesenta en la manera salvaje de vivir?, recuerda el veterano Banan's. "Ahora tenemos más orden, normas de convivencia. En cierto sentido, antes éramos más libres, más anarquistas". Para Álex, aquel 1% significa hoy la fuerza de la individualidad. "Para entrar aquí hay que ser un elemento especial. Esto no es un club de golf. Es una hermandad de hombres donde cada uno de nosotros supone un voto".

¿Y qué sentido tiene en esta organización el uso de parafernalia nazi?

"Los veteranos de guerra estadounidenses empezaron a utilizarla como símbolo contracultural y se mantuvo. Ya no la empleamos por respeto a nuestros hermanos alemanes.

Precisamente la ostentación de esa simbología ha llevado a la policía a catalogarles como banda neonazi y racista. "De entrada, somos apolíticos. Y racistas con todos los hijos de puta: primero, los blancos; luego, los negros; después, los amarillos, y los rosas también", sentencia Álex.

Lo que sí reconocen es mantener una escala para llegar a ser miembro, que arranca en los niveles más bajos o hang around. ?Antes de eso hay que ser supporter, conocernos un tiempo?, explica Álex. ?Muchos vacilan y la cosa queda ahí. Cuando se nombra a un prospect se convierte en aspirante a miembro. Las pruebas para llegar a serlo no son las mismas que hace cincuenta años. Hay leyendas sobre la necesidad de matar a alguien para ser ángel del infierno. Fantasías. Lo que se exige es respeto con mayúsculas, tener un coraje digno de llevar nuestro parche bordado en la espalda de la chupa?.

Algunos llegan a tatuarse la calavera alada en la espalda. Lenguaje de símbolos. Colores. Rojo sobre blanco. "El blanco es el color de la pureza, el respeto, la honestidad, el honor, la hermandad, tus hijos; el rojo es el de la sangre que a veces debe ser derramada para defender lo blanco", argumentan. Obligaciones. "Compartes tu vida normal, la familia y los hijos, con tu vida en el club. Eres hell angel en la vida y en la muerte. Cuando un miembro la palma, velamos su cadáver a nuestro estilo, con una fiesta. Después lo enterramos en nuestro panteón, como hicimos con el hermano Alfonso, fallecido en 2001. Cada año celebramos el día de su nacimiento, no el de su muerte, junto a su tumba". En el plano terrenal, se exige una cuota de 150 euros mensuales y la asistencia a las reuniones periódicas. Imposible presenciar una sin pertenecer al club; sólo podemos tomar una foto antes de empezar. Se deciden asuntos relativos a las salidas a carretera y actuaciones en conjunto. Por ejemplo, la reciente vigilancia durante el último concierto de Bruce Springsteen en Barcelona para evitar la venta ilegal de merchandising.

Los cargos se renuevan cada año mediante votación y el perfil de los miembros es diverso. "Cuando uno entra aquí no se le pregunta cómo se gana las habichuelas. Yo no soy poli", advierte Álex. "La gran mayoría tiene trabajos legales. Pero cuando a uno le pillan en un asunto turbio cargan contra todos nosotros. Es absurdo, como si todo un partido político fuera corrupto por tener pringado a uno de sus afiliados. Lo que sí es cierto es que cuando enchironan a uno de los nuestros no le dejamos tirado; cuidamos de su familia y le ayudamos a salir del talego. Cuando sale, ajustamos cuentas con él si es necesario?. "Y si alguno quiere dejar de formar parte de la hermandad? ?A las buenas, se le tatúa la palabra out (fuera)", responde Banan's. "A las malas, si nos hace una putada te puedes imaginar".

Chevi, mecánico de 36 años, ha sido nombrado recientemente prospect del capítulo de Barcelona. "Quieres ser un ángel del infierno porque anhelas la verdadera sensación de hermandad. Es una familia que eliges tú, con la que encarar los problemas. Vivimos dentro de la sociedad, pero con nuestras normas". Llegamos a las afueras de Sant Joan de Vilatorrada en el asiento de atrás de su moto. Trece harleys aparcan junto a un stand destinado a Hells Angels Spain en un evento organizado por el club Rebel?s. Álex y Marcos, presidente y vicepresidente de los Hells Angels de Barna, marchan a una reunión del comité que aúna a más de una treintena de motoclubes españoles. "Este comité sirve para solventar asuntos que antaño se resolvían a navajazos?, ilustra Álex.

Banan's saluda a hermanos del capítulo de Madrid. Rememora junto a Pedro, mítico centurión, los tiempos del bar La Mala Fama del barrio de Malasaña. Feroz memoria de un grupo de renegados durante los ochenta. "Hemos pasado del Abanderado al Dolce & Gabbana", apunta con sorna Gabi, miembro de Nomads. Albert, ángel del infierno de 43 años y propietario de un estudio de tatuajes, enciende un Ducados y reflexiona junto a su Harley-Davidson Heritage Softail Classic: "Estas motos son la válvula de escape de lo que no nos gusta. Nuestro mundo no es tan diferente al vuestro. Lo que pasa es que nosotros vivimos en él de lunes a domingo".

CATERINA BARJAU

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Sobre la firma

Quino Petit
Es redactor jefe de Nacional en EL PAÍS. Antes fue redactor jefe de 'El País Semanal', donde ejerció como reportero durante 15 años en los que ha publicado crónicas y reportajes sobre realidades de distintas partes del planeta, así como perfiles y entrevistas a grandes personajes de la política, las finanzas, las artes y el deporte.

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