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CRÓNICAS DE AMÉRICA LATINA
Columna
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Los Ángeles siempre en México

La cultura angelina es la protagonista de la XXIII Feria Internacional del Libro de Guadalajara (México), del 28 de noviembre al 6 de diciembre. La ciudad de raíces nativas, mestizas e hispanas es la suma de muchas ciudades y musa de creadores. Una urbe donde la influencia hispana crece.

En su libro El laberinto de la soledad, el escritor mexicano Octavio Paz abre con un relato sobre su tiempo en Los Ángeles, ciudad estadounidense con una "atmósfera vagamente mexicana". Paz veía que esta atmósfera "flotaba" sobre el "otro mundo, el mundo norteamericano".

"Flota", escribió, "no acaba de ser, no acaba de desaparecer".

Más de cincuenta años después de que se publicaran estas palabras, se podría decir que la atmósfera mexicana de Los Ángeles ya no flota en el aire sobre la cultura gringa, sino que camina, corre, baila, y se arrastra directamente sobre sus calles largas y solitarias. Se siente entre los albañiles recién llegados de México y Centroamérica, entre las estrellas de Hollywood, y entre los artistas y escritores que llaman a esa gran ciudad su hogar y su musa. Se ve en el rostro del actual alcalde, Antonio Villaraigosa, un político originario del viejo barrio mexicano del Este de Los Ángeles que ahora es jefe de la segunda ciudad más grande de la potencia estadounidense. Todos los angelinos -sin importar sus raíces ni posición social- comen comida mexicana o mexicoamericana. Todos -ya sean asiáticos, judíos, europeos o afroamericanos- hablan por lo menos un "poquitito" de español. La mexicanidad de Los Ángeles se ve literalmente sobre sus calles. Se han fotografiado tapaderas de alcantarillas municipales en las que está escrito "City of L.A.: Made in México". Es una metáfora tan reveladora que hace que uno se pregunte si no es una broma de cualquier empresa mexicana que las hizo.

Entender la historia de Los Ángeles es entender la vitalidad esencial de los centros urbanos, de cómo se adelantan a los movimientos sociales y a las políticas de sus países. Los Ángeles se fundó por 44 pobladores -criollos, mestizos, indios y mulatos- en 1781, en una sociedad totalmente distinta de la que se estaba formando en esa época al otro lado del continente norteamericano. Su nombre original lo dice todo: El Pueblo de Nuestra Señora la Reina de los Ángeles del Río de Porciúncula. Desde su inicio, el nuevo pueblo pertenecía a la Nueva España, y luego a México, antes de que fuera tragada por los "United States". Con el tiempo, el aspecto latino de la ciudad fue sumergido por la estructura que trajeron los angloamericanos. Pero a finales del siglo veinte eso cambió. Los Ángeles fue casi inundado por nuevas olas de inmigrantes del sur: guatemaltecos, hondureños, cubanos, peruanos, nicaragüenses, argentinos, salvadoreños, brasileños, y obviamente mexicanos. No todos eran inmigrantes legales, pero todos llegaron a la ciudad para perseguir sus sueños, sin importar fronteras.

La transformación culminó en la primavera de 2006, cuando un millón de ellos -sonriendo, cantando y bailando- tomaron el centro de la ciudad para pedir la legalización de los indocumentados. En realidad, fue un llamado a reconocer las contribuciones a L.A. y a Estados Unidos en general de todos los latinos.

Yo fui testigo de esa gran marcha. Después del evento, la ciudad nunca fue la misma. Su latinidad inherente despertó, como sí reconoció todo L.A. que era parte no sólo de Estados Unidos sino de algo más grande y menos fijo, América Latina. En esos días, la ciudad se sentía alegre e inspirada.

Trabajé como periodista por cinco años en Los Ángeles, después y antes de pasar tiempo en Ciudad de México, donde ahora resido. La experiencia me cambió la vida. Como mexicoamericano criado cerca de la frontera entre San Diego y Tijuana, siempre había sentido el empuje del "ni de aquí, ni de allá", la infinita esquizofrenia del chicano, hijos e hijas de los primeros inmigrantes mexicanos, pero ni mexicano, ni estadounidense. De todas las ciudades que he conocido en el mundo, sólo Los Ángeles me ha dicho en definitiva: de aquí. De aquí serás porque aquí todos hablamos y escribimos un español castellano roto y rudo, como verdaderos "pochos". De aquí serás porque aquí todos vivimos entre y a través de las fronteras. Aquí la frontera eres tú.

Para los artistas y escritores chicanos, la transformación de L.A. en los últimos años ha sido una catarsis. Habíamos estado en posición de protesta permanente desde los años sesenta, pero ahora la protesta la han tomado otros. Ahora el Museo de Arte del Condado de Los Ángeles se luce con una exposición de arte poschicano, que se enfoca en la práctica conceptual de artistas mexicoamericanos. Ahora muchos de los escritores latinos que residen en Los Ángeles son celebrados igual en su país como en los países de sus raíces.

Varios de ellos estarán en la Feria Internacional del Libro en Guadalajara, donde Los Ángeles es invitado de honor. Será una gran oportunidad para que el mundo iberoamericano empiece a reevaluar sus ideas de lo que es Los Ángeles. La manera más útil de hacer eso es comprender L.A. como una agrupación de muchas ciudades que se mezclan y a veces todavía se enfrentan, y en reconocer lo fuerte que sigue su órbita en toda América Latina.

De alguna manera es el mismo reto que se dio Octavio Paz. El ensayo que abre su obra maestra -El pachuco y otros extremos- trata en detalle el arquetipo macho pandillero de los barrios mexicanos al norte de la frontera, que hasta en ese entonces estaba influyendo la cultura popular de la república mexicana. Es sorprendente pensarlo así: Los Ángeles siempre en México, México siempre en Los Ángeles.

Daniel Hernández (San Diego, México, 1980) es periodista. Ha trabajado en Los Angeles Times, entre otros diarios, y actualmente es colaborador de The New York Times T Magazine, The Guardian y Gatopardo. http://danielhernandez.typepad.com/

<b><i>California Plaza</b></i> (2001), óleo de Frank Romero, incluido en el libro <b><i>Pintores de Aztlán</b></i>, de La Casa Encendida.
California Plaza (2001), óleo de Frank Romero, incluido en el libro Pintores de Aztlán, de La Casa Encendida.

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