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Reportaje:ARTE

Aplastados por el terror de Stalin

Octubre de 1917. El año cero de una nueva era. La revolución rusa ha triunfado y el mundo entero asiste, entre alborozado y temeroso, al nacimiento de un Estado que saluda a un nuevo hombre, a un nuevo humanismo. Lenin está en la cúspide, vigila mientras los acontecimientos se suceden a velocidad de vértigo. Los bolcheviques comienzan a escribir la historia y era necesario dotarla de símbolos, de imágenes, de palabras. Los artistas, "los ingenieros del alma", como los bautizó Stalin, comenzaron su labor y llenaron la nueva Rusia de ciencia, técnica, libros, arte.

Pero ¿cuál fue la relación entre aquella élite de hombres y mujeres que se pusieron a las órdenes de la revolución y el comunismo? Una ambiciosa exposición, La caballería roja. Creación y poder en la Rusia soviética de 1917 a 1945, en La Casa Encendida de Madrid, analiza cómo desde la muerte de Lenin, en 1924, y hasta la de Stalin, en 1953, ningún habitante de la URSS pudo permanecer al margen de una ideología. Para explicarlo con potentes imágenes, Rosa Ferré, comisaria de la muestra, ha ideado un recorrido a través de más de 300 materiales muy diversos, desde obras maestras de la vanguardia pictórica hasta algunas piezas claves en la estética del realismo socialista. Los protagonistas son escritores, Anna Ajmátova, Mandelshtam, Pasternak, Mayakovski, Bábel, o artistas como Kandinsky, Chagall, Malévich, Ródchenko, Klucis y Deineka. La caballería roja es un viaje al talento creativo de las tres primeras décadas del siglo XX en la Rusia soviética, un momento de enorme energía creativa marcado por la más absoluta represión.

Toda una generación de intelectuales fueron asesinados o deportados cuando ya no servían para los fines del dictador
El ruso se adaptó a las nuevas palabras bolcheviques como saboteador, estajanovista o burgués
Un 80% de los protagonistas de la muestra 'La caballería roja' fueron fusilados, degradados o silenciados

Al estallido de la revolución, en 1917, la población rusa estaba formada en sus tres cuartas partes por campesinos. Lenin necesitaba una élite que ayudara a crear "ciudadanos activos", y durante los primeros años del siglo XX, los intelectuales, ebrios de entusiasmo, pusieron en marcha una potente maquinaria de propaganda multimedia. El Estado soviético utilizó su ingenio hasta que Stalin ordenó silenciar cualquier veleidad creativa. A partir de ahí, "se segaba a la gente por capas" bajo la cruel sentencia de dos palabras claves, saboteador y contrarrevolucionario.

"Nos vigilaban estrellas de la muerte, / e, inocente y convulsa, se estremecía Rusia / bajo botas ensangrentadas, bajo / las ruedas de negros furgones... De madrugada vinieron a buscarte. / Yo fui detrás de ti, como en un duelo".Así entonaba la poetisa Anna Ajmátova su doloroso Réquiem para su hijo, sus amigos, aplastados por el régimen de Stalin. Miles de escritores fueron ejecutados durante los años del terror rojo. "Cuando llegaban los hombres vestidos de cuero, el final empezaba...". Los intelectuales que no emigraron o no fueron expulsados aterrizaron como elefantes en una cacharrería en el nuevo orden. La "generación de la edad de plata", la de Ajmátova, Tsvetaieva, Mandelshtam, Pasternak, Bulgákov, sufrió acoso y derribo, fueron asesinados o deportados cuando ya no servían a los fines de una cultura socialista. La apertura hace pocos años de los archivos literarios del KGB mostraron el horror de aquellos crímenes contra la inteligencia cometidos por Lenin y Stalin.

El cerebro de Máximo Gorki, conservado en el Instituto Neurológico de Moscú, pesa 1.420 gramos. El de Mayakovski, 1.700 gramos. El de Lenin, 1.340. En qué cabeza cabe guardar tales restos como un panteón de genialidad. Posiblemente, en la de un hombre enfermo de poder, Stalin, "el montañés del Kremlin, con ojos de cucaracha", como lo describió Mandelshtam en uno de sus poemas. Stalin planeaba por encima de todos, a la caza de los más pequeños detalles. Jugaba con sus "camaradas" como si fuera Dios. Un ejemplo. La policía abrió en 1922 un expediente al escritor Bulgákov por "ideólogo de la malévola burguesía contemporánea". Estuvo a un paso de ser deportado por negarse a escribir sobre "héroes en chaqueta de cuero, ametralladoras y comunistas heroicos". Harto de su situación de penuria, escribió una carta a Stalin. En ella solicitaba que le dieran un trabajo o que le ordenaran "abandonar en el acto los confines de la URSS". No obtuvo respuesta hasta que un día su teléfono sonó y una voz le dijo: "Va a hablar usted con el camarada Stalin". Se produjo entonces una de las conversaciones más surrealistas de aquel negro periodo: "¿De veras necesita partir al extranjero? ¿Es posible que esté tan harto de nosotros?", le preguntó Stalin. A lo que Bulgákov respondió: "He meditado mucho al respecto y he llegado a la conclusión de que un escritor ruso no puede existir fuera de su patria". Días después, Stalin le citó en el Kremlin y le concedió un trabajo para aplacarle. Pero Bulgákov nunca más volvió a publicar nada. Fue condenado al ostracismo.

Rosa Ferré ha intentado conjugar en esta exposición la genialidad del arte y la bajeza de la represión. "He querido explicar la complejidad del momento, no presentar las revoluciones de los grandes nombres como Kandinsky o Malévich. Se ha presentado al intelectual como un artista que se suma a la revolución y los políticos le traicionan. Es más una simbiosis; de hecho, fue una oportunidad para mucha gente al poder trabajar pagados por el Estado. Muchos de estos artistas no fueron en absoluto cínicos, creyeron en lo que pasó, pero también fueron viendo paulatinamente hacia dónde les llevaba la revolución".

La exposición se centra en los años que van desde la cabalgada de la primera caballería roja en la guerra civil (1918-1921) hasta la participación en la Segunda Guerra Mundial (1941-1945). En el entusiasmo inicial de la revolución, artistas como Kandinsky, Lissitszky, Ródchenko o Chagall muestran el camino hacia la abstracción. Las obras de Mayakovski o los dibujos de Natan Aktman para la representación de la toma del Palacio de Invierno -un espectáculo de masas con miles de participantes- reflejan la eficacia de la propaganda. También se muestran los avances en música, como los del físico Theremin, el inventor de uno de los primeros instrumentos musicales electrónicos, el theremin, una caja con dos antenas, que conoció su apogeo en las películas de ciencia-ficción y de terror de Hollywood en la era anterior al sintetizador. En los años de la revolución bullía el ingenio, los avances en todos los campos. Incluso el viaje a Marte aparecía ya en el horizonte de la nueva Rusia como un sueño alcanzable.

A la muerte de Lenin, todo cambió. A principios de 1928, la era de los planes quinquenales, se deja atrás el intercambio de ideas y se instaura un nacionalismo feroz. El lenguaje bolchevique se introduce en la sociedad como norma de expresión. Se populariza el término saboteador, en referencia al obrero poco entusiasta, o estajanovista, clara referencia a Stajanov, un minero que consiguió duplicar la producción. Aburguesarse es delito y conspirar contra el pueblo es hacerse candidato a la cárcel. Los trabajadores ocuparon el lugar de los santos en la imaginería pública, y los enemigos de clase, el del demonio.

En la exposición se desmonta algún que otro mito. Como el de un Stalin ignorante siempre enfrentado al Lenin intelectual. ¿Se imaginan al dictador sanguinario leyendo novelas, o gimoteando al ver una película? Pues háganlo. Sus gustos en el cine combinaban la exaltación patriótica de Eisenstein y los filmes de aventuras o los de personajes históricos con los que se identificaba, como Iván el Terrible. Le encantaba el teatro -vio una de las obras de Bulgákov hasta 15 veces- y, como buen georgiano, era aficionado a las canciones populares y a la música patriótica. Todo lo demás, lo censuraba. Él era el gran director de la cultura.

Los intelectuales que apoyaron a Stalin emprendieron poco a poco y sin saberlo el camino hacia su desaparición. A finales de los años treinta, las purgas de Stalin, los procesos que tuvieron lugar en Moscú entre 1936 y 1938, dejaron cinco millones de presos, siete millones de detenidos, un millón de ejecutados y dos millones de muertos en los campos de deportados. Al Primer Congreso de Escritores, celebrado en Moscú en 1934, acudieron 700. Solo 50 de ellos sobrevivieron para acudir al Segundo Congreso, en 1954. Cerca de un 80% de los protagonistas de la exposición La caballería roja fueron fusilados, degradados o silenciados. Como el escritor Isaak Bábel. Arrestado en 1939, fue torturado, acusado de espía por sus contactos con André Malraux, declarado "enemigo del pueblo" y fusilado el 27 de enero de 1940. Bábel, como Boris Pilniak, uno de los escritores soviéticos más leídos y populares, fue de los primeros en desvelar la cara oculta de la revolución. Pilniak veía en ella un torbellino sanguinario y retrató a Stalin como "el hombre que no se encorvaba nunca" al frente de una raza medio loba, media humana.

La lista de las víctimas del terror de Stalin es larga. "Pienso y pienso. Y no puedo entender nada. ¿Qué esta pasando? ¿Cómo es que, de pronto, tenemos tantos enemigos? Todos son gente que conocemos de años, que han estado junto a nosotros. Y por alguna razón prácticamente han desaparecido tras los barrotes e instantáneamente han confesado que son enemigos del pueblo, espías, agentes de los servicios de inteligencia extranjeros. ¿De qué va todo esto? Creo que me estoy volviendo loco". Así se lamentaba Mijaíl Koltsov, el periodista que fue corresponsal de Pravda en la Guerra Civil española, el hombre de Stalin en España, el personaje que retrató Hemingway en Por quién doblan las campanas, tras ver desfilar uno por uno a sus colegas. Koltsov fue fusilado en 1940.

Un paseo de 40 minutos por La caballería roja es un viaje a una época. La ocasión de descubrir el talento de figuras poco conocidas en España que abrieron la puerta a novísimos experimentos. Como la Sinfonía de las sirenas de las fábricas, una composición escrita por Arseni Avraamov para conmemorar el quinto aniversario de la revolución rusa en Baku, la actual capital de Azerbaiyán. En ningún país se concentró tanto talento como en la Rusia soviética de las primeras décadas del siglo XX. Artistas e intelectuales lograron crear obras y proyectos de una modernidad apabullante y con un entusiasmo que los hizo únicos.

Propaganda y Arte. Fotografías de la instalación-fotomontaje de Gustav Klucis en la plaza Sverdlov de Moscú en 1932.
Propaganda y Arte. Fotografías de la instalación-fotomontaje de Gustav Klucis en la plaza Sverdlov de Moscú en 1932.FOTOGRAFÍA DE MUSEO NACIONAL DE ARTE DE LETONIA
Diseño de vestuario para Herodiade de 'Salomé', de Oscar Wilde, de Aleksandra Ekster.
Diseño de vestuario para Herodiade de 'Salomé', de Oscar Wilde, de Aleksandra Ekster.TEATRO NACIONAL DE CÁMARA DE MOSCÚ

Víctimas de las 'Purgas'

BORÍS PILNIAK

Fue, junto con Bábel, uno de los escritores rusos más populares de su época. Torturado y fusilado en 1938.

ANNA AJMÁTOVA

Reconocida como la gran poeta rusa, su vida estuvo marcada por la tragedia. Vio morir fusilado a su marido y deportado a su hijo.

BORÍS PASTERNAK

El autor de 'Doctor Zhivago', premio Nobel, fue acusado y perseguido por "subjetividad".

ILYA ILF Y YEVGUENI PETROV

Periodistas y escritores, escribieron una de las obras más célebres, 'Las doce sillas'. Una ridiculización de la burguesía.

MIJAÍL BULGÁKOV

Fue perseguido con saña por Stalin y sus obras dejaron de publicarse. El autor de 'El maestro y Margarita' fue silenciado en vida.

VARVARA STEPÁNOVA

Compañera de Ródchenko, fue una de las principales figuras de la vanguardia.

ISAAK BÁBEL

El autor de 'La caballería roja' fue torturado, acusado de espionaje y fusilado.

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