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PALOS DE CIEGO
Columna
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Buenas noticias

Javier Cercas

Grandes noticias, el 21 de octubre: se acabó Gadafi y ETA anunció que se acaba. Aunque no todos opinan que las noticias fueron tan buenas. Detractores de ETA dicen que no nos fiemos, que es sólo una argucia para volver con más fuerza, que ETA no anunció su disolución ni entregó las armas ni pidió perdón a sus víctimas. Lo de que no nos fiemos parece un consejo prudente: ¿cómo fiarnos de una mafia de psicópatas especializados en el engaño? Lo de que todo es una argucia para volver ya parece un poco más raro: pese a su obligado escepticismo, ni siquiera cree que sea fácil la vuelta atrás de ETA la propia policía, que es la que sabe y la que en parte la ha derrotado (la otra parte corresponde a los vascos valientes que se han jugado el pellejo a diario plantando cara a los facinerosos). Lo demás no lo entiendo: ¿alguien pensaba de verdad que, de buenas a primeras, ETA iba a disolverse, a entregar las armas y a pedir perdón? ¿Alguien pensaba de verdad que estos asesinos que llevan décadas creyéndose héroes y víctimas iban a aceptar de un día para otro que sólo han sido villanos y verdugos? ¿Alguien conoce algún caso en la historia en que algo semejante haya ocurrido? En cuanto a Gadafi, es imposible no sentir alegría por el fin de un tirano de su calaña, pero es imposible no sentir inquietud por la forma en que acabó. A propósito del linchamiento de Mussolini a manos de la resistencia italiana, Reyes Mate escribe: "Hoy se discute en Italia como nunca sobre la resistencia y, si casos como ese la ponen en entredicho, resulta que al final la moralidad se queda sin sujeto, en tierra de nadie, más allá del fascismo y el antifascismo". Pues sí, a menudo la razón moral está más allá (o más acá) de la razón política: la abyección moral de los antigadafistas que lincharon a Gadafi no anula la legitimidad de la causa del antigadafismo, ni la abyección moral de los antifascistas que lincharon a Mussolini anula la legitimidad de la causa del antifascismo -ni siquiera la abyección incalculable de Hiroshima-, igual que la abyección moral de quienes asesinaron a José Calvo-Sotelo no destruye la causa política de la II República, ni destruye la causa política de nuestra democracia la abyección moral de quienes organizaron el GAL. Todas las buenas causas tienen sus canallas, y todas las malas, sus héroes. Es una verdad muy incómoda, pero no es bueno olvidarla.

"Ahora que los terroristas han perdido la batalla de las bombas, no pueden ganarla de las palabras"

Sobre todo aquí y en este momento. Desde el anuncio de ETA se ha dicho a menudo que no hay que permitir que, ahora que los terroristas han perdido la batalla de las bombas, ganen la de las palabras y acabe imponiéndose una versión embustera de la historia, según la cual las víctimas fueron verdugos y los verdugos víctimas, o simplemente una versión equidistante, según la cual en el País Vasco nadie tuvo la razón o todos la tuvieron un poquito, porque después de todo esto no fue una historia de buenos y malos; es lo que Daniel Innerarity ha llamado "la amenaza de la simetría". Así es, no hay que permitirlo: todos debemos contribuir a que no ocurra en el País Vasco con ETA lo que ocurre en el resto de España con la guerra y el franquismo, donde la amenaza de la simetría casi se ha cumplido y goza de gran prestigio una visión equidistante de la historia en la que nadie tuvo la razón política y no hubo ni buenos ni malos; igualmente, todos debemos combatir la equidistancia respecto a la Guerra Civil y el franquismo con el mismo énfasis con que combatimos la equidistancia respecto a ETA. Por lo demás, la agonía de ETA verá sin duda recrudecerse el enfrentamiento webberiano entre los partidarios de la ética de la convicción y los partidarios de la ética de la responsabilidad; es decir, entre los partidarios de las soluciones puras, claras y radicales -fiat iustitia et pereat mundus- y los partidarios de las soluciones grises, pactadas y moderadas. Es lógico. Lo que no sé si es tan lógico es que sean los mismos que alaban las soluciones grises, pactadas y moderadas que se dieron en la Transición quienes exijan ahora, en el País Vasco, soluciones puras, claras y radicales. Bien es verdad que algunos de los que ahora alaban el espíritu flexible de la Transición son también los mismos que entonces, hace 30 años, abominaban de él y propugnaban soluciones puras, claras y radicales, aunque se acabase el mundo. No sé: quizá dentro de 30 años nos cuenten que se han vuelto a equivocar, pero por lo menos en esta ocasión ya no les habremos hecho caso.

Desde luego no se lo están haciendo los políticos vascos. Tipos como López o Basagoiti o tantos otros que llevan décadas amenazados, que han visto morir a amigos y compañeros, que conocen todo el espanto de estos años y que están dando la talla. Es otra buena noticia que nos reservaba este interminable final de ETA. Que hay políticos que no están dispuestos a atizar el rencor por salir en la foto o, como Duran i Lleida, por rebañar un puñado de votos. Que todavía hay esperanza. Que, en medio de lo peor, políticos como López o Basagoiti también son capaces de lo mejor.

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