Diarios, 1999-2003
Narrativa. Este comentario trata de un meteorito parecido al que llegó hace años con un poeta como José María Fonollosa o con un memorialista por sorpresa como Castilla del Pino. Se llama Iñaki Uriarte (1946), y la solapa no dice nada de él aparte de pautar una vida con tres ciudades: Nueva York, San Sebastián y Bilbao. Falta el gozo (cierto) de Benidorm, pero eso solo se sabe cuando se ha leído ya el tomo de sus diarios entre 1999 y 2003. Lo publica una editorial con menos proyección que un cinexín: se llama Pepitas de Calabaza Ed. y radica en Logroño. Mi simpatía está con ellos para el resto de mis días. Como sospecho que lo va a estar ante estos diarios de un hombre tranquilo que a los 52 años empezó a escribirlos, accedió un tanto deportivamente a seleccionarlos y ha dedicado sus trabajos y tiempos a no perder el tiempo trabajando esclavizado ni a esto ni a lo otro. Rentista ocioso y culto, su prosa está hecha con la masa de la cordura y la precisión aguda de la ironía, mezcla bien ligada de moralistas franceses al estilo de Chamfort (pero sin su amargura) con un Pla socarrón y vividor (pero sin exagerar) y unas dosis estables y felicísimas de observador sensato de las insensatas costumbres de la especie, incluidos los amigos que agradecen felices verse en la biblioteca de casa... hasta que empiezan a lamentar los libros que todavía faltan para que la dicha sea completa. Acierta tantas veces y tan a menudo que se siente la tentación de creer que es un personaje de ficción o una obra maestra rescatada de algún remoto tiempo pasado: ecuanimidad sin equidistancia ni cálculo de riesgos (incluida la mina vasca: "El antinacionalismo puede volver tan estúpido e histérico como el nacionalismo"), buen humor con acidez, sin saña y sin futilidad, gozo que trota breve y feliz y se para a observar a los que quiere -y sonreír sin ocultarles las taras- y a los que no quiere, que salen menos. Es tan higiénica su lucidez relajada como su mismo tono casual, de nota en passant. La madurez se hace heterodoxa a golpe de lucidez y perspicacia y nunca a golpe de machete: ni vejadora por rencorosa, ni delatora por vengativa. Y qué bien ha cogido la trama a la observación breve que apunta al aire y baja de golpe la mirilla para enfocar en la diana inesperada: "Hasta que no desaparezcan las joyerías habría que mantener un poco en cuestión todo eso del feminismo". Solo puede tener razón con tanta frecuencia y humor quien ha descreído de casi todos los sermones, incluido el de ser "de una pieza" o "coherente" o "con personalidad propia' y otras tonterías de la misma familia". Va una más: "Llaman vago a un futbolista y lo convierten de inmediato en mi ídolo. Admirable. ¿Cómo se puede hacer el vago ante 40.000 espectadores?".
Diarios, 1999-2003
Iñaki Uriarte
Pepitas de Calabaza. Logroño, 2010
184 páginas. 15 euros