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Reportaje:CASA | Arquitectura

Edificios del siglo XXI

Anatxu Zabalbeascoa

A punto de concluir la primera década del siglo, es hora de recuento. Y en la medida en que la arquitectura retrata la ambición de una sociedad, los primeros lustros del siglo XXI esbozan un viaje arquitectónico que va del triunfo del espectáculo a una incipiente preocupación por colarse en el bote salvavidas. O lo que es lo mismo, un periplo que arranca en los altos vuelos y aterriza con los pies en el suelo.

La editorial Phaidon ha compilado en Atlas Phaidon de la arquitectura mundial del siglo XXI, una selección de 1.037 edificios levantados en 89 países que revela ese mundo ambicioso y poco cuidadoso, más preocupado por las formas que por el fondo. El libro pinta un planeta variopinto y ecléctico en el que el clásico reto de explorar lo desconocido convive con la dramática urgencia de construir de manera económica, social y medioambientalmente sostenible. Así, podríamos estar asistiendo a los últimos ramalazos de la arquitectura espectáculo cuando ya se perfilan otras maneras más económicas, más rápidas, más discretas e incluso más radicales (fomentando la autoconstrucción por ejemplo) de construir.

"Son los grandes acontecimientos temporales los que están marcando las ciudades para siempre"
"Por fin se abre la puerta a la realidad: lo sostenible, la arquitectura con pocos medios puede tener espacio"

Los edificios levantados en los últimos años reflejan a la vez nuevos retos, como la colonización de terrenos ganados al mar, y las consecuencias de tanto inmueble escultórico: la desintegración de las tipologías. Las apariencias siguen jugando a la indefinición. O lo que es lo mismo: a la ambigüedad. Así, en Los Ángeles, la estructura cristalina de la gasolinera Helios levantada por Office dA es ciertamente un edificio anuncio y, sin embargo, con noventa paneles solares en el techo y un sistema de reciclaje de agua de lluvia que se filtra y se reutiliza para el lavado de los coches es también un edificio sostenible. El encargo de British Petroleum: una gasolinera que simboliza un cambio de época. Tardó tres semanas en construirse. Ese plazo corto de construcción también es más sostenible.

Si antes un campanario anunciaba una iglesia y una cruz, un hospital, ese lenguaje simbólico, que amagó desaparecer con la arquitectura moderna, lo ha hecho definitivamente en los proyectos más recientes para dejar paso a la sorpresa y al enigma, los atributos que mejor definen los escurridizos edificios de nuestros días.

Tal vez por eso, ha resultado que son los grandes acontecimientos temporales (los Juegos Olímpicos, los mundiales de fútbol o las ferias universales) los que están marcando para siempre las ciudades. Esa paradoja, que se confíe la permanencia a lo momentáneo, ha conferido un aire circense a algunos edificios más preocupados por destacar y hacerse con la foto del lugar que por solucionar un uso a lo largo del tiempo.

Sea porque la arquitectura siempre va por detrás -ahora se construyen los edificios diseñados hace unos años- o por delante -se levantará mañana lo que se está diseñando hoy- vivimos en un momento puente en el que por fin se abre la puerta a la realidad: lo sostenible, la arquitectura con pocos medios e incluso la autoconstrucción -el estilo autodidacto que siempre caracterizó las razonables casas de los campesinos- pueden encontrar mañana espacio en el mundo.

De cumplirse esa predicción, dejaríamos atrás una época. Arrastrados por el culto a la imagen, los primeros años del siglo han visto crecer rascacielos agujereados, cimbreados o en aparente equilibrio inestable. Una amplia versión de "lo orgánico", frente a la modernidad rectilínea, ha dado lugar a extravagantes estadios, como el Olímpico con forma de nido que Herzog & de Meuron firmaron en Pekín. Ese falso orgánico realizado con elementos industriales ha triunfado por todo el mundo y en todo tipo de edificios. En Nordborg, una zona agrícola del sur de Dinamarca, J. Mayer 1evantó un centro de exposiciones también con forma de roca. Pero ¿qué edificio se relaciona mejor con el paisaje, esa falsa roca o el templo blanco de Tatashi Yamagushi, levantado en Kyoto para actualizar la arquitectura de los templos budistas? El bosque, las montañas y el paisaje de fondo parecen hacerse a un lado para dejar espacio a ese prisma de hormigón pintado de blanco brillante posado sobre grava negra.

Frente al espectáculo organicista, algunos proyectistas han apostado por transformaciones más geográficas que arquitectónicas. Sobre el lago de Gooimeer, en Guisen al este de Amsterdam, el estudio Neutelings levantó bloques de apartamentos de seis pisos llamados Las Esfinges. La idea era absorber las vistas limitando lo mínimo las de quienes se quedaban en tierra firme. Quienes tratan de dibujar otro planeta no se conforman con ganar terreno al agua. Buscan también otra vida para cuanto queda bajo tierra. En Bassano del Grappa, el Centro Nardini de Massimiliano Fuksas es una destilería con el aire aeroespacial de dos burbujas flotantes. Más allá de esa forma hinchada, lo extraño del edificio es que desprecia la planta baja, el tradicional acceso a un edificio, para favorecer el subterráneo y las primeras plantas: el interior de las peceras-burbuja e instalar allí las gradas de un auditorio.

Frente a ese exceso. Hay quien ve un reto en trabajar con muy poco. No se trata sólo de reducir drásticamente el presupuesto. Se pueden inventar otras formas de construir. Se puede involucrar a la gente o atender a las tradiciones locales: los cimientos más sólidos para la arquitectura. Los resultados hablan de tradición y de reto, de riesgo y de éxito y supone una hermosa pincelada para un futuro atlas arquitectónico verdaderamente distinto.

Edificios miméticos o respetuosos con el paisaje. 
Hotel Remota, cerca de Puerto Natales, en la Patagonia chilena.
Edificios miméticos o respetuosos con el paisaje. Hotel Remota, cerca de Puerto Natales, en la Patagonia chilena.

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