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Llamada en espera | Por Estrella de Diego | ARTE
Columna
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Escribir y leer

Estrella de Diego

Hay una exposición de León Ferrari y Mira Schendel en el Reina Sofía -que viene del MOMA- y tengo la sensación de que son pocos los que la visitan -una lástima-. El fin de semana, mientras los turistas se agolpaban ante el Guernica para hacerse la foto, me paseaba solitaria por las exposiciones temporales del museo madrileño y pensaba en Rilke, cuando en la Biblioteca Nacional de París se siente solo, mira a su alrededor y se consuela pensando que él lee a un poeta, cosa que quizás no hagan quienes están sentados cerca: no existen trescientos poetas, reflexiona.

Trescientos no sé, tres al menos sí: los dos artistas citados -residentes en Argentina y Brasil, respectivamente, coetáneos pero que nunca colaboraron, y autores de piezas delicadas y maravillosas que toman la escritura como visualidad, exorcismo y hasta protesta- y Luis Pérez-Oramas -quien nos ha proporcionado otros momentos de enorme lirismo como la exposición de Reverón en el MOMA-, comisario de esta muestra, especialísima, que ha puesto a dialogar a los dos creadores.

Y Ferrari y Schendel dialogan. Parecen hablarse y hablarnos desde su lenguaje refinado y discreto, desde esas piezas de casi transparencias en las cuales el paseante, a menudo asfixiado por la bulimia de los museos actuales, encuentra un consuelo muy semejante a ese alivio antiguo del que hablaba Rilke. Es el consuelo que se halla en las buenas obras de arte, las que no abandonan ni decepcionan.

Del consuelo del arte, de las alternativas a la banalidad y hasta al horror de la vida, habla la última novela de Adolfo García Ortega, El mapa de la vida (Seix Barral), cuya trama se organiza en torno al 11-M con La Anunciación de Fra Angelico de fondo. Una lectura perfecta como regalo para los amantes del arte -y no cuento más para que se animen a leerla y para no ser yo quien rompa la magia de su argumento-.

Y como estamos en época de regalar libros y tanta escritura de Ferrari y Schendel nos ha abierto el apetito de los alfabetos, permítanme que les recomiende dos lecturas de dos mujeres excepcionales, cada una a su modo. La primera son las memorias de Kiki de Montparnasse, la más atrevida de la generación de Picasso, modelo, dibujante, animadora cultural, retratada por Man Ray y Léger. Recuerdos recobrados (Nocturna Ediciones) recoge los retazos de la vida de este personaje esencial de la vanguardia parisina que entre líneas se queda algo corto. ¡Qué le vamos a hacer! Ocurre a veces con las personas seductoras: no todos son poetas, ya se sabe. Sea como fuere es un testimonio estimulante para pasar la tarde -y lleno de cotilleos más sustanciales que los de la "telerrosa"-.

La segunda mujer -nada tiene que ver con Kiki salvo en su excepcionalidad de muy diferente naturaleza- es Hildegarda de Bingen, la visionaria e intelectual del siglo XII, cuya biografía, escrita por Christian Feldmann, ha aparecido en Herder. El libro ofrece una idea bastante aproximada de lo que debió ser esta mujer extraordinaria, de lo que la época no le permitió ser en tanto mujer y de lo que era en realidad esa Edad Media que, cada vez más audaz y luminosa, nos ha sido negada durante siglos, oscurecida por la visión de Occidente, siempre priorizando el clasicismo -que vaya aburrimiento-.

Ah, y ¡feliz 2010!

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