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CON GUANTES
Columna
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Esperar una idea

El cazador experto me dijo que hay que caminar en silencio y contra el viento, los jabalíes al parecer tienen muy buen olfato. Cabe pensar que las ideas, a su manera, también. Y sin embargo nos empeñamos en ir de cara a su encuentro y a favor del huracán y además muy ruidosamente. Un error de bulto que se comprueba al abrir el periódico, al encender la radio o la televisión, al revisar, el que lo tenga, esa cosa del Twitter, que lo mismo sirve para estar al tanto de lo que se traen entre manos y en la cama las estrellas de fútbol que para saber al instante lo que piensa (sin gastar más que otro instante) un presidente.

La urgencia nos devora, y nos arruina la caza. "Hay que ser muy tonto para pensar que uno tiene derecho de hablar mal de los demás y esperar, en cambio, que nuestras faltas sean respetadas". Esto lo escribía Sei Shonagon, una dama de la corte japonesa del siglo X, y es de suponer que su consejo ha ido cayendo en saco roto. Vivimos entre el enojo y la indignación; el enojo, claro está, lo reservamos para los demás, y la indignación, para cualquiera de las afrentas que nos hacen. La política se mueve no en el territorio de las ideas, sino en el de las reacciones, en el péndulo constante del agravio. Y no sólo la alta política (o la que debiera serlo), sino también la pequeña organización de las cosas pequeñas. Tampoco se trata de hablar al revés, como Yoda, o de simular la paciencia insustancial del señor Miyagi, ese que se pintaba gratis la casa y se hacía encerar las superficies engañando a un aspirante a karateca, sino sencillamente de razonar un poco, o intentarlo al menos, de esperar una idea, de caminar en silencio y contra el viento. Claro que, bien mirado, eso podría confundirse con el método Rajoy, que parece estar siempre aguardando que la fruta caiga del árbol ya madura, sin tener que alargar la mano, y sin embargo no estoy del todo convencido de que el bueno de Mariano esté tanto esperando una idea como esperando que esa idea no le haga ni falta. En fin, quién sabe lo que le pasa por la cabeza a ese hombre, ni soy quién para aventurarlo, no vayamos a empezar de nuevo con las ofensas y las indignaciones en contra de las advertencias de Shonagon. Sea como fuere, un margen de reflexión y paciencia parece recomendable para cazar, pescar o pensar, e incluso para no confundir la intuición con las prisas y el juicio con el veredicto.

"Rajoy parece aguar-dar que la fruta cai-ga madura, sin tener que alargar la mano"

El cazador experto también me dijo que caminando despacio se asegura la presa, y la muerte limpia de la misma. Un solo disparo, que dos son siempre una chapuza. Podría decirse entonces que a las ideas que necesitamos, en lugar de cobrarlas de un disparo, las estamos matando a cañonazos, como a las moscas del refrán, y que va a ser muy difícil sacarles después una tajada de carne que no sepa a plomo y, lo que es peor, que la dignidad de las mismas, como la dignidad del animal malherido, quedará por tanto maltrecha y mancillada.

Para no resultar demasiado orientalista y dejar de dar cera y pulir cera de una vez, les confesaré algo que me sucedió hace muchos años cuando estando en Vietnam alguien me habló de un anciano muy sabio que trabajaba a sol y a sombra en el arrozal. Tan ingenuo como yo era, decidí ir en su busca bajando el río Mekong. Para cuando di con él, el dichoso anciano se asombró de que hubiese recorrido un camino tan largo para alcanzar, así por las buenas (y a favor del viento), la sabiduría.

"Si yo fuese usted", me dijo entre decepcionado y molesto, "no buscaría tan lejos de casa lo que tendría que haber aprendido en mi entorno. Nada de lo que yo sepa aquí le va ayudar a usted allí".

Ni que decir tiene que emprendí de inmediato el camino de regreso.

Desde entonces estoy aquí, en mi entorno, esperando que se me ocurra algo, pero ni flores.

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