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Reportaje:ARTE | Reportaje

Falsas citas

Jóvenes artistas británicos plantean un diálogo con el arte clásico en una muestra de la colección Saatchi en el Hermitage

Winston Smith trabaja en el Ministerio de la Verdad, una torre piramidal que se eleva 300 metros en el centro de Londres, donde tiene la tarea de despojar el idioma de palabras superfluas o inadecuadas al léxico ideológico impuesto. El pensamiento es constreñido, la historia existe sólo en su versión oficial. La idea es que lo que no se dice no puede ser pensado. Esa neolengua es "el único lenguaje del mundo cuyo vocabulario se reduce cada año más". Es 1984 y el creador de aquel mundo es George Orwell. En 2009 todavía vivimos atenazados por los espectros de su novela anti-utópica. En el inglés original esa neolengua es el newspeak. Y ése es precisamente el título que ha elegido el Museo Hermitage de San Petersburgo para abrirse al joven arte británico de la mano de esa especie de Gran Hermano de la creación contemporánea llamado Charles Saatchi.

"Nos interesaba dar una visión del arte británico partiendo desde el propio Hermitage", según el comisario Dimitri Ozerkov

¿Por qué ese título? La explicación de los organizadores es que el arte reciente está reelaborando la experiencia de los antiguos maestros a través de un nuevo lenguaje. El concepto orwelliano elegido para la exposición encaja difícilmente con este planteamiento. En realidad esta muestra podría haberse titulado retrolengua en vez de neolengua. Expliquemos por qué a través de unos cuantos ejemplos. Para empezar, entre las 45 obras seleccionadas sólo hay pintura, escultura y dibujo. Han quedado fuera las instalaciones, el vídeo y las nuevas tecnologías, que sólo representan un papel mínimo e invisible en ciertos casos. La mayor parte de los artistas rondan los 30 años y son prácticamente desconocidos incluso dentro del Reino Unido, pero forman parte de las recientes adquisiciones de Charles Saatchi, quizá el coleccionista más influyente de la escena contemporánea, que acostumbra a dar periódicamente golpes de efecto que remueven los cimientos siempre pantanosos de "lo establecido" en este campo. No en vano levantó su imperio a través de la publicidad.

La selección de obras ha sido realizada por el nuevo comisario de arte contemporáneo -un cargo de reciente creación- del magnífico museo ruso, Dimitri Ozerkov, de 33 años, en complicidad con el invisible coleccionista británico. Por parte del Hermitage la idea impulsa un ambicioso programa de apertura hacia el arte actual ausente en sus colecciones. Saatchi les ha otorgado la primicia de una exposición que piensa presentar de forma expandida el próximo verano en Londres, además de servirle en este momento de camuflaje para otros de sus juegos: en la muestra petersburguesa está de incógnito la obra ganadora de un concurso televisivo que se estrenará en noviembre en la BBC, una especie de reality con jóvenes artistas británicos titulado Saatchi Art School.

Pero volvamos a Newspeak. De entrada se presenta una serigrafía pop, híbrido de Cher y el Che Guevara (Pink Cher, 2008, de Scott King). Una primera mirada al conjunto de la muestra encuentra óleos que recuerdan otros cuadros, otros artistas de distintas épocas. Los trabajos de Sigrid Holmwood (Hobart, Australia, 1978), por ejemplo, no ocultan el efecto déjà vu. Parecen copias de cuadros europeos de temas campesinos realizados en colores fosforescentes, pero son obras originales que tienen como modelo las figuras de un museo de costumbres del XIX en Suecia. Ged Quinn (Liverpool, 1963) utiliza técnicas de los pintores flamencos o hace una versión de una obra de Claude Lorrain, a las que añade elementos que elevan su complejidad semántica con un punto de ironía.

William Daniels (Brighton, 1976) "deconstruye" en sus pequeños cuadros pinturas de Rafael, Caravaggio, Caspar David Friedrich, Cézanne, Morandi o Baselitz, a través de un proceso que implica el collage y finalmente un fino trabajo técnico de pintura que no las hace copias obvias. Jonathan Wateridge (Zambia, 1972) utiliza técnicas de fotorrealismo en sus grandes óleos sobre catástrofes o referencias a los grandes dioramas soviéticos del realismo socialista. Y Pablo Bronstein (Buenos Aires, 1977) recobra el virtuosismo de los dibujos arquitectónicos barrocos, rococós y del XIX, desplazados hoy por el diseño por ordenador.

Luego están los trabajos de otros pintores que también tienen un tufillo déjà vu, pero que no dejan de ser eficaces y sensibles muestras de buena factura, como las de Robert Fry (con aires de Philip Guston), Ryan Mosley (cercano al mundo de Francesco Clemente), Mustafa Hulusi (pop + op-art) o Hurvin Anderson (Kitaj).

También en la escultura, como la Madame Blavatsky de Goshka Macuga, la ola de Dick Evans, las cabezas de diosas paganas de Jonathan Haddock (Pembury, Reino Unido, 1980) o las cabezas clásicas de Daniel Silver (Londres, 1972), se oyen ecos del pasado. Y hasta en el exquisito y original insectario fantástico de Tessa Farmer (Birmingham, 1978) cabe algo del carnaval macabro del medioevo.

Dimitri Ozerkov, comisario de la exposición, subraya que se eligieron obras que pudieran entrar en diálogo con las colecciones del Hermitage, un museo fundado en 1764 por la emperatriz Catalina la Grande con maestros de la pintura flamenca, a la que se han ido uniendo piezas y colecciones de arte ruso, arte egipcio, griego y romano, oriental, artes decorativas y pintura europea de todas las épocas hasta las vanguardias del siglo XX.

"Tenemos de todo menos arte contemporáneo", aclara. "Pero nos interesaba dar una visión partiendo desde el propio Hermitage, del arte británico actual. No representa necesariamente todo lo que se está haciendo ahí". Para Ozerkov, ese diálogo se ha estructurado en torno a cuatro temas: el pop, la arquitectura, la naturaleza y el subconsciente. "Los antiguos maestros son una referencia general entre todos los artistas en esta exposición porque en las salas próximas se pueden ver los originales. Queremos que los visitantes de San Petersburgo, que no han tenido la oportunidad de ver mucho arte actual, se aproximen a él a través de trabajos que tengan algunas referencias cercanas para ellos".

A Mijaíl Piotrovski, director del Hermitage desde hace 17 años (los 26 anteriores fue dirigido por su padre), le gusta particularmente la obra que presenta Barry Reigate (Londres, 1971), que combina figuras de las miniaturas persas con héroes de pinturas del Renacimiento, en acciones que aluden al cómic. "Como orientalista, me atrae ese juego de imágenes", dice. Después de algunas exposiciones aisladas de arte contemporáneo en el Hermitage, se ha decidido a emprender una política programada y coherente. "No tenemos dinero para adquisiciones y tampoco tenemos experiencia en ese campo, pero nuestra idea es la de difundirlo a través de un programa de exposiciones y actividades para ir atrayendo a las nuevas generaciones al museo. Sin comprar, sin poseer. Odio la palabra propiedad", puntualiza.

El Hermitage, que consta de once edificios -ocho en el centro histórico- y un área total de 184.000 metros cuadrados, posee casi tres millones de objetos, de los que sólo expone un 5%. Se está implementando uno de los edificios para el programa 20/21. "Aceptaremos colecciones de arte contemporáneo como préstamo a largo plazo, así como donaciones de artistas importantes. Esas instalaciones estarán preparadas también para las nuevas tecnologías, que nos han dado problemas en los antiguos edificios".

La relación con Saatchi no le parece oportunista. "Somos muy cuidadosos con las galerías o los coleccionistas con los que colaboramos. No queremos ser publicistas de nadie ni que eso influya en el mercado. Saatchi tiene su reputación ya establecida y nos ha dado una oportunidad de adelantar su próxima gran muestra, adecuándola a nuestras intenciones y exigencias".

Los ejemplos del Louvre y el Prado, entre otros, que han empezado a exhibir obras de artistas actuales en cercanía o combinación con las colecciones de arte clásico, le merecen algunos comentarios. "Creo que está bien mezclar el arte antiguo con el de hoy, pero sin exagerar. Las piezas de Jan Fabre no encajaban junto a las de Van der Weyden y Rubens en el Louvre. Lo peor es que dijeron que lo hacían para que la gente acudiera a esas salas poco visitadas. Es mejor si las obras se han hecho a propósito para marcar una relación. Por lo demás, no creo que haya una separación o una frontera entre el arte antiguo y el contemporáneo. La humanidad es una y lo que producen las distintas culturas pueden convivir bajo el mismo espacio".

Newspeak: British Art Now. Museo Hermitage. Palacio de Invierno. San Petersburgo. Hasta el 17 de enero.

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