Francisco, mi marido; Ayala, el escritor
Cuando éramos colegas, en aquella época evocada por él en un memorable capítulo del tercer volumen de Recuerdos y olvidos (1906-2006), yo le conocía como "el profesor Ayala", título este que sólo en el (para nosotros) igualmente memorable verano de 1976 se convertiría en un "Francisco" a quien tuve al mismo tiempo que aprender a dirigirme como "tú". Así, el venerable "profesor Ayala", conocido también -sobre todo en círculos puertorriqueños- como "don Paco" (apodo que nunca le gustó), sería en adelante para mí, y para las amistades que juntos íbamos haciendo en la nueva España democrática en que nos tocó convivir, "Francisco", nombre que en la intimidad, en nuestra secreta existencia vedada a todos menos, en tiempos muy recientes, al osito de peluche Teddy, se prestaba a infinitas variaciones rimadas y cantadas por mí en mi afán de entretener y deleitar al hombre de mi vida, al Francisco que a partir de 1999 llegaría también a ser mi marido.
"Ayala" -"don Francisco Ayala", si se quiere, pero desde luego, "Ayala"- era, es y será siempre el nombre del escritor: la muy respetada, admirada, y hasta temida figura pública cuyo nombre figuraba en portadas de libros y cuya firma se veía en artículos de prensa. A "Ayala" se dirigían, en la tercera persona del singular, ciertos conocidos suyos; al "señor Ayala" (o bien a "don Francisco") otros profesionales. Cualquiera que fuese el título, se trataba siempre de un papel: el desempeñado, muy conscientemente, por el Ayala escritor.
En una relación privilegiada y sumamente compleja, yo he conocido y tratado a lo largo de más de treinta y tres años a Francisco, a Ayala y a Francisco Ayala, tejiendo entre todos esos papeles mis propios enlaces, tanto sentimentales como profesionales, en una visión personalísima, forzosamente única, de su persona y obra, visión sólo comparable, quizá, a la del propio Ayala autobiógrafo, así como crítico de sí mismo en cuanto autor de ensayos y de obras de ficción.
Para él se irían borrando a lo largo de los años las fronteras entre vida y escritura, entre realidad e invención: porosidad ésta concienzudamente cultivada por el Ayala escritor. Y yo, tanto en mi papel de estudiosa de su obra como en el de compañera sentimental suya, me deleitaba en ir descubriéndole, en persona o por escrito, esos secretos que, según él, sólo había alcanzado a descifrar yo. Sea lo que fuese, con respeto siempre a los límites de cada cual, nuestra relación llegaría a gozar de una compenetración y de una fina complicidad que en este momento de tan profundo duelo echo terriblemente de menos y que ojalá en un futuro no demasiado lejano, y mediante la magia de la palabra escrita, llegaré a recrear, uniendo así de una vez y para siempre mi propio Francisco con mi Ayala personal.
Carolyn Richmond, viuda de Francisco Ayala, es hispanista y presidenta de honor de la Fundación Francisco Ayala.