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CON GUANTES
Columna
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Gene Krupa, o ser feliz no cuesta nada

La verdad es que ser feliz no cuesta nada.

El otro día sin ir más lejos encontré en Internet la imágenes de un sueño. Se trata de un viejo programa de televisión que vi hace mucho tiempo y que enfrentaba, es un decir, en realidad juntaba, a tres de los mejores bateristas de todos los tiempos, Gene Krupa, Lionell Hampton y Chico Hamilton. Llamar baterista a Lionel Hampton es una reducción imposible de la que soy consciente, el gran señor era a su vez vibrafonista, pianista, cantante y director de orquesta. Chico Hamilton también movía los hilos de su propia música, y qué decir de Krupa, ni el Keith Moon de los mejores Who podría seguir el ritmo de su extraña locura.

Las imágenes de ese duelo entre gigantes las vi hace años en un programa de la antigua televisión, esa que tenía cuernos y era en blanco y negro y nos castigaba con un himno nacional al final de cada jornada, y si les digo la verdad eran tan formidables que durante años pensé que no existían de verdad, que yo solito me las había inventado, que no eran más que un sueño.

"Resumiendo, que a golpe de ratón llegué, y casi sin quererlo, al mismísimo cielo"

Ahora al recuperarlas siento una alegría que seguramente no soy capaz de transmitirles a ustedes (aunque me pagan por esto y debería, por tanto, saber hacerlo), baste con decir que estoy muy, pero que muy contento.

Ni que decir tiene que después me he pasado el día entero tras los pasos de Krupa, Hamilton y Hampton, lo que me ha llevado inevitablemente a Jimmy Bertrand, a Bud Powell, a Charly Mingus, a Benny Goodman, a Teddy Wilson, a Thelonious Monk, a Jelly Roll Morton…

Resumiendo (la lista es y se hace interminable), que a golpe de ratón llegué, y casi sin quererlo, al mismísimo cielo, incluido, claro está, Art Tatum.

Y yo que siempre pensé que esto de Internet no servía para nada, que no era más que una manera más veloz de insultar a la gente y una manera aún más aburrida de castigar a los vecinos con las diapositivas de las vacaciones mediante ese odioso y tedioso invento que llaman Facebook. Por cierto, ¿alguien podría decirle a la humanidad que nos importa un bledo cómo, dónde y con quién se diviertan?

En fin, que yo, en mi ignorancia, pensaba que este asunto de Internet no era otra cosa que las páginas amarillas aderezadas con un puñado de soledad y mucha histeria.

Qué equivocado estaba.

Resulta que en ese limbo viven aún Duke Ellington y John Coltrane y Amstrong y Dizzy y el resto de fantasmas prodigiosos.

Quién me lo iba a decir…

Según Auden, toda opinión que no expresa un entusiasmo expresa una maldad, así que espero que perdonen mi entusiasmo en este día, que era en realidad el otro día, pero que también podría ser a partir de ahora el resto de mi vida.

¡Si hasta he dado con las imágenes de la célebremente perdida grabación de Errol Garden tocando Misty en Bruselas y solo para mí! Como en aquella preciosa y rara película de Clint Eastwood.

Cualquier día puede uno perderse en la marea de la Red y pescar precisamente lo que llevaba toda una vida buscando. Supongo que con el resto de nuestra existencia sucede algo parecido, que las cosas que necesitamos están, pero a veces no las vemos.

Para aquellos de ustedes que no tengan ningún interés por la música solo puedo decirles dos cosas: peor para ustedes y peor para ustedes, pero aun así la pequeña moraleja de este artículo viene a ser la misma y se mantiene, la felicidad estaba allí, solo había que buscarla.

Ser feliz no cuesta nada, basta con volver a encontrar a Krupa.

Posdata: para la lectura de este humilde texto recomiendo 'Sing! Sing! Sing!' de la orquesta de Benny Goodman con Gene Krupa a los palillos. Se encuentra fácilmente en la Red.

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