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Entrevista:GUILLERMO DEL TORO | ENTREVISTA

"He visto un ovni, y de chiquilín oí un fantasma"

Tras arrasar con El laberinto del fauno (7 goyas, 3 oscars) y ganar prestigio como productor con El orfanato, de J. A. Bayona (7 goyas), el mexicano Guillermo del Toro regresa con Hellboy II, continuación de su trepidante adaptación de este personaje de cómic creado por Mike Mignola, la historia de un demonio con debilidades y corazón. Él se toma su estatus, como tantas cosas, con una mezcla de fantasía y sentido del humor, rematada por una media risita: ?Hay ese dicho tan mítico que recuerda que es más fácil recuperarse de un fracaso que de un triunfo. Es verdad, infinitamente más fácil? Pues con un triunfo habrá amplias oportunidades para cagarla?.

¿Qué le atrae de este diablillo? De Hellboy me gusta que es un tipo común y corriente, de andar por casa, pero en un trabajo realmente extraordinario. Es un tipo que no tiene idea de lo especial que es su trabajo, que reacciona como cualquier otro profesional, trabaja un poco a regañadientes, no es el superhéroe imbuido del sueño americano, que lucha por la justicia, que no comete errores y es siempre recto. Éste es un poco tontorrón, de muy buen corazón, un poco una bestia noble, que comete errores frecuentemente. Su técnica es poco sofisticada. Me encanta la idea de un tipo así.

?Hellboy I? terminaba con una frase lapidaria: ?¿Qué hace realmente hombre a un hombre? Las decisiones. No es cómo uno empieza, sino cómo termina?. ¿Qué quería decir? Como ex católico, me planteé mi fascinación por la idea de dónde está el alma. Y, bueno, creo que el asiento del alma es el libre albedrío. Lo que hace humano al humano es la decisión. Cuando decimos ?no tuve otra opción? es una gran mentira, excepto si son circunstancias exclusivamente del mundo físico; si no, creo que siempre hay alguna opción.

Lo importante no es cómo uno empieza, sino cómo termina? Guillermo del Toro ha convocado a El País Semanal en el barrio del Soho, en Londres, donde se encuentra montando la película a marchas forzadas, ya que la distribuidora decidió adelantar su estreno en Estados Unidos de agosto a julio. A España llegará el próximo día 22. El trabajo se las trae. Como ejemplo, decir que cuenta con 1.050 efectos especiales. Hellboy II ha sido rodada entera en Budapest durante 130 días, pero el equipo tuvo que construir un decorado enorme de Manhattan. ?Tenía la misión y la ambición de hacer una película gigantesca?, explica Del Toro, ?pero el presupuesto era poco mayor que la primera parte. Hellboy costó 66 millones de dólares. Para la segunda nos dieron un presupuesto de 85 millones. Pero la ambición era infinita. Así que, en vez de rodar en América, nos fuimos a Europa del Este para que el dinero diera más de sí. La primera parte la hicimos en Praga, pero Praga ahora está ya también muy cara para rodar?. ¿Y qué aporta esta secuela? ?En la segunda me he dado permiso para crear un imaginario más propio, más barroco; la manera de abordar el asunto es más libre. Creativamente me he divertido infinitamente más. Hay personajes nuevos. En la primera había cinco diseños de monstruo, y del que más salían eran seis o siete individuos. En ésta los diseños son 32. Y la cantidad, mucho mayor, en algunos casos hay cientos de ellos. Es una película infinitamente más compleja?.

Invita al almuerzo en el Soho, en Lindsay House, un restaurante muy tranquilo y enmoquetado, donde hay que llamar al timbre para entrar. Como es moda en prensa últimamente, habrá que hacer alguna referencia del almuerzo. No da mucho de sí; come poco el director porque dice que ha engordado en los últimos meses y en algún momento hay que poner límites; se abstiene del postre. Se muestra campechano. Habla de su infancia, de ovnis, ciencia y religión, y de la avalancha de derechización que, dice, está sufriendo el mundo.

Se define usted como ex católico? He sido muy católico. Pero la pubertad y las experiencias trágicas que vives en la calle en México te hacen pensar?

Religión y ciencia marcan tramas en sus películas. ¿Cómo encaja la ciencia en su vida, le da miedo hasta dónde pueden llegar los avances o le dan seguridad? ¿Le inquietan o le dan confianza? Me dan miedo todos los absolutos. Creo que la belleza del conocimiento humano es que es interdisciplinario, que hay un momento en que la música, las matemáticas, la poesía se mezclan, hay un momento en que las ecuaciones pueden tener una estética poética y la ciencia puede sonar como concepto religioso, sonar como magia. Cuando hay alguien fundamentalista que defiende sólo una bandera me da un poco de miedo. La belleza del conocimiento humano es que cabe todo. Hay gente que dice que en El laberinto del fauno la fantasía vale más que la realidad; no lo creo. La fantasía es la única herramienta que la niña tiene para entender su realidad. Yo de ninguna manera digo que la imaginación es la fuerza suprema del universo; de la misma manera, la ciencia es fascinante, pero no puede ser un absoluto.

¿Cree en los fenómenos paranormales? Yo sí creo, pero porque los he experimentado alguna vez. Me definiría como un escéptico, pero me han pasado cosas? En su momento, de joven, con un amigo, por una carretera de México, hemos visto lo que creemos muy a ciencia cierta que era un ovni, por cómo se movía, cómo se acercó a nosotros, por el tamaño que tenía, por la forma, cómo se movió de manera no lineal en el cielo, al punto de que estaba lejos y, de repente, en un abrir y cerrar de ojos, a sólo tres kilómetros de nosotros. La forma era la tradicional y aburridísima de dos platos invertidos con luz, uno encima del otro. Lo vimos algunos minutos. Pero es que éramos unos inconscientes; paramos, usamos el claxon, echamos las luces, y aquello de repente se movió. Cuando se acercó, nos cagamos de miedo, nos subimos al auto y aceleramos todo lo que pudimos, volteaba yo hacia atrás y ahí estaba, siguiéndonos. Los dos vimos absolutamente lo mismo.

¿Y no se habían excedido con el tequila o los peyotes? La gente cree que uno porque hace esto es un crédulo total. Yo no, yo me defino como un escéptico convencido. Sé que tiene que existir una explicación profundamente aburrida y científica para todo esto. Yo vi un ovni. Eso es así. Y no habíamos bebido absolutamente nada. Sí, sé que he visto cosas raras? También oí un fantasma cuando era yo chiquilín. Tenía unos 12 años y oí la voz de un tío muerto, un hermano de mi madre, lo oí suspirar. Cuando éramos chicos vimos a mi madre desdoblarse astralmente. Son cosas muy bizarras, que vienen de vivir en México, yo creo. Otra cosa que presencié, experimenté, comprobé en su momento, fue que la niña de mi primera película, Cronos, podía ver a través de las manos, con los ojos vendados; podía ver a través de las paredes. Ella me dijo que lo hacía, y yo, siendo un escéptico, cogí y le hice una prueba absolutamente brutal. Yo vivía en Guadalajara, ella en el DF. Quedé en que la siguiente vez que nos viéramos para una sesión de trabajo yo traería algo que ella procedería a leer con las manos. En Guadalajara tenía revistas de mil novecientos treinta y tantos, de una revista que se llamaba Cuentos Asombrosos, metí un número en un portafolios, lo cerré, puse la combinación, estaba en Guadalajara, viajé en el avión; nadie, ni mi mujer ni mi madre ni nadie, supo qué revista había metido, llegué a la oficina, vendé a la niña, me fui a la oficina de al lado, cerré la puerta, cerré las ventanas, bajé las persianas, golpeé en la pared, la niña puso sus manos al otro lado, en la pared de la otra oficina, saqué la revista, no había nadie en la oficina conmigo, devolví la revista al portafolio, volví a poner la combinación, pasé a la habitación de al lado? Y la niña me dijo exactamente cuál era la portada.

¿Le gustaría tener algún poder extraordinario, como ser invisible ?a ratos, a voluntad?, volar, poseer una fuerza descomunal? Me gustaría tener acceso a una máquina del tiempo para no cagarla tan frecuentemente. Cuando dices: si pudiera cambiar esto o lo otro? Eso sí me da curiosidad. Una moviola. He procurado no arrepentirme nunca, pero estaría perfectamente feliz con una máquina del tiempo que me diera cinco minutos, simplemente cinco minutos? Pero no es cuestión de arrepentirse, sino de curiosidad, ¿eh?

No acabo de entender muy bien esa máquina de los cinco minutos. ¿Qué pasa, que es usted muy impulsivo y a veces dice cosas que hacen daño? Sí, sí, sí, sí. Simplemente es una curiosidad; decir: ¿y si pruebo otra salida?, ¿y si?? Es curiosidad, no arrepentimiento, el arrepentimiento no conduce a nada. Hasta el momento he procurado no arrepentirme, aunque hay cosas que hubiera querido evitar. Hay una frase muy bella en España que dice: ?Es lo que hay?. Con todas las cagadas que ha tenido mi vida, pero ¡es lo que hay! [ríe].

¿Y la caga en su vida privada o en la profesional? En las dos.

No se sabe mucho de usted. Está casado, tiene dos hijas, de 6 y 12 años. Pero ¿dónde vive? Vivía en Austin (Estados Unidos) hasta hace poco. Pero en los últimos cuatro años no he vivido en un solo lugar fijo. Estuve en Madrid dos años, cerca del Retiro. Pero el último año y medio, en Budapest. Ahora me voy tres años o cuatro a Nueva Zelanda a hacer El Hobbit. Tengo ganas de hacer el libro de Tolkien, que me quedaba muy cercano al corazón cuando tenía 11 años. También he vivido en Los Ángeles, y en Praga, donde rodamos Hellboy.

¿Y no le gustaría asentarse? Me encantaría. Pero creo que es difícil porque el género que me gusta requiere recursos técnicos y económicos que me obligan a moverme. Cuando veo a Almodóvar o a Alex de la Iglesia que tienen el lujo de rodar y volver a casa esa noche siento envidia. Pero no puedo descansar entre película y película; siempre que termino una, ya trato de encadenarla con la siguiente. Porque entre Cronos y Mimic y entre Mimic y El espinazo pasaron cuatro y cuatro años?

¿Y su familia va de un lado para otro con usted? Viajan conmigo. Sabemos perfectamente que, si no viajamos juntos, es absolutamente letal. Las niñas están en crecimiento. Si las dejas de ver un mes, cambian enormemente. Después de El laberinto asumimos completamente que somos una familia de cirqueros.

¿Y México, dónde queda en sus viajes y en su corazón?, ¿va mucho? Cuando puedo. Desde el secuestro de mi padre, menos. Estuvo secuestrado 72 días. Porque existe el lamentable error de creer que los directores ganamos un porcentaje importante de nuestras películas, que lamentablemente no es verdad. Me gustaría que lo fuera para tener, por ejemplo, un puto apartamento en París. Pero existe ese mito, y es un mito muy peligroso. Voy con cuidado, menos de lo que quisiera. La realidad es que si yo no tuviera hijos, iría más. Con las niñas, tengo un compromiso de existencia mucho más fuerte.

¿Cómo ve su país? Las superestructuras de México están en un nivel de corrupción que resulta prácticamente imparable. Es un vórtice; y creo que estamos en el centro del vórtice. En tanto que un Gobierno favorece a las clases privilegiadas y los medios de comunicación, puede tener una imagen exterior mejor. Es impresionante; cuando se habla de una crisis social o económica en un país siempre hay una proporción. Pero lo que hay en México ahorita es una descomposición social, exactamente idéntica al proceso de putrefacción, de las estructuras sociales. Por ejemplo, lo que sucede en Ciudad Juárez con los asesinatos de mujeres. Hay momentos en que se siente la vida un poco como en el Lejano Oeste. Aunque es verdad que es un país donde hay mucha muerte, porque hay muchísima vida, aunque suene a cliché. Se vive mucho y se muere mucho. Es pura pasión. Pero he descubierto un país aún mucho más apasionado, Brasil. Al lado de Brasil, México es Suiza. Yo creo que todas las grandes estructuras son corruptas y horripilantes, la legal, la Iglesia, la del Ejército. A mí me apasiona México, y tengo la sensación de que me voy a morir sin contar las historias que tengo de México, pero?

¿Tiene miedo? Lamento, no me arrepentiré, pero lamento, que haya películas que me hubiera gustado filmar en México, no las que he hecho, sino otras, contar historias. Y creo que no voy a poder, porque mis circunstancias no me lo permiten, no me permiten existir de manera cotidiana en una atmósfera de rodaje donde diariamente se publica a qué hora voy a salir de mi casa, en qué coche voy, a qué horas vuelvo, cosas que están en las hojas de llamado de una película? Sería una imprudencia mayúscula.

Los niños son muy importantes en sus películas, en las que escribe y dirige, también en las que produce. Además, suelen estar bastante solos y sufrir mucho. Ahí está ?El laberinto del fauno?, ?El espinazo del diablo? o ?El orfanato?. El semillero de toda la mitología está en la infancia. La mayoría de los mitos se forjan en la infancia, si hablas de Borges, de Hitchcock?

¿En su caso? Yo digo de broma que he pasado 36 años tratando de recuperarme de los primeros siete. Siempre pudo ser peor. Me llevaba bien con mis padres, pero estuvieron muy ausentes en mi infancia. Criado en casa de mi abuela, en un instituto jesuita, muy católico, físicamente en riñas todo el tiempo? Cuando eres un rubiecito de clase media en México te la tienes que liar a hostias continuamente, automáticamente tienes que demostrar que no eres un niñato.

¿Por qué es usted un rubito de ojos azules? Mi padre es de un pueblo de México donde hubo bastante alegría por parte de los alemanes e irlandeses, está claro. Mi bisabuelo por parte de madre es irlandés. Hay esa herencia.

Y la tenía que defender a leches continuamente? Sí. (Ríe). Y estaba el miedo al infierno que te viene con la vertiente mexicana de la educación católica. Toda mi educación fue con los jesuitas. Mi primaria fue de esas de la letra con sangre entra; cada profesor tenía una vara de madera y te podía dar en los nudillos o en las palmas, o directamente en el culo. Había personajes sádicos, totalmente buñuelescos, en esas escuelas. No era escuela mixta, sino sólo para niños, y eran escuelas muy violentas. Yo vi niños apuñalarse con los compases, o darse en la cabeza con una madera con un clavo, nos rompíamos los dientes, literalmente.

¿Pero no llegó a estar interno? No, pero siempre hubo esa amenaza. El miedo al internado era tremendo; yo me salvé por milagro, porque en algunas asignaturas era muy bueno, en artes, en literatura, historia.

Por lo menos, supongo que tuvo una buena educación, en cuanto a administración de conocimientos? En mi caso, el conocimiento inútil en mi vida ha sido lo más útil, saber quién era Christopher Lee, Meter Cushing, James Whale, Lovecraft.

Usted ha dicho que los adultos suelen perder la capacidad de imaginación, la fantasía. Está claro que no es su caso. Yo tengo la misma avidez cultural a los 43 que a los 8 o 9. Aunque todavía tengo ese viejo sueño de crisis de la edad mediana, de querer ir al Tíbet, mis intereses varían poco; sigo igualmente interesado en la alquimia, en el universo oférico, en la mitología escandinava, en la mitología en general, en los troncos comunes de las diversas mitologías. Mi retención de los casos concretos se hace cada vez más vaga, pero la manera en que puedo asimilar y manipular el conocimiento dúctil, las historias e imágenes, es más fluido? Pero yo puedo decir que soy más feliz a los 43 que lo que era de niño. Hay una edad que a mí me pareció jodidísima, que es de los 13 a los 22, que es dificilísima de sacar.

¿Cómo es su relación con sus hijas? Ser padre es bien difícil, pero a los niños hay que tratarles como embajadores de una civilización más avanzada, en vez de tratarles como a seres inferiores. Y habría que ver qué tanto nos podemos callar para no amargarles la vida. Y uno lo intenta, pero frecuentemente te descubres hablando como lo hacía tu padre o tu madre. Y cuesta trabajo refrenarse. Creo que hay que observar mucho, aprender mucho y ser amigo de los niños. Creo que ése es el deber del padre, pero fallamos. Espero no llegar nunca al extremo de decir: ¡Mientras estés bajo mi techo, haces lo que yo te digo! Sí, te descubres diciendo frases lapidarias de ésas. Ahora yo creo que lo pasamos bien, pero es que tus hijos te empiezan a decir dónde la has cagado cuando pasan de los 20, o los 15. Te empiezan a decir: hiciste esto mal, tú siempre me estás? Y tú: joder, no me había dado cuenta? Aunque mi hija pequeña ya lo hace; cuando está sentada a la mesa suelta de repente unas verdades horripilantemente fuertes. Tiene seis años y suelta unas cosas que pegan como un martillo en el entrecejo. Y luego dice: ?Pero es broma?, o ?No lo digo en serio??. Y tú dices: ?Bueno, joder, pero lo has soltado ya?.

¿Usted hizo con sus padres esa confesión-venganza? Por supuesto. Yo se lo dije a mis padres. El deber de un hijo es romper con el padre en algún momento, por evolución natural. Y te reencuentras luego. O no. Yo creo que los niños son seres infinitamente más puros, no como inocentes, sino puros, en el sentido de sin adulterar.

Dice usted que es más fácil recuperarse de un fracaso que de un éxito. Lleva mal camino. Después de ?El Hobbit?, ¿qué? Tendré 48, habré tenido mi primero o segundo examen de próstata? No he pensado en el después de? Después de Mimic y del secuestro de mi padre aprendí que realmente es bien inútil hacer planes rigurosos sobre lo que sigue. Estamos en un negocio que es arte, y en un arte que es negocio, dependemos de cantidades de dinero tan ingentes que no puedes hacer planes, a no ser que seas multimillonario. Dependo de la bondad de los extraños, como Blanche DuBois. Si yo dijera que quiero hacer En las montañas de la locura, de Lovecraft, que es una película enorme, de género, que está escrita, que me interesa desde hace años, no podría. El laberinto del fauno fueron 13,5 millones de euros, que es muchísimo para una película española. Empujar los límites siempre es complicado. Siempre te encuentras con que, por alguna razón, si estás tratando de hacer algo creativamente diferente, hay límites. Pero yo creo que cuando te encuentres cómodo es cuando te tienes que preocupar creativamente. El día en que despierte y diga: tengo el presupuesto y los medios que necesito, en vez de sentir una gran felicidad, me tendría que preguntar qué estoy haciendo mal: ¿quiere decir que la apuesta es demasiado segura, o qué pasa?

Tiene la tercera parte de la Guerra Civil española pendiente, ?3993?? La tenía, pero el escritor, Sergio Sánchez, se ha decantado por dirigir, y yo tenía ganas de escribirla con él. Si no, me interesa mucho menos. Está pendiente de su decisión de regresar a la escritura.

¿Por qué esa atracción por nuestra Guerra Civil? Me viene desde joven, por amigos; mucha gente que trabajaba en el cine, que estaba en mi círculo, procedía de España, de padres republicanos, emigraron de niños con sus padres. Fue una guerra muy importante, porque no concernía sólo al país, sino que estaban en juego los grandes movimientos que iban a decidir los destinos de la II Guerra Mundial.

Conocía esa España por referencias. Cuando vino por primera vez, ¿qué vio? Yo no viajé a España hasta 1987. Llegué en los últimos aires de la movida, con un corto, al Festival de Gijón. La influencia de España en mi vida venía de la mano de editoriales como Alianza Editorial y Bruguera, que eran verdaderas arcas del género de literatura fantástica, con traductores míticos como Llopis, que tradujo a Lovecraft. Para mí, España era la de los cómics y las revistas underground como Star, que publicaba a El Hortelano y Ceesepe, y artículos sobre el punk, lo incipiente de Almodóvar, que republicaban a Robert Crumb. Para mí, España era ese país iluminado donde había libertad sexual y mental, y grandes traductores de cine de terror. Llegué y me encontré con que eso era sólo una parte; y que había divisiones muy palpables. Pero es que a mí me parece que el mundo en general ha retrocedido en muchas libertades, en la bendita libertad individual. Se habla mucho de lo políticamente correcto y sin embargo hemos retrocedido mucho en la libertad individual, liberadora, rompedora.

¿Cuál cree que es la causa? No sé, quizá es un péndulo. A tiempos rompedores siguen otros más conservadores. Lamentablemente, a mí me parece que ahora los movimientos se hacen cada vez más rápidos y más extremos. O es que yo cada vez tengo menos paciencia con los movimientos de derecha. No sé. Pero creo que es alarmante que cada 10 años exista una lista muy larga de batallas que hay que librar por mantener la libertad de expresión, por asuntos que no están zanjados, como el aborto; cosas que piensas que ya se han conquistado, y resulta que no.

Tiene usted fama por los completos ?story board? que dibuja de sus películas. ¿No se ha planteado más en serio el arte de la pintura o la ilustración? Me gustaría mucho aprender a pintar, tener una educación formal del asunto. Todo lo que he aprendido lo he aprendido yo solo, con libritos. Sé que habrá un día, que llegará antes de lo que yo quiera, en que ya no pueda hacer películas, porque financieramente ya no sea yo una propuesta rentable. En ese momento, felizmente compraré un juego de pinturas al óleo, y seguiré haciendo imágenes.

¿Qué artistas le gustan? Me gusta mucho Goya. Los simbolistas. Me gustan mucho también los académicamente más asentados, como Rembrandt o Velázquez. Encuentro en la pintura figurativa un gran interés, incluso en la vertiente menos prestigiosa, la ilustración. Me gustan mucho los ilustradores. Desde los que no se sabe bien si son ilustradores o pintores como Edward Hopper, hasta los puros y duros como Arthur Rackham, Howard Pyle? Colecciono libros, y mi única extravagancia es coleccionar libros raros, juguetes raros y pinturas originales. Tengo unos 17.000 cómics y unos 7.000 DVD. Libros andarán por los 3.000. Originales, la última vez que hice el inventario, pasaban de los 250. Dibujos, pinturas, acuarelas.

Me imagino que todo eso no viaja con usted por el mundo, de Los Ángeles a Madrid, de Budapest a Nueva Zelanda? No, no, finalmente estoy haciendo un edificio en Los Ángeles, una casa donde estará todo puesto, una casa independiente de la casa familiar. Es lo que va a ser mi oficina, estoy terminándola. Es curioso, me encanta y quiero que esté todo muy bien exhibido y limpio, en condiciones. Pero, al mismo tiempo, cuando estábamos rodando El laberinto, llegó un fuego de esos salvajes en California que estuvo a punto de quemar la casa, y? y? Sí, he de confesar que sentía alivio. Me decía: por fin podré viajar sin preocuparme de qué le pasa a la colección. Había una liberación enorme en aquel fuego. Te hace pensar seriamente en todo los CD que no has abierto, todos los DVD que siguen en el celofán, que dices: pero qué coño hago yo comprando un CD si no lo he oído, o qué hago yo con un original que hace cuánto no lo miro. Procuro disfrutar de lo que tengo, pero como buen gordo hay un coleccionismo que? Es muy difícil, muy, muy difícil que yo vaya a una librería y salga con las manos vacías.

¿Algo de su colección que le guste especialmente? Lo que pasa es que algunos originales los tengo montados para poderlos sacarlos del cristal y verlos, ver la pincelada, o dónde hizo la corrección del color el autor, porque es como he aprendido a pintar. He aprendido a pintar mirando a los grandes autores. Y hay algunos que son indescifrables. Hay unos ilustradores rusos contemporáneos, de cuentos de hadas, los Dugina, que tienen una técnica tan depurada que parecen impresiones, no puedes ver la pincelada por ningún lado, ni con lupa, necesitas verla bajo luz negra para descubrir cómo está hecho el cuadro. Me gustan mucho ellos, porque no sé cómo lo hacen. Todos los cuadros que he comprado son cuadros que me inspiran. Tengo a los Dugina, pintores checos? Hay tíos que me provocan una curiosidad inmediata, que los estudio para luego, en privado, reproducirlos con mi lapicito. Por ejemplo, hay un tío que me chifla de los setenta, un dibujante de cómics, Richard Corben? Santiago Segura y yo lo coleccionamos.

¿Y ya tiene tiempo para mantener todo eso en orden? Lleva un tiempo, pero ahí sí trato de no arrancar la siguiente película hasta que la biblioteca esté ordenada. Si tú entras a mi biblioteca mañana y me dices dónde está el número tal de la revista tal, en los siguientes tres minutos lo tengo en las manos. Entre película y película sí trato de tomarme un tiempo para ordenar mi biblioteca. Es una compulsión.

Jordi Adriá

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